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Ed. Siruela, año 1992. Tapa dura con sobrecubierta. Tamaño 27 x 17 cm. Traducción de María Luisa Balseiro. Edición original y notas de Rupert Hart-Davis. Incluye dossier fotográfico en blanco y negro, en papel ilustración, fuera de texto, con 12 fotografías. Estado: Excelente. Cantidad de páginas: 556
Las 305 cartas de este volumen son la primera colección que aparece en español de la correspondencia de Wilde y suponen el testamento biográfico más verídico para contrastar la imagen de dandy que de este autor se ha creado. Se ha dado prioridad a las de mayor interés literario, a las más amenas y a las que arrojan luz sobre su vida y obra. Entre ellas, la extensa y amarga carta, conocida como De Profundis, que escribió a su amigo lord Alfred Douglas desde la prisión de Reading. Oscar Wilde vivió de la época victoriana el desafío de quienes estuvieron contra el puritanismo de una sociedad vengativa e hipócrita, y en él, además, se sumó una excepcional sensibilidad para apreciar lo que el Arte y la Vida significaban. Jorge Luis Borges aclara que «a diferencia de otros escritores que tratan de parecer profundos, Wilde, como Heine, esencialmente lo era y trataba de parecer frívolo».
Sobre el autor
Oscar Wilde (Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde) fue un novelista, poeta, crítico literario y autor teatral irlandés. Nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín. Hijo de un célebre cirujano irlandes y de una madre escritora. Cursó estudios en el Trinity College de esa ciudad. En su juventud participó en las reuniones literarias que organizaba su madre. Como estudiante en la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía; su extenso poema Ravenna ganó el prestigioso premio Newdigate en 1878.
Discípulo de Walter Pater y muy influenciado por el pintor Whistler, en 1891 publicó una serie de ensayos (Intenciones) que dieron pie a que se le considerase uno de los máximos representantes del esteticismo, cuyos aspectos más deslumbrantes y exquisitos puso de manifiesto tanto en su obra como en su vida. Oscar Wilde siempre hizo gala de un carácter excéntrico, llevaba el pelo largo y vestía pantalones de montar de terciopelo. Su habitación estaba repleta de objetos de arte y elementos decorativos, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas chinas. Sus actitudes y modales fueron repetidamente ridiculizados en la publicación satírica Punch y en la ópera cómica de Gilbert y Sullivan Paciencia.
Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882). Se estableció en Londres y, en 1884, contrajo matrimonio con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. Desde entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura. Wilde quiso hacer de su vida un auténtica obra de arte, fiel a los planteamientos del estetismo finisecular y recogiendo la sensibilidad finamente decadentista de los prerrafaelistas; de ahí su comentario a André Gide: «He puesto todo mi genio en mi vida, y en mis obras sólo he puesto mi talento».
Logró así centrar la atención en su carácter extravagante y provocador, en el ingenio de sus convesaciones y en una amoralidad de la que hizo bandera en el conocido episodio final de su proceso y encarcelamiento por homosexualidad.
En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años de trabajos forzados; salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Se convirtió al catolicismo el 30 de noviembre de 1900, poco antes de morir de meningitis.
Dirigió The Woman’s World, revista de marcada tendencia feminista, y dio a la imprenta un texto en abierta defensa del socialismo (The Soul of Man under Socialism). Entre sus primeras obras aparecen dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos, El príncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático. Sus obras teatrales más interesantes fueron las cuatro comedias El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por sus ingeniosos diálogos.
Consiguió demostrar un talento innato para los efectos teatrales y para la farsa, y aplicó a estas obras algunos de los métodos creativos que solía utilizar en sus restantes obras, como las paradojas en forma de refrán inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas. Salomé es una obra teatral seria sobre la pasión obsesiva. Escrita en francés, la estrenó en París en 1894 la actriz Sarah Bernhardt. Despues, el compositor alemán Richard Strauss compuso una ópera homónima basada en ella.
En la cárcel, escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una obra extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosión sentimental muy poco sincera. La balada de la cárcel de Reading (1898), escrito en Berneval, Francia, muy poco después de salir de prisión, y publicado anónimamente en Inglaterra, es uno de sus poemas más poderosos. En él expone la dureza de la vida en la cárcel y la desesperación de los presos. Durante muchos años, el nombre de Oscar Wilde sobrellevó el estigma impuesto por la puritana sociedad victoriana. Sus obras mantienen una vigencia universal.