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Ed. Pre-Textos, año 2002. Tamaño 23,5 x 15 cm. Traducción, introducción y notas de Luis Antonio de Villena. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 156

Por Luis Antonio de Villena

Algo de fiebre (Un po’di febbre) se publicó en la primavera de 1973. Fue el único libro en prosa que editó Sandro Penna, quien en ese momento tenía 67 años. Pier Paolo Pasolini -que fue siempre un gran defensor de la poesía y de la persona de Penna- escribió un artículo sobre el libro, que se publica en Tempo el 10 de junio de 1973, recogido luego en el volumen Escritos corsarios de 1975. El artículo (que glosa la Italia descrita en los relatos y prosas de Penna) empieza con esta frase, voluntariamente provocativa, aunque explicada adelante: ¡Qué maravilloso país era Italia durante el período del fascismo e inmediatamente después!

Penna, en efecto, habla en sus textos (más pequeños relatos líricos que poemas en prosa) de sus vagabundeos por un país precapitalista -años 30 y 40- donde aun existe una vida en cierto modo primitiva, popular, y donde el pueblo no se confunde aun con la burguesía. Es esa Italia limpia de capitalismo, donde la represión actúa al nivel burgués mucho más que al popular, y donde por ello surge una gente abierta y pobre y unos muchachos marginados, aburridos y fácilmente pansexuales, el país que describe -siempre en trazos intensos y breves- Penna y el que añoró, sobre todo en sus años últimos, Pasolini.

Sandro Penna nacido en Perugia (Perusa se dice en el castellano antiguo), capital de la Umbria, en 1906, vivió y estudió en su ciudad hasta los 23 años. Había obtenido el diploma de profesor mercantil, pero no ejerció su profesión. En 1929 fue a Roma donde vivió siempre, salvo unos años pasados en Milán como encargado de una librería. Casi siempre sin trabajo fijo, viviendo como pudo, a ratos casi anticuario y a ratos casi estraperlista de medio pelo, el gran placer del solitario Penna era recorrer esa Italia aun irredenta, mezclándose anónimamente con la gente y buscando muchachos, chicos núbiles o adolescentes, con los que hablar o
amar. Verdadera y prohibida (o casi siempre prohibida) razón de su poesía y de su vida.

Publicó su primer libro -que contó con el amparo de Umberto Saba a quien le envió el manuscrito- en 1939, Poesie. En los años 40 colaboró en algunos periódicos revistas y solo en 1950 publicó su segundo libro: Appunti (Apuntes). Será con su tercer libro, Una strana gioia di vivere (Una extraña alegría de vivir) de 1956, cuando empezó a llamar la atención de lectores avisados y de los medios literarios. Amigo de escritores como Elsa Morante, Penna era un hombre particular que prefirió su vida marginal, su vida de eterno exilado, a cualquier otra propuesta. En 1957 la primera edición de su poesía reunida (con no pocos inéditos) Poesie, le valió el Premio Viareggio. Empezaba (fue lenta pero tenaz) la leyenda de Sandro Penna, un poeta moderno ajeno a la modernidad, poeta neohelénico, epigramatista nuevo, homosexual o más exactamente -en el sentido griego del término- pederasta.

Con título sacado del libreto de La Traviata, Penna publica en 1958, Croce e delizia, términos muy significativos de su sentido de la vida. La angustia y el peligro de la marginalidad, lo terrible del no ser amado (cruz) y la plenitud de la belleza adolescente, la vida que estalla en la juventud del verano y del mar, en los chicos que toman el sol desnudos (delicia). Cesare Garboli, uno de los grandes estudiosos de Penna, ha hablado del epigramatista de las sensaciones. Un hombre -poeta- que oscilaba entre la frustración y la plenitud dionisíaca. Hombre desesperado unido gozosamente a la felicidad del sol, de la geografia natural y de los cuerpos jóvenes y ardientes, tal era el pagano Penna, quien tampoco desconocía el secreto de los mingitorios. Sol sin sombra sobre los viriles cuerpos/abandonados. Calla toda virtud…

Impresionista, narrativo, cultista tentado de continuo por lo popular (de ahí los contrastes de su estilo, refinadísimo con toques cotidianizantes) Penna es también el hombre que ha elegido la soledad y la inmadurez como territorios de su pesquisa. Junto a los muchachos todo es luz, lejos de ellos oscuridad, brutalidad y angustia. Misteriosa alegría de la soledad: sentirse anónimo y sin ataduras. Penna decide que el mundo adulto es espantoso o no existe, como no vio (no quiso ver, recuerda Pasolini) el horror de la Italia fascista. No entró en política. No vio (como un desdén infantil, algo ingenuo) lo que no le gustaba. Desdeñó al fascismo no mirándolo, como desdeñó ese universo adulto que, indudablemente, también lo desdeñaba.

En 1970 aparece la segunda edición (de nuevo aumentada) de sus poesías completas, Tutte le poesie, volumen que recibió el Premio Fiuggi. En 1974 -un alto después de haber publicado las prosas de Algo de fiebre– algunos de sus amigos hacen saber, con un anuncio periodístico, que Penna, el poeta solitario y raro, necesita ayuda: enfermo y en condiciones de extrema indigencia. Enfermo siempre estuvo o dijo estarlo Penna, de salud muy frágil. Rico nunca lo fue. Probablemente tampoco lo pensó demasiado. En 1976 publica, acabando el año, el que será su último libro en vida, Stranezze, por el que obtuvo -días antes de morir- el Premio Bagutta. Sandro Penna murió en Roma en enero de 1977, sin haber llegado a cumplir los 71 años. En 1980 apareció Confuso sogno, un primer volumen de inéditos.

Penna tuvo éxito crítico, literario y lector en los últimos años de su vida (mezclada poesía y leyenda) pero como tantas veces ocurre, su éxito absoluto fue póstumo. Pasolini fue el primero en decir -en su libro crítico Passione e ideologia– que Penna era el mejor lírico italiano del siglo. Luego lo han dicho muchos (entre ellos Raboni y Garboli) y hoy es normal compararlo, en Italia, con Saba y Montale, coma pares de la poesía más nueva, clásica y renovada más allá de las vanguardias.

Un po’ di febbre, por encima de su prosa no ajena a la sintaxis poética, no es un libro distinto a la entera poesía de
Penna. Habla de aventuras solitarias (sensuales o deseantes) y de escenas de vida popular, en la Italia anterior a 1950. A menudo se acerca al apunte lírico y varias veces ensaya el relato con un protagonista aparentemente -solo en apariencia- ajeno al autor. Todo es deseo por los adolescentes (forma máxima de la vida) cruz y delicia. Como dirá Michel Tournier en Le Vent paraclet (1977): Las mejores vidas no conocen fase adulta. Platónico, decadente, renacentista o simplemente un caravaggesco enamorado de la realidad, Sandro Penna ve en el adolescente -en la tradición helenística de la Mousa paidiké, la Musa de los muchachos- el instante perfecto en que coinciden gracia, belleza y armonía. La madurez (fosilizando muchos de esos rasgos) los convertirá a los muchachos en hombres, es decir, en inteligentes seres destruidos.

Algo de fiebre es, sin duda, un libro autgbiográfico, donde lo que esencialmente cuenta -entre la belleza- es la geografía del deseo. La consagración popular e itálica del dios imposible. Ninguna perversidad o perversión en Penna, antes al contrario. Su sueño continuo, obsesivo, es el de la pureza. La idealidad de las relaciones viriles éticas al modo dorio o espartano.

Como bebe en la fuente el chiquito hermoso
así hemos pecado y no hemos pecado

Penna escribe sus prosas en la misma idea que su poesía: contención expresiva, intensidad y una mezcla de vocabulario selecto, retórico y realidades humildes que han de hacer salir, a veces, oraciones humildes. Su sintaxis es elegante, irregular, expresiva y muchas veces no puntúa (probablemente para intensificarlos) una sucesión de adjetivos. Otras usa palabras dialectales, en el contexto continuo de un italiano acendradamente literario. Poeta de la intensidad, del secreto y de la extraña alegría de vivir, sus prosas (insisto, líricas y narrativas) no tienen otro sentido. Como en su célebre dístico: Yo quisiera vivir adormecido / en el rumor tan dulce de la vida. Que no puede separarse del final de otro poema a un muchachito feliz junto al mar, a pleno sol: Dulce estación de silencio y sol / y esta fiesta en mí con las palabras. Por lo demás la forma de homosexualidad que le convenía a Penna, sigue siendo -y acaso más hoy día- la peor comprendida, la más marginada…

INDICE
Introducción
1- Un día en el campo
2- El cuento
El oficinista contemplativo
Algo de fiebre
Relato doméstico
Mujer en piscina
Dos tiempos
Echar un cigarrillo
Esquina de Via Porpora
Perugia
El Lido de Roma
A orillas de una poza
Paseo nocturna
Dos Venecias
Las dos poetas
Aspectos de Milán
Los senderos
Tres luces
Viaje a Ciociaria
Llegada al mar
Velada milanesa
Casa de comidas
Otra casa de comidas
Historias todas
El juego sentimental
Psicología personal
Miedo
Cine
Apunte
Sur
Giulietto
Puerta Antigua
Verdad
Apunte
Apunte
Apunte triste
La muerte
Advertencia