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Ed. Luis de Caralt, año 1962. Tapa dura. Traducción de Jesús López Pacheco y Mariano Orta Manzano. Incluye más de 100 fotografías en blanco y negro sobre papel ilustración. Estado: Usado muy bueno (PRESENTA FIRMAS CON BIROME EN LAS TRES PRIMERAS PAGINAS DE CADA TOMO. VER FOTOS). Cantidad de páginas: 1270

Por William Shirer

Aunque viví y trabajé en el Tercer Reich durante la primera mitad de su breve vida, viendo personalmente a Adolfo Hitler consolidar su poder como dictador de esta grande aunque frustrada nación, y luego conducirla a la guerra y a la conquista, esta experiencia personal no me habría llevado a intentar escribir este libro si no hubiera ocurrido al final de la II Guerra Mundial un acontecimiento único en la Historia.

Consistió en la captura de la mayor parte de los archivos confidenciales del Gobierno alemán y todas sus ramas, incluyendo la de Asuntos Exteriores, Ejército y la Armada, el Partido Nacional Socialista y la policía secreta de Heinrich Himmler. Jamás anteriormente, creo, ha caído un tesoro tan vasto en menos de historiadores contemporáneos. Hasta ahora, los archivos de un gran Estado — aun cuando éste fuera derrotado en la guerra, y su Gobierno derrocado por la revolución, como les sucedió a Alemania y a Rusia en 1918 — eran preservados por el mismo, y sólo aquellos documentos que servían a los intereses del régimen posterior se publicaban por último.

El repentino colapso del Tercer Reich en la primavera de 1945, trajo con-sigo la entrega no sólo de un vasto fardo de sus documentos secretos, sino de otros materiales de valor inapreciable; tales como diarios privados, discursos altamente secretos, informes de conferencias, correspondencia, e incluso resúmenes de conversaciones telefónicas de los jefes nazis, intervenidas por una oficina especial montada por Hermann Goering en el Ministerio del Aire.

El general Franz Halder, por ejemplo, llevaba y conservó un voluminoso diario escrito taquigráficamente en el sistema Gabelsberger, en el cual resumía los acontecimientos no ya por días, sino por horas. Es una fuente única de precisa y minuciosa información para el período que transcurre desde el 14 de agosto de 1939 al 24 de septiembre de 1942, cuando él era Jefe del Estado Mayor General del Ejército y estaba en contacto diario con Hitler y los otros jefes de la Alemania nazi. Sin duda, es el más revelador de los diarios personales de jefes alemanes, pero hay otros de gran valor, incluyendo el del Dr. Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda e íntimo asociado de Hitler, y el del general Alfred Jodl, Jefe de Operaciones del Alto Mando de las Fuerzas Armadas (OKW). Existen también otros diarios del mismo OKW y del Alto Mando Naval. La verdad es que los seis mil archivos de la Flota Alemana que fueron tomados en Schloss Tambach, cerca de Coburgo, contenían prácticamente todos los códigos de señales, los cuadernos de bitácora de las naves, los diarios, los memorándums, etc., de la flota alemana desde abril de 1945, fecha en que fueron encontrados, hasta, retrocediendo en el tiempo, 1868, fecha en que se constituyó la moderna flota alemana.

Las 485 toneladas de protocolos de la Oficina de Asuntos Exteriores, de las que se apoderó el Primer Ejército de los EE. UU. en varios castillos y minas en las montañas del Harz, precisamente cuando estaban a punto de ser quemados en virtud de órdenes recibidas de Berlín, cubren no sólo el período del Tercer Reich, sino otro que se remonta, a través de la República de Weimar, hasta el comienzo del Segundo Reich de Bismarck. Durante muchos años después de la guerra, toneladas de documentos nazis permanecieron sellados en un gran almacén del Ejército de los EE. UU., en Alejandría, Virginia, sin que nuestro Gobierno demostrara interés alguno en abrir siquiera las cajas de embalaje para ver qué podía estar encerrado en ellas que fuera de interés histórico. Finalmente, en 1955, diez años después de caer en nuestro poder, y gracias a la iniciativa de la Asociación Histórica Americana y a la generosidad de un par de fundaciones privadas, los documentos de Alejandría fueron sacados a la luz y un grupo lastimosamente pequeño de eruditos, con personal y equipo inadecuados, se puso al trabajo para cribar los documentos y fotografiarlos antes de que el Gobierno, que estaba mostrando mucha prisa en el asunto, los devolviera a Alemania. Resultaron ser un rico hallazgo.

Así, por ejemplo, se hallaron, el registro taquigráfico parcial de las cincuenta y una «Conferencias del Führer» sobre la situación militar del día, y el texto completo de las conversaciones amistosas (en la mesa) de los señores de la guerra nazis con sus viejos camaradas del partido y sus secretarias durante aquélla; el primero fue salvado de los restos carbonizados de los documentos de Hitler en Berchtesgaden por un oficial del Servicio de Información de la 101a División Aérea de los EE. UU., y el segundo fue encontrado entre los documentos de Martin Bormann.

Cientos de miles de documentos hallados fueron reunidos apresuradamente en Nuremberg como prueba en el juicio contra los principales criminales de guerra nazis. Mientras se veía la primera parte de ese juicio, reuní pilas de fotocopias, y, posteriormente, los cuarenta y dos volúmenes publicados de declaraciones y documentos, complementados por diez volúmenes de las traducciones inglesas de muchos documentos importantes. El texto de los otros documentos publicados en una serie de quince volúmenes de las otras doce vistas siguientes en Nuremberg eran también de valor, aunque se omitieron muchos documentos y declaraciones.

Por último, además de esta provisión sin precedentes de documentos, están los registros de los interrogatorios exhaustivos de los oficiales militares alemanes, funcionarios del partido y del Gobierno, y sus posteriores declaraciones bajo juramento en los diversos juicios celebrados después de la guerra, que suministraron material como, creo, nunca fue obtenido otro semejante y de tantas fuentes en guerras anteriores.

No he leído, naturalmente, toda esta documentación, que produciría vértigo a cualquiera por su número…y cuya lectura está muy lejos de las facultades de un solo individuo. Pero me he abierto camino a través de una considerable parte de la misma, no apresurándome, retardando el paso, como todos los vendimiadores deben hacer en viñedos tan ricos, por la falta de índices apropiados.

Es realmente notable el escaso número de los que estábamos estacionados en Alemania durante el tiempo nazi, periodistas y diplomáticos, que supieran de verdad lo que estaba sucediendo tras la fachada del Tercer Reich. Una dictadura totalitaria, por razón de su misma naturaleza, opera con gran secreto y sabe cómo preservar este secreto de los ojos de entremetidos extranjeros. Era bastante fácil registrar y describir los sencillos, excitantes y a menudo nauseabundos acontecimientos en el Tercer Reich: la subida de Hitler al poder, el incendio del Reichstag, la Purga Sangrienta de Roehm, el Anschluss, con Austria, la rendición de Chamberlain en Munich, la ocupación de Checoslovaquia, los ataques contra Polonia, Escandinavia, el Occidente, los Balcanes y Rusia, los horrores de la ocupación nazi y de los campos de concentración y la liquidación de los judíos. Pero las fatídicas decisiones tomadas secretamente, las intrigas, las traiciones, los motivos y las aberraciones que conducían a ellas, las partes representadas por los principales actores tras los bastidores, la extensión del terror que ellos ejercían y su técnica al organizarlo…todo esto y mucho más permaneció en su mayor parte oculto a nosotros hasta que los documentos secretos alemanes se pusieron boca arriba.

Algunos pueden pensar que es demasiado pronto para intentar escribir una historia del Tercer Reich; que una tarea tal debiera ser dejada a una generación posterior de escritores a los cuales les concediera perspectiva el tiempo. Descubrí que esta opinión prevalecía especialmente en Francia, cuando fui a realizar allí ciertas investigaciones. Nada que sea más reciente que la era napoleónica, se me dijo, debe ser abordado por escritores de temas históricos.

Esa opinión tiene mucho mérito. La mayor parte de los historiadores ha esperado cincuenta años o cien, o más, antes de intentar escribir un relato sobre un país, un imperio o una era. Pero, ¿no era eso principalmente debido a que les hacía falta mucho tiempo para sacar a la luz los documentos pertinentes que les suministrarían el material auténtico que necesitaban? Y, si se ganaba en perspectiva, ¿no se perdía algo a causa de que el autor carecía obligatoriamente del conocimiento personal de la vida y el ambiente de aquellos tiempos y de los personajes históricos acerca de los cuales escribía?

En el caso del Tercer Reich, y es un caso único, casi todo el material documental estuvo disponible desde el momento de su caída, y ha sido enriquecido por las declaraciones de todos los jefes supervivientes, militares y civiles, en algunos casos, momentos antes de ser ejecutados. Con tales fuentes incomparables, puestas tan pronto a disposición, y con el recuerdo de la vida en la Alemania nazi, el aspecto, la conducta y naturaleza de los hombres que la gobernaron, sobre todo Adolfo Hitler, todavía fresco en mi mente, decidí, de todos modos, realizar un intento de poner por escrito la historia dé la ascensión y caída del Tercer Reich.

«Viví la guerra desde el principio hasta el fin», observa Tucídides en su «Historia de la guerra del Peloponeso», una de las mejores obras de historia escritas hasta la fecha, «siendo de edad suficiente para comprender los sucesos y conceder atención a los mismos para conocer la verdad exacta de ellos».

Yo encontré extremadamente difícil y no siempre posible averiguar la verdad exacta acerca de la Alemania de Hitler. El alud de material documental me ayudaba a avanzar por el camino de la verdad más de lo que habría parecido posible veinte años antes, pero su misma vastedad podía con frecuencia resultar motivo de confusión.

En todos los registros y declaraciones humanos resulta obligatorio encontrar desconcertantes contradicciones.

Sin duda mis propios prejuicios, que surgen inevitablemente de mi experiencia y formación, salen a relucir en las páginas de esta obra de vez en cuando. Detesto las dictaduras totalitarias en principio y llegué a abominar ésta en particular por cuanto la viví de cabo a rabo y contemplé sus feos asaltos contra el espíritu humano. Sin embargo, en este libro he intentado ser (seriamente) objetivo, dejando que los hechos hablen por sí mismos y anotando la fuente de cada uno de ellos. Ningún incidente, escena o cita proviene de la imaginación; todos están basados en documentos, declaraciones de testigos presenciales o mi propia observación personal. En la media docena, poco más o menos, de ocasiones en las que hay alguna especulación, por haberse omitido el hecho en el material disponible, se expresa claramente como tal especulación.

Mis interpretaciones, no tengo duda alguna, serán discutidas por muchos. Esto es inevitable, ya que ninguna de las opiniones humanas es infalible. Las que he aventurado aquí para añadir claridad y profundidad a esta narración son simplemente las mejores que pude extraer de las pruebas y del conocimiento y experiencia que yo tenía.

Adolfo Hitler es probablemente el último de los grandes conquistadores en la tradición de Alejandro, César y Napoleón, y el Tercer Reich el último de los imperios que emprendieron el camino tomado anteriormente por Francia, Roma y Macedonia. La cortina fue bajada, al menos, sobre esta fase de la historia, por la súbita invención de la bomba de hidrógeno, de los cohetes balísticos y de los cohetes que pueden ser dirigidos hasta dar en la Luna.

En nuestra nueva era de artefactos terroríficos y mortíferos, que han suplantado con tanta rapidez a los antiguos, la primera gran guerra agresiva, si surgiera, sería desencadenada por pequeños locos suicidas al pulsar un botón electrónico. Una guerra tal no durará mucho tiempo y nadie podrá continuarla. No habrá conquistadores ni conquistados, sino sólo los huesos calcinados de un planeta deshabitado y muerto.

INDICE
TOMO I
Prólogo
LIBRO PRIMERO, LA ASCENSIÓN DE ADOLFO HITLER
I- Nacimiento del Tercer Reich
El advenimiento de Adolfo Hitler
Los primeros años de la vida de Hitler
«El período más triste de mi vida»
Las plagiarías ideas de Adolfo Hitler
II- Nacimiento del partido nazi
El principio del partido nazi
Advenimiento del Führer
III- Versalles, Weimar y el «putsch» de la Cervecería
La sombra de Versalles
Una casa dividida
Revuelta en Baviera
El putsch de la Cervecería
Juicio por traición
IV- La ideología de Hitler y las raíces del Tercer Reich
Las raíces históricas del Tercer Reich
Las raíces intelectuales del Tercer Reich
La extraña visita y las extrañas obras de H. S. Chamberlain
LIBRO SEGUNDO, TRIUNFO Y CONSOLIDACIÓN
V- El camino hacia el Poder: 1925-31
La entrada de Paul Joseph Goebbels
Un interludio de descanso romántico para Adolfo Hitler
Las oportunidades de la depresión
VI- Los últimos días de la República: 1931-1933 .
Hitler contra Hindenburg
Fracaso de Franz von Papen
Schleicher: el último canciller de la República
VII- La nacificación de Alemania: 1933-1934
El incendio del Reichstag
Gleichschaltung: la «coordinación» del Reich
«¡Nada de segunda revolución!»
Los comienzos de la política extranjera nazi
La purga sangrienta del 30 de jimio de 1934
La muerte de Hindenburg
VIII- La vida en el Tercer Reich: 1933-1937
La persecución de las Iglesias cristianas
La nacificación de la cultura
El control de la prensa, la radio y el cine
La educación en el Tercer Reich
El labrador en el Tercer Reich
La economía del Tercer Reich
La servidumbre del trabajo
La justicia en el Tercer Reich
El Gobierno en el Tercer Reich
LIBRO TERCERO, EL CAMINO HACIA LA GUERRA
IX- Los primeros pasos: 1934-1937
La ruptura del Tratado de Versalles
Una sorpresa sabatina
Un golpe maestro en la zona del Rin
1937: sin sorpresas
La fatídica decisión del 5 de noviembre de 1937
X- Extraño y fatídico interludio: La caída de Blomberg, Fritsch, Neurath y Schacht
La caída del mariscal de campo von Blomberg
La caída del general Freiherr Werner von Fritsch
XI- Anschluss: El zarpazo a Austria
La entrevista en Berchtesgaden: 12 de febrero de 1938
La agonía de las cuatro semanas: 12 de febrero – 11 de marzo de 1938
El derrumbamiento de Schuschnigg
XII- El camino de Munich
La primera crisis: mayo de 1938
Indecisión de los generales
Nacimiento de una conspiración
Chamberlain en Berchtesgaden (15 de septiembre de 1938)
Chamberlain en Godesberg: 22-23 de septiembre
La hora once
El «miércoles triste» y el complot Halder contra Hitler
La abdicación de Munich: 29-30 de septiembre de 1938
Las consecuencias de Munich
XIII- Checoslovaquia deja de existir
La semana de los cristales rotos
Eslovaquia conquista su «independencia»
XIV- La hora de Polonia
Una pequeña agresión al paso
Sube la fiebre en Polonia
Plan Blanco
Respuesta de Hitler a Roosevelt
La intervención de Rusia: I
El pacto de Acero
Hitler quema sus naves: 23 de mayo de 1939
La intervención de Rusia: II
Planes de guerra total
Intervención de Rusia: III
Vacilaciones de los aliados de Alemania
Ciano en Salzburgo y Obersalzberg (11, 12 y 13 de agosto)
XV- El pacto germano-soviético
Conferencia militar de Obersalzberg (14 de agosto de 1939)
Conversaciones germano-rusas
La conferencia militar del 22 de agosto de 1939
Fracaso aliado en Moscú
Ribbentrop en Moscú: 23 de agosto de 1939
XVI- Los últimos días de la paz
A Mussolini le entra miedo
Alegría y confusión de los conspiradores
Los seis últimos días de la paz
Alemania y Gran Bretaña en la undécima hora
El último día de paz
XVII- Estallido de la Segunda Guerra Mundial
Mussolini interviene en el último momento
La guerra de Polonia se convierte en la Segunda Guerra Mundial
Notas
Indice de Ilsutraciones
TOMO II
LIBRO CUARTO, LA GUERRA: DESDE LAS PRIMERAS VICTORIAS HASTA EL MOMENTO DECISIVO
XVIII- Caída de Polonia
Rusia invade Polonia
XIX- Parodia de guerra en el Oeste
El torpedeamiento del «Athenia»
Hitler propone la paz
La conspiración de Zossen
Un rapto y una bomba en una cervecería
Hitler habla a sus generales
Primera fase del terror nazi en Polonia
Fricciones entre los totalitarios
XX- La conquista de Dinamarca y Noruega
Vidkun Quisling aparece
Hitler se entrevista con Summer Welles y con Mussolini
Los conjurados, frustrados de nuevo
La invasión de Dinamarca y de Noruega
Los noruegos resisten
Batallas por Noruega
XXI- Victoria en el Oeste
Los dos planes frente a frente
La guerra de las seis semanas
La conquista de los Países Bajos
Caída de Bélgica — Los ejércitos anglofranceses son cogidos en la trampa
La capitulación del rey Leopoldo
Milagro en Dunkerque
El hundimiento de Francia
Francia, apuñalada por la espalda
El segundo armisticio de Compiègne
Maniobras para la paz
XXII- La «Operación Otaria» fracasa (Invasión de Inglaterra)
La batalla de Inglaterra
Si la invasión hubiera sido lograda
Post-Scriptum: El proyecto de rapto del duque y de la duquesa de Windsor
XXIII- La hora de Rusia. La operación Barbarroja
Molotov en Berlín _. . .
Seis meses de sinsabores
El mundo contendrá la respiración
Preludio balcánico
«Operación Terror»
La fuga de Rudolf Hess
Tormenta sobre el Kremlin
XXIV- El viento cambia
La marcha sobre Moscú
XXV- La hora de los Estados Unidos
«¡Nada de incidentes con los Estados Unidos!»
El Japón hace su propio juego
El ataque a Pearl Harbour
Hitler declara la guerra a los Estados Unidos
11 de diciembre de 1941: Discurso de Hitler en el Reichstag
XXVI- 1942: El gran viraje. El Alamein y Stalingrado
Reaparecen los conspiradores
Las últimas ofensivas de Alemania
1942: La gran ofensiva de verano
El desembarco angloamericano
El desastre de Stalingrado
LIBRO QUINTO, EL COMIENZO DEL FIN
XXVII- El nuevo orden
Los nazis saquean Europa
El trabajo forzado en el nuevo orden
Los prisioneros de guerra
El terror nazi en los territorios conquistados
La «solución definitiva»
Los campos de exterminio
«El Ghetto de Varsovia ya no existe»
La muerte de Heydrich y el fin de Lidice
XXVIII- La caída de Mussolini
XXIX- La invasión de Europa Occidental por los aliados y el atentado contra Hitler
La misión del conde von Stauffenberg
6 de junio de 1944: La invasión angloamericana
La conspiración de última hora
El atentado del 20 de julio de 1944
20 de julio de 1944
Venganza sangrienta
LIBRO SEXTO, LA CAÍDA DEL TERCER REICH
XXX- La conquista de Alemania
La última maniobra desesperada de Hitler
El derrumbamiento de los ejércitos alemanes
XXXI- El crepúsculo de los dioses
La última gran decisión
Goering y Himmler intentan tomar las riendas
Los dos últimos visitantes del bunker
Las últimas voluntades de Hitler
La muerte de Hitler y de su esposa
El fin del Tercer Reich
Breve epílogo
Notas
Bibliografía
INDICE ALFABETICO
INDICE DE ILUSTRACIONES