Ediciones B, año 2001. Tamaño 23 x 15 cm. Traducción de Rosa M. Martínez y Teresa Clavel. Usado excelente, 430 págs. Precio y stock a confirmar.

Jean-François Revel (1924- 2006) fue un filósofo, escritor, periodista, miembro de la Academia francesa y polemista político. Dio clases de filosofía en Argelia, en el Instituto Francés de Ciudad de México y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Florencia durante los años cincuenta. Inició su carrera literaria y periodística en 1957. Militante socialista hasta 1970, fue redactor jefe de las páginas literarias de France-Observateur, director y miembro del consejo de administración de L’Express entre 1978 y 1981, cronista de Le Point, Europe 1 y Radio Télévision Luxembourg.

Trabajó como consejero literario en las editoriales Julliard y Éditions Robert Laffont. Fue autor de numerosas obras, entre las que destacan El conocimiento inútil, Ni Marx ni Jesús, La tentación totalitaria, Un festín en palabras, El renacimiento democrático, El monje y el filósofo y La gran mascarada.

Revel se proclamó ateo y defensor del liberalismo democrático, el único sistema que funcionaría adecuadamente, en su opinión. Fue uno de los mayores polemistas del panorama filosófico-periodístico francés de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. De joven había participado activamente en la Resistencia de la Francia ocupada contra el nazismo, y más tarde tras una etapa como militante socialista, acabó atacando ferozmente al marxismo y totalitarismo soviéticos.

La tesis que sustenta en el presente libro puede enunciarse así: El siglo XX fue el de la lucha entre democracia y totalitarismo. Pese a la victoria de la democracia, todavía tenemos demasiado arraigadas las deformaciones intelectuales del totalitarismo. La democracia no habrá ganado del todo mientras mentir siga pareciendo un comportamiento natural, tanto en el ámbito de la política como en el del pensamiento. Mientras se eternicen en el debate público la traición a la verdad, la negación de los hechos elementales, la distorsión ideológica, el deseo de derribar al contradictor y no de refutar sus argumentos, no podremos afirmar, diga lo que diga el calendario, haber salido del siglo XX y entrado en el tercer milenio.