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Ed Totem Comics, año 1990. Tamaño 30 x 23 cm. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 52
La «Royal Mounted Pólice», la célebre Policía Montada del Canadá, siempre estuvo rodeada de un atractivo especial y de una aureola de la leyenda por la valentía y la eficacia de sus miembros; porque un «guerrera roja» «always gets his man», captura siempre a su hombre. En 1873, con el nombre de «North West Mounted Pólice», fue creado este cuerpo policial para mantener el orden en las inmensas regiones del Canadá noroccidental. Tierras en gran parte y, como puede leerse en un informe de «sin ley, sin orden y sin seguridad para los hombres y las propiedades».
Por aquellos años empezaba a colonizarse la inmensa región entre los Grandes Lagos y las Montañas Rocosas; y el gobierno, queriendo evitar que se repitiese la experiencia de los Estados Unidos, donde la expansión de los colonos había ocasionado numerosos episodios de violencia y las sangrientas guerras con los indios, pensó crear un cuerpo paramílitar que mantuviese el orden en los nuevos asentamientos, estableciese relaciones amistosas con las tribus indias, hiciese desaparecer el contrabando y recaudase los impuestos entre los pioneros.
Inspirándose en la «Royal Irish Constabulary (la Policía Real irlandesa, creada a principios del siglo XIX para controlar los frecuentes desórdenes en las zonas rurales de la isla) y las unidades de caballería armadas de fusiles que el ejército nordista había empleado durante la guerra de Secesión de los EE.UU., el 23 de mayo de 1873 el primer ministro Sir John A. Macdonald presentó al Parlamento el acta de constitución de la North West Mounted Police.
Tres meses después se inició el reclutamiento de los primeros trescientos hombres. Debían ser personas «de sana constitución, capaces de montar a caballo, de cuerpo ágil y fuerte, de buen carácter, de una edad comprendida entre los 18 y los 40 años» y «saber leer y escribir el francés o el inglés». Se alistaban por tres años (el sueldo base era de 75 centavos al día) y al final de su trabajo tenían derecho a un terreno de 160 acres. La guerrera roja del ejército británico fue adoptada como uniforme y aún hoy la usan en los días de gala.
A pesar de la enorme extensión del territorio y su número reducido, los «guerreras rojas» se ganaron en seguida el temeroso respeto de los maleantes, las simpatías de los indios y la colaboración de los colonos. Su lema, «Mantiens le Droit», llegó a ser una realidad aceptada por todos.
En 1876, cuando los sioux pidieron insistentemente a los indios pies negros que se unieran a ellos en la guerra contra la caballería de los EE.UU. —prometiéndoles que después invadirían el Canadá y echarían a los «guerreras rojas» y a los colonos—, éstos rechazaron la propuesta, afirmando que estaban en óptimas relaciones con los «mounties» y con la «Gran Madre Blanca», la reina Victoria.
Los «guerreras rojas» aumentaron aún más su reputación durante la construcción de la «Canadian Pacific Railway» —iniciada en 1881—, durante la fiebre del oro en Klondike y en la represión de la violenta insurrección que en 1885 tuvo como protagonistas a los mestizos franco-canadienses dirigidos por Louis Riel. (Esta insurrección representó un momento de gran tensión política y social en Canadá, porque fue protagonizada por una minoría étnica, católica y de origen francés, que buscaba su identidad perdida). El descubrimiento de oro en la zona del Yukón, el 17 de agosto de 1896, desencadenó una de las «fiebres del oro» más notables y los «mounties» se emplearon a fondo para mantener el orden en los yacimientos auríferos, literalmente invadidos por miles de buscadores de oro, especuladores de tierras, comerciantes y aventureros de todas clases.
En reconocimiento de su magnífica labor en favor del desarrollo del Canadá, el rey Eduardo VII, en 1904, concedió al cuerpo de la Policía Montada el título de «Real». Antes de que estallase la primera guerra mundial (dos escuadrones de caballería combatieron en Francia y en Siberia), los «mounties» —que habían alcanzado ya el número de 1268 hombres— fueron reorganizados a fondo: se les libró de las funciones normales de policía —excepto en el Noroeste y en el territorio del Yukón—, se les confió la vigilancia de las fronteras y la labor de imponer las leyes federales y de apoyar, en caso de necesidad, a las autoridades civiles. En 1920 se les cambió el nombre por el que tienen actualmente y la Royal Canadian Mounted Police extendió su jurisdicción a todo el territorio canadiense.
En 1932, el «Preventive Service» de la Oficina de impuestos y otras instituciones provinciales fueron integrados en la Policía Montada. Cinco años después se creó un destacamento naval, otro de aviación y además, varios laboratorios de investigación científica sobre el crimen. Después de la segunda guerra mundial, los «mounties» también tuvieron que enfrentarse con algunos casos de espionaje, referentes sobre todo a las investigaciones atómicas.
Modernizado al máximo (aunque entre sus medios de transporte aún existen trineos tirados por perros), el cuerpo de la Policía Montada cuenta hoy con más de cinco mil hombres y representa a la ley federal en todo el país.
Franco Fossati