Ed. Guadalupe, año 1987. Tamaño 23 x 15 cm. Usado excelente, 370 págs. Precio y stock a confirmar.

Al deshacerse la empresa organizativa y apostólica concebida y dirigida por José Manuel Estrada, fue el padre Federico Grote quien, al decidirse por la acción social, acaudilló un movimiento creando una orientación que marcó el rumbo del catolicismo por cerca de cincuenta años, casi hasta su muerte, en que otros factores vinieron a desviar o entorpecer esa orientación social. Nacido Grote el 16 de julio de 1853 en Munster de Westfalia, Alemania, ingresó a los diecisiete años en la Congregación de los Padres Redentoristas, y se ordenó sacerdote el 8 de junio de 1878, a la edad de veinticinco años. No debió de desconocer como seminarista la memorable exposición del Obispo de Maguncia, Monseñor Ketteler, en la conferencia episcopal de Fulda, en 1869, sobre el tema La Iglesia y los obreros de las fábricas. En 1879, la Congregación lo envió a América, destinado al Ecuador, donde se desempeñó como misionero. Cinco años duró su labor en aquel país, en el que alcanzó a iniciarse en el manejo del castellano, aunque sin lograr todavía mucha fluidez y sin perder el acento de su idioma natal. En agosto de 1884, el padre Grote arribó a Buenos Aires.

El ejercicio de su labor misionera puso a Grote en contacto con el país, ya que tuvo que recorrer las grandes ciudades y los pequeños pueblos de las provincias del litoral, del centro y del norte. En Buenos Aires alcanzó a recorrer todos los barrios predicando misiones y extendiéndose con igual propósito por los núcleos urbanos que rodeaban la Capital. Esa labor religiosa le permitió tomar contacto de modo especial con los grupos de inmigrantes de todas las nacionalidades y, en especial, con los de origen alemán. Todo ello fue un eficiente aprendizaje para introducirse en la realidad socio-económica de la población y conocer la indigencia de medios con que la Iglesia debía atender la inmensa tarea de la evangelización. Espíritu ardoroso e impetuoso a la vez, Grote tenía un modo muy particular de predicar, quizás distante del misionero tradicional, que se refería sólo a los problemas del alma. El, por el contrario, veía al hombre en toda su realidad y no desdeñaba a las cuestiones que lo alejaban de Dios y provenían de la situación social, cultural o ideológica.

Propenso a la polémica, muchas veces su intervención tuvo por objeto fines apologéticos, a fin de nutrir a sus auditores de elementos con qué rebatir los ataques que provenían de los diversos sectores anticristianos. El fenómeno de la inmigración provocaba en las grandes ciudades y en los pequeños pueblos constantes conflictos de orden religioso, pues quienes no lo eran asumían actitudes militantes y belicosas con quienes mostraban pertenecer a la Iglesia. Este rasgo, moderado con los años, otorgaba a Grote ciertos golpes calculados de audacia y una dosis de valentía y temeridad que le serían necesarias posteriormente para su tarea de conducción. En esto también actuaría como un adelantado, pues no era ése el estilo dominante del clero, habituado a enseñar en sus recintos cerrados. Ya le atraían a Grote los grandes conjuntos humanos, y a ellos quería llegar, no esperando que se acercaran, sino saliendo a encontrarlos en sus propios lugares de residencia o trabajo. Así fue descubriendo, sin apuro y con minuciosidad, al hombre que habitaba esta tierra, con sus problemas, sus virtudes y sus debilidades. De modo imperceptible, se aproximó a la comprensión del fenómeno social en toda su magnitud. Conoció que las ciudades de naciente movimiento industrial y de antiguas artesanías ocultaban una pavorosa realidad que no mostraba el rostro oficial del país ni dejaban entrever los medios de prensa burgueses.

Ya circulaban en Buenos Aires los impresos de protesta y de reivindicación, y ese síntoma hacía prever sucesos semejantes a los que sufrían los centros industriales europeos. Los sectores populares, generalmente con los más elevados índices de ignorancia y analfabetismo, eran fácilmente conquistados por las corrientes sociales de origen socialista y anarquista, introducidas por los grupos obreros de inmigración europea, que eran quienes llevaban la voz cantante y representativa en este sector.

Grote comprendía que la adhesión de las grandes masas de trabajadores exigía muchas etapas, comenzando por la de tomar contacto, acercarlas, servirlas, otorgarles formación y defenderlas, para luego ir a la labor de su promoción personal y social. Fundó, como vehículo de su obra, el Círculo Central de Obreros (1896). «Esta Asociación —dice el Estatuto— se funda en la Capital de la República Argentina, con el fin de defender y promover el bienestar material y espiritual de la clase obrera en marcada oposición a la funesta propaganda del socialismo y de la impiedad que, mediante promesas engañosas de efímera felicidad, llevan al obrero a su ruina temporal y eterna y acarrean a toda la sociedad males incalculables».

El padre Grote no propiciaba la formación de gremios, y no lo hacía por la sencilla razón de que no podía formarlos, ya que no existían suficientes obreros católicos por oficio para formarlo, y aun de existir, les faltaba la conciencia de clase, de sus derechos y deberes y una filosofía cristiana capaz de enfrentar las concepciones opuestas sobre el hombre, lo social y la estructura de la sociedad. El Círculo, en su modelo inicial y en los que con base en él se formarían inmediatamente, constituirían instituciones avanzadas de penetración en ese sector, a fin de atraerlos, nuclearios, formarlos, instruirlos, otorgarles adiestramiento de organización y de defensa mutua para sus múltiples riesgos. No había otro camino si es que se quería penetrar en el mundo del trabajo, y no se contaba con nada, ni siquiera con los hombres preparados que tuvieran conciencia de la necesidad de esa respuesta. Los que podían ser convocados no disponían de instrucción suficiente para enfrentar con doctrina propia la organización obrera. La ausencia de una mentalidad social en los católicos constituía una barrera psicológica e intelectual que levantaba una resistencia poderosa, ante la cual sólo cabía esperar una larga lucha para influir sobre ella y vencerla.

Grote quería agrupaciones de obreros, pero como la filosofía social católica no propugnaba la lucha de clases ni los enfrentamientos sociales, y sí, por el contrario, la armonía y mutua cooperación, él consideraba que hacia el Círculo debían confluir otros sectores que le presten el auxilio que aquéllos necesitan, a la vez que se realizaba el modelo de la cooperación y amalgama de sectores sociales. Pero el eje, el sujeto de los esfuerzos no será ayudar a las nacientes clases medias, y mucho menos a la burguesía, sino, por el contrario, procurar que éstas desciendan hacia el Círculo para impulsar el bienestar obrero y la promoción de los mismos. Los sectores sociales mejor dotados y poseedores de mayores recursos generales debían concurrir en auxilio de los más necesitados.

En un estudio redactado por un funcionario del Departamento Nacional del Trabajo, cuando aún Grote vivía, se lee, luego de expresar el carácter pacificador y armonizador de los Círculos: «De ahí que Grote optara por la organización mixta de filas abiertas a todos cuantos quisieran cooperar cristianamente al bienestar colectivo, y antepusiera, al gremio exclusivo y cerrado, el «Círculo» dispuesto a reunir, aproximar y ligar en su seno, sin distinción de rango, profesión u oficio, a todos los miembros del cuerpo social. Se comprenderá ahora que, si la agremiación profesional obrera presentaba relativas facilidades a los propagandistas de las tendencias revolucionarias, cuyo objetivo era el de formar núcleos de combate, excitando las pasiones de los trabajadores de escasa instrucción, para el padre Grote tenía que resultar lenta y ardua la de sus empeños, encaminada, no a destruir, sino a educar y reformar. La ejecución de esa obra reclamaba, más que masas descontentas, impresionables y decididas, obreros de convicciones morales arraigadas y capacitados para la acción social en la plena conciencia de sus derechos, obligaciones y responsabilidades».

El camino elegido por el fundador de los Círculos se diferenciaba del que practicaban los que, desde la ideología anarquista o socialista, penetraban en la clase trabajadora, pues mientras éstos sólo necesitaban administrarles unas pocas nociones rudimentarias, hacerles tomar conciencia de su grave situación, para luego aglutinarlos en un programa de lucha contra el sector patronal o el gobierno, los Círculos, sin desconocer esa realidad social y aun pretendiendo cambiarla, propiciaban medios pacíficos, una organización que promoviera el mejoramiento personal del obrero, le prestara servicios y lo educara para lograr su propia emancipación, al paso que, como institución, promovía reformas legislativas de carácter social. Ejercer una constante explicación de la estrategia elegida y de las razones que la avalaban constituyó por esa razón un trabajo permanente que se impuso Grote.

«…sucede con los gremios –decía en 1907- lo mismo que suele suceder con muchas cosas, ‘consideradas en sí’, o en ‘teoría, las más perfectas’, pero que en la práctica, por las grandes dificultades que se oponen a su realización o por el peligro y la facilidad del abuso que entrañan, son menos recomendables».

¿Cuáles eran los medios que el Estatuto del Círculo Central enumeraba para dar cumplimiento a las finalidades deseadas? Los medios eran varios y, a la vez, amplios, lo suficientemente elásticos, como luego lo demostraría la práctica, para dar cabida a múltiples acciones concretas. Los previstos en el Estatuto eran los siguientes: 1) La aplicación del socorro mutuo; 2) Fundación de escuelas primarias y nocturnas; 3) Creación de agencias de trabajo; 4) Actividades de recreación de todo tipo; 5) Conferencias y exposiciones sobre temas científicos, morales y religiosos; 6) Formación de cajas de ahorro; 7) Celebración de congresos obreros para estudiar y resolver puntos de interés común al obrero.

Indice:

Introducción.

I- El despertar de la conciencia social, 1882-1895:
1. De la experiencia política a la experiencia social.
2. Lo que Grote encontró.
3. La personalidad excepcional del padre Grote.
4. Buscando colaboradores.
5. El modelo de organización de los Círculos de Obreros.
6. El primer Círculo.
7. Los nuevos Círculos y la unidad de dirección.
8. Se inician las peregrinaciones al santuario de Lujan.
9. El periódico La Defensa.
10. La experiencia de los católicos sociales europeos.

II- El desarrollo de la obra de los círculos, 1895-1902:
1. La pesada carga del fundador.
2. La creación de la Agencia de Trabajo.
3. Círculo Universitario Antisocialista.
4. Las escuelas creadas por los Círculos.
5. El crecimiento de la obra de los Círculos hasta 1902.
6. El Primer Congreso Obrero de los Círculos.
7. Manifestaciones y peregrinaciones.
8. Creación de la Junta de Gobierno.
9. La formación social del clero joven.
10. Los Círculos de Obreros Liberales.
11. El episcopado y la cuestión social.
12. Nuevas orientaciones de la Santa Sede sobre la cuestión social.

III- La consolidación de la obra de los Círculos, 1902-1912:
1. El Patronato de aprendices.
2. Crisis de conducción.
3. El rol de los Directores Espirituales.
4. La catolicidad de los Círculos.
5. La mujer en los Círculos.
6. Los Círculos y la política.
7. La Voz del Obrero.
8. El periódico El Trabajo.
9. Otras publicaciones de los Círculos.
10. La contribución personal de Alejandro Calvo.
11. El crecimiento de los Círculos.

IV- Cuatro Congresos de los Círculos:
1. El Segundo Congreso. Catamarca, 1904.
2. El Tercer Congreso. Córdoba, 1906.
3. La Santa Sede y los Círculos.
4. El Cuarto Congreso. Santa Fe, 1908.
5. El Quinto Congreso. La Plata, 1910.
6. La experiencia de Cuatro Congresos.

V. La Liga Demócrata Cristiana, 1902-1903:
1. La etapa de preparación.
2. La presentación pública de los demócratas cristianos.
3. Propósitos iniciales de la democracia cristiana.
4. El Directorio y los emblemas de la Liga.
5. Controversias con los socialistas.
6. El programa de la Democracia Cristiana.
7. Desencuentro entre los Círculos y los demócratas cristianos.
8. La Democracia Cristiana y la jerarquía eclesiástica.
9. Un hombre providencial: Pont Llodrá.

VI- La Liga Demócrata Cristiana, 1903-1907:
1. Los grupos demócratas cristianos que se formaron.
2. Candidatura y elección de Santiago O’Farrell.
3. La Academia de Ciencias Sociales.
4. Primer Congreso de los demócratas cristianos, 1905.
5. Comité de Defensa de los Intereses Agrarios.
6. El Instituto Popular, 1906-1907.
7. Otras actividades de los demócratas cristianos.
8. El periódico Democracia Cristiana, 1902-1906.
9. La revista Justicia Social, 1907.
10. La muerte de dos líderes.
11. Una polémica: las dos escuelas sociales y las objeciones a la Democracia Cristiana.

VII- Formando gremios profesionales, 1902-1907:
1. De los Círculos a los gremios.
2. Suspicacia y recelos producidos por el programa gremial.
3. El gremio de empleados de comercio.
4. Un estudio excepcional sobre los problemas laborales del dependiente de comercio.
5. Los Círculos de Obreros y la agremiación.
6. Siete gremios organizados.
7. Un apóstol social: Liborio Vaudagnotto.
8. La Sociedad Argentina de Obreros del Puerto.
9. Patrones, gobierno y anarquistas entreverados en el conflicto del puerto.
10. Nuevos intentos gremiales de los Círculos.
11. ¿Qué causas detuvieron el crecimiento gremial?.

VIII- La Unión Democrática, 1908-1912:
1. El repliegue demócrata cristiano.
2. Nace la Unión Democrática.
3. Los Círculos de Estudio y otras actividades.
4. Un manifiesto público.
5. La presencia demócrata cristiana en otras manifestaciones del catolicismo.
6. El gremialismo, las huelgas y los demócratas cristianos.
7. El Demócrata, 1911-1912.

IX- El Episcopado y la cuestión social, 1903-1912:
1. El padre Pont Llodrá y la formación social del clero.
2. El Episcopado y la cuestión social.
3. El Obispo de Córdoba y los Círculos.

X- Los católicos sociales y la legislación laboral, 1895-1904:
1. La acción social cristiana y su proyección en la legislación.
2. Un proyecto de vivienda obrera presentado al Congreso, 1895.
3. Antecedentes en favor del descanso dominical.
4. Una petición socialista.
5. El voto del Primer Congreso de los Círculos, 1898.
6. Pastoral del Arzobispo de Buenos Aires sobre el descanso dominical.
7. El proyecto de descanso dominical de los Círculos presentado al Congreso.
8. La protección legal de los menores en el Primer Congreso.
9. El proyecto de los Círculos sobre el trabajo de menores.
10. La primera manifestación para solicitar la sanción de dos proyectos sociales, 1901.
11. Una gestión ante el Ministro del Interior.

XI- Los católicos sociales y la legislación laboral, 1904-1912:
1. El periódico El Descanso Dominical.
2. El proyecto de descanso dominical en el Congreso.
3. El proyecto de reglamentación del trabajo de mujeres y menores en el Congreso.
4. Los social cristianos y el proyecto de Ley Nacional del Trabajo.
5. El programa de legislación social del Segundo Congreso Nacional de los Católicos.
6. Los Círculos piden la sanción del proyecto de contrato de trabajo y accidentes obreros.
7. Al final de una campaña.

XII- El alejamiento del Padre Grote, 1910-1912:
1. Una renuncia no aceptada.
2. Los críticos disconformes.
3. Los Círculos de Obreros y la estrategia del padre Grote.
4. Últimos trabajos del fundador.
5. La renuncia del padre Grote.
6. La tramitación de la renuncia.
7. Adiós a las obras.