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Ed. Caudex, año 1966. Tamaño 20,5 x 15 cm. Traducción de Hugo Acevedo. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 182
SUMARIO
I- ELEMENTOS DE SEMIOLOGIA, POR ROLAND BARTHES
Como la semiología aun está por construirse, se concibe que no pueda haber manual alguno de este método de análisis; además, en razón de su carácter extensivo (puesto que ha de ser la ciencia de todos los sistemas de signos), la semiología solo podrá tratarse
de manera didáctica cuando esos sistemas hayan sido empíricamente reconstituidos. No obstante, para llevar a cabo este trabajo en
forma pausada, es necesario disponer de cierto saber. Círculo vicioso del que hay que salir gracias a una información preparatoria
que solo puede ser, al mismo tiempo, tímida y temeraria: tímida, porque el saber semiológico no puede ser en la actualidad nada
más que una copia del saber lingüístico; temeraria, porque este saber ya debe aplicarse, al menos en proyecto, a algunos objetos
no-lingüísticos.
Los Elementos que aquí presentamos solo tienen la finalidad de separar de la lingüística algunos conceptos analíticos («Un concepto no es, claro está, una cosa, pero tampoco es solo la conciencia de un concepto. Un concepto es una herramienta y una historia, vale decir. un haz de posibilidades y obstáculos comprometido en un mundo vivido». G. G. Granger), de los que se piensa, a priori, que son lo suficientemente generales como para permitir la aproximación de la investigación semiológica. Al reunirlos no prejuzgamos que han de subsistir intactos en el transcurso de la investigación, ni que la semiología siempre deberá seguir al pie de la letra el modelo lingüístico. Nos conformamos con proponer y aclarar una terminología y deseamos que ésta permita introducir un orden inicial, aunque sea provisorio, en la masa heteróclita de los hechos significantes: se trata, en suma, de un principio de clasificación de los problemas.
Agruparemos, pues, los Elementos de semiología bajo cuatro grandes epígrafes, surgidos de la lingüística estructural: 1- Lengua y Palabra; 2- Significado y Significante; 3- Sistema y Sintagma; 4- Denotación y Connotación. Como se ve, estos epígrafes se presentan en una forma dicotómica; ha de advertirse que la clasificación binaria de los conceptos parece frecuente en el pensamiento estructural, como si el metalenguaje de lo lingüístico reprodujera «en abismo» la estructura binaria del sistema que describe; y hemos de señalar, de paso, que sería muy instructivo estudiar la preminencia de la clasificación binaria en el discurso de las ciencias humanas contemporáneas: la taxinomia de las ciencias, de ser bien conocida, ciertamente podría informar acerca de lo que podríamos llamar lo imaginario intelectual de nuestra época…
Indice
Introducción
1- Lengua y Palabra
-En lingüística
-Perspectivas semiológicas
2- Significado y significante
-El signo
-Lo significado
-Lo significante
-La significación
-El valor
3- Sintagma y Sistema
-Los dos ejes del lenguaje
-El sintagma
-El sistema
4- Denotación y Connotación
Conclusión: La investigación semiológica
II- ACERCA DEL PROBLEMA DE LO INCONCIENTE PARA MERLEAU-PONTY, POR J. B. PONTALIS
En los escritos de Merleau-Ponty, así como a lo largo de su enseñanza, la reflexión acerca del psicoanálisis no solo no se desmiente, sino que además se profundiza. El lector y hasta el ocasional auditor lo habrán notado; hay allá una referencia que no alcanza a explicar una preocupación muy general y constante por no disociar nunca la tarea filosófica de las líneas de hechos -y de su entrecruzamiento- trazadas por el movimiento de las ciencias humanas.
¿Cómo comprender ese interés que con el paso de los años cambia de sentido, o por lo menos de alcance, como lo atestiguan las pocas
páginas que sirven de prólogo a un libro reciente? Justamente, en ellas Merleau-Ponty previene a su autor contra una aproximación de la fenomenología y el psicoanálisis, que podría ser entendida «como si fenómeno dijera con claridad lo que el psicoanálisis dice de modo confuso». Hay una «desviación idealista» que es infiel tanto a la investigación freudiana como al pensamiento fenomenológico. Quizá hasta sea conveniente, mientras no seamos capaces de formular «el tesoro de experiencia que se oculta en la comunicación psicoanalítica», leer a Freud «como un clásico», sin rechazar desde un principio su lenguaje por mucho que erice al filósofo: «al menos, las metáforas energéticas o mecanicistas cuidan de toda idealización al umbral de una intuición que es uno de los rasgos más preciosos del freudismo: nuestra arqueología».
Pero ante todo señalemos algunos hitos del camino recorrido. Lo inconciente no es negado, y eso es lo que desde un comienzo diferencia a Merleau-Panty de Husserl, de Sartre y hasta de la crítica de Politzer; tan solo hay que separar los descubrimientos del psicoanálisis de toda ideología objetivista y encontrar el sentido de innegables mecanismos psicológicos que pervierten las nociones causales de la metapsicología. Esta intención se afirma desde la Estructura del comportamiento, en que se invoca al freudismo como un ejemplo destinado a precisar las relaciones entre el orden vital y el orden humano y el paso de uno a otro; la perspectiva, cercana a la de Goldstein, conduce a una ética de la integración: «Se dirá que hay rechazo cuando la integración solo se haya realizado en apariencia y deje subsistir en el comportamiento ciertos sistemas relativamente aislados, que el sujeto, por su parte, se niega a transformar y asumir. Aun cuando aquí ciertos términos -o con más franqueza aun en otros pasajes- recuerden a Sartre o a Politzer: ya la solución difiere; no se la debe buscar del lado de una conciencia o de una ciencia capaz de enamorarse de sus propios maleficios, sino del lado del cuerpo, complejo innato y normativo a priori. Lo inconciente no arriesga que se le confunda con la mala fe del analizado (Sartre), que desconoce lo que experimenta, o del analista (Politzer), que confunde construcciones legitimas -que le permiten analizar el drama concreto de la vida individual- con un contenido latente que de hecho solo estaría proyectado en forma retroactiva…
III- EL MITO: CODIGO Y MENSAJE, POR LUCIEN SEBAG
Los Pueblos (a los que se refiere este trabajo) forman una cultura relativamente homogénea distribuida a ambos lados de la frontera de Arizona con Nuevo México. Esta sociedad ha permanecido invariable desde una época muy anterior a la de las conquistas españolas del siglo XVI y en la actualidad forma un microcosmos en el que las distintas tribus, que viven bajo un estatuto de Indian Reservation, sólo tienen un contacto ínfimo con el exterior. Los Pueblos se dividen en cuatro áreas lingüísticas distribuidas desde el oeste de esta manera: hopi y zuni (pueblos occidentales de Arizona y de la zona fronteriza de Nuevo México), y keresan y tanoan (pueblos orientales, establecidos a lo largo de los márgenes del Río Grande). El trabajo de Sebag está consagrado a los mitos eventuales de los keresans. Estos mitos se ofrecieron como un objeto privilegiado para el análisis estructural, en atención al número de versiones recogidas por los etnólogos en las diferentes aldeas…
IV- HÖLDERLIN Y LA CUESTION DEL PADRE, POR JEAN BEAUFRET
He aquí un libro que da que pensar. Da que pensar porque es un diálogo con la poesía. Da que pensar porque intenta entablar un diálogo entre una de las ciencias del hombre -la psicología- y el pensamiento mismo.
El título del libro es Hölderlin y el problema del padre. Este «problema del padre» no surge de modo directo de la obra de Hörderlin, sino del trabajo de la psicología moderna acerca de la etiología de la neurosis, traspuesta a su vez en hipótesis interpretativa de la psicosis; con más exactitud, de esa psicosis de las psicosis que es, quizá, la esquizofrenia.
La psicología, convertida, con Freud, en psicoanálisis, intenta una interpretación triangular de la neurosis. La encara, en efecto, a la luz del triángulo edípico y de los conflictos, que se relacionan con éste. Pero su reciente esfuerzo consiste, tal vez, en extender a la psicosis el campo explicativo abierto por el psicoanálisis, para la consideración y terapéutica de las neurosis. Aun no se trata de psicoterapia. Pero la consideración, que es la teoría, es la condición, si no inmediatamente suficiente, al menos necesaria para el aumento de todo poder práctico. «Ciencia; de donde, previsión. Previsión; de donde, acción…
V- LA LESBIANA, POR SIMONE DE BEAUVOIR
Generalmente pensamos en la lesbiana como una mujer que usa sombrero chato de fieltro, cabello corto y corbata; su apariencia masculina parece indicar alguna anormalidad hormonal. Nada puede ser más equivocado que esta confusión entre la invertida y la mujer «viril». Hay muchas homosexuales entre las residentes de los harenes, las prostitutas, entre las mujeres más intencionadamente «femeninas», y, recíprocamente, muchas mujeres «masculinas», son heterosexuales. Los sexólogos y psiquiatras confirman la observación corriente de que la mayoría de las mujeres «homosexuales» son constitucionalmente iguales a las demás. Su sexualidad no está determinada por ningún «destino» anatómico.
La lesbiana no es ni una mujer «frustrada» ni «superior». La historia de un individuo no es una progresión fatalmente determinada: a cada momento el pasado es revalorizado: por así decir, a través de una nueva elección, y la «normalidad» de la elección no le otorga un valor preferencial sino que debe ser evaluado de acuerdo a su autenticidad. La homosexualidad puede ser para la mujer una forma de evadirse de su situación o un camino para aceptarla. El gran error de los psicoanalistas es, a través de un conformismo moralista, contemplarlo nada más que como una actitud inauténtica.
La mujer es un ser llamado a hacer de sí misma un objeto; como sujeto tiene en su sensualidad un elemento agresivo que no se satisface en el cuerpo del varón: de ahí los conflictos que su erotismo debe de alguna manera superar. El sistema por el cual es abandonada como víctima de algún varón restablece su soberanía colocándole un niño en los brazos, se considera normal o «natural»; pero esta supuesta «normalidad» es impuesta por un interés social más o menos claramente entendido. Aun la heterosexualidad permite otras soluciones. La homosexualidad femenina es un intento, entre otros, de conciliar su autonomía con la pasividad de su carne. Y si la naturaleza debe ser invocada, se puede decir que todas las mujeres son naturalmente homosexuales. La lesbiana, de hecho, se distingue por su rechazo del varón y su gusto por la carne femenina; pero toda adolescente teme la penetración y la dominación del hombre y siente una cierta repulsión por el cuerpo masculino; por el contrario, el cuerpo femenino es para ella, como para el varón, objeto de deseo…
VI- EL PREJUICIO RACIAL, POR MICHEL LEIRIS