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Ed. Anagrama, año 1999. Tamaño 22 x 13,5 cm. Traducción de Jaime Zulaika. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 284
Por Catherine David, Frédéric Lenoir y Jean-Philippe de Tonnac
Cuando sobrevenga el año 2000, los productores de Hollywood ya nos habrán propuesto sin duda todos los guiones posibles sobre el fin del mundo. Tras el retorno de los dinosaurios, la llegada de los extraterrestres y la caída de meteoritos, aguardamos con impaciencia el apocalipsis nuclear, los terremotos y los maremotos devastadores…Sin embargo, la mayoría de los espectadores que se agolpan en las salas oscuras para estremecerse ante la inminencia del diluvio de fuego se apresta a festejar alegremente el final del milenio en los mejores restaurantes del planeta. De hecho, salvo los ansiosos crónicos, los iluminados y los adeptos de sectas apocalípticas, nadie espera seriamente que el 31 de diciembre de 1999 se convierta en el fin de los tiempos. Muchos han olvidado incluso el significado de esta fecha, y celebrarán la llegada del triple cero más que el dos mil aniversario del nacimiento de Cristo. Ahora bien, se trata justa exclusivamente de eso, aun cuando, para la pequeña historia, los especialistas convengan en decir que, como Jesús nació cinco o seis años antes del comienzo oficial de la era cristiana, ¡haría ya algunos años que hemos entrado en el tercer milenio!
Así pues, esta fecha del año 2000, que excita la imaginación, sirve de pretexto para una asombrosa comercialización del Apocalipsis. ¿Pero no puede ser asimismo la ocasión de meditar más seriamente sobre el concepto del «fin de los tiempos» y, más allá, sobre el sentido filosófico del tiempo? ¿No ha llegado el momento también de hacer un balance de dos mil años de civilización cristiana y de reflexionar sobre los desafíos de una sociedad en plena transformación? Para emprender esta reflexión, como periodistas que somos hemos querido interrogar a algunos interlocutores de una envergadura intelectual extraordinaria, pertenecientes a las disciplinas más diversas: el sabio norteamericano Stephen Jay Gould, el historiador francés Jean Delumeau, el guionista y escritor francés Jean-Claude Carrière y el semiólogo y novelista italiano Umberto Eco. Así ha nacido este libro.
Tal como Jean Delumeau explica por extenso en sus páginas, el tema del «fin de los tiempos» procede directamente de la Biblia que, en oposición a las sabidurías griegas y orientales, inventó el concepto del tiempo lineal, dotado de un principio y un fin. Veremos, además, cómo esta concepción del tiempo ha influido en todo el desarrollo del pensamiento occidental, hasta en el más profano. Si el Libro del Génesis se propone contar el origen del mundo, los diferentes relatos escatológicos de la Biblia -y entre ellos el célebre Apocalipsis de San Juan- se esfuerzan en describir el fin de los tiempos. El terrible texto del Apocalipsis anuncia, sin fecharlos, un número determinado de acontecimientos, la mayoría dramáticos, que deben jalonar la historia de la humanidad hasta el día del Juicio Final, en el que Dios interrumpirá el curso de la historia y juzgará a todas las criaturas según sus actos. Este libro habla asimismo de un período de mil años, anteriores al fin de los tiempos, en los que el diablo permanecerá encadenado y que verá el triunfo d< Cristo sobre la tierra. Jean Delumeau y Stephen Jav Gould recuerdan aquí la honda impresión que esta profecía ha causado en los espíritus a lo largo de los dos mil años transcurridos: esas expectativas llamadas «milenaristas» han suscitado muchos más trastornos y pasiones que el final del primer milenio, que dejó, contrariamente a los tópicos, indiferente a la mayor parte de los cristianos. Los temores y las esperanzas del fin del mundo se produjeron sobre todo en el Renacimiento, periodo de angustia en el que cada suceso destacado se interpretó como el signo de que se había cumplido una profecía del Apocalipsis. El declive del mundo cristiano y la secularización de la sociedad han ahuyentado del imaginario occidental estas creencias y miedos típicamente religiosos. Sin embargo, como señala Umberto Eco, «el pensamiento del fin de los tiempos es hoy más característico del mundo laico que del mundo cristiano. Este último lo convierte en objeto de meditación y el mundo laico finge ignorarlo, pero este pensamiento lo obsesiona». Dicho de otra manera, ya nadie, a semejanza del héroe de la novela de Eco El nombre de la rosa, interpreta «los signos de los tiempos» como signos del «fin de los tiempos» descrito en el Apocalipsis. Nadie teme que «las estrellas caigan del cielo», que «la Bestia surja del mar» o que «los saltamontes se precipiten desde el pozo del abismo». No obstante, el mundo profano afronta otros temores escatológicos, ajenos a toda temática religiosa, pero no menos angustiosos: la amenaza nuclear, el agujero en la capa de ozono y todas las posibles catástrofes ecológicas, la reaparición del integrismo y sus amenazas sectarias, el foso Norte-Sur, «el horror económico», la posibilidad de una nueva colisión con un meteorito, etc.
Cada uno de nuestros cuatro grandes testigos nos recuerda a su manera que cualquier época agitada genera sus propios fantasmas de aniquilación. En efecto, seguimos estando marcados ineluctablemente por el sello de la concepción judeocristiana de la flecha del tiempo, el sentido de la historia y el fin de los tiempos. Jean-Claude Carriére no deja, por otra parte, de recordar la concepción cíclica del tiempo de los orientales y de explicar que si, para los hindúes, vivimos un periodo de destrucción -el Kali Yuga-, éste constituye a la vez el preludio de una nueva edad de oro. No es menos cierto, con todo, que muchos de nuestros contemporáneos tienen la sensación de vivir una época imprevisible y temen, más o menos confusamente, una gran catástrofe. Las tiradas espectaculares de las profecías de Nostradamus que predecían que el fin del mundo tendría lugar en julio de 1999, el éxito mundial del Código secreto de la Biblia, que anuncia el apocalipsis para el cambio del siglo, y las enormes audiencias de films catastrofistas como Armageddon (una expresión bíblica que significa «el fin de los tiempo») son otros tantos indicios reveladores de una sorda angustia. La humanidad comienza a cuestionar los fabulosos progresos técnicos en los que había depositado sus esperanzas: ¿no van, a la postre, a causar su perdición? En el fondo, aunque casi nadie teme realmente la fecha del año 2000, muchos no se sorprenderían de ver que nuestro orgulloso navío choca de repente contra un iceberg. El mito moderno del Titanic expresa, tal vez mejor que ningún otro, los miedos ocultos de nuestra época.
Lo que sin duda sigue siendo llamativo es la coincidencia entre este período de grandes trastornos y un cambio de milenio. Esta concordancia en el tiempo, ya sea significativa o fortuita, nos ha brindado un magnífico pretexto para una conversación apasionante con algunos de los grandes espíritus de nuestro tiempo. A lo largo de un año, y sin apenas descanso, hemos mantenido estas entrevistas en París, Nueva York, Milán y Bretaña. Cada uno de nuestros autores ha releído atentamente el conjunto y ha comentado los textos de los demás participantes, ampliando de este modo el ámbito del diálogo. Asimismo hemos pedido a los cuatro una conclusión; las cuatro figuran al final del libro.
Cuatro temas capitales sirven de hilo conductor a estas entrevistas: el año 2000, su significado, y todas las cuestiones de calendario inherentes; el concepto de «fin de los tiempos», con su doble resonancia religiosa y profana; la cuestión del tiempo mismo, en su dimensión filosófica y científica; nuestra época por último, su carácter específico, sus envites, sus amenazas, sus promesas. Todos estos asuntos se mezclan y se responden a lo largo de los coloquios. Cada entrevista posee, empero, su tono inimitable, vinculado a la personalidad del testigo y a su campo de investigación prioritario; el lector podrá comprobar que aquí se expresa una gran diversidad de puntos de vista y de convicciones íntimas. Sin embargo, advertirá también numerosa convergencias que revelna un determinado estado de ánimo compartido por todos. Stephen Jay Gould, Jen Delumeau, Jean Claude Carrière y Umberto Eco (por orden de aparición) concuerdan finalmente en torno a algunas palabras clave libertad, lucidez, razón, responsabilidad, humor.
INDICE
Prefacio
Stephen Jav Gould, EL AÑO 2000 Y LAS ESCALAS DEL TIEMPO
Presentación
Los gozos del calendario
Los caprichos del cero
«Mil años son como un día»
Los estragos de la esperanza
El fin de los tiempos ya ha tenido lugar
Lo que nos enseña la evolución
¿Qué amenazas pesan sobre nosotros?
Una nueva visión del pasado
En busca de otras formas de vida
Jean Delumeau, EL APOCALIPSIS RECREADO
Presentación
La prueba del tiempo
El mal y el sufrimiento
Juicio individual y Juicio Final
Jesús inaugura el fin de los tiempos
Mil años de dicha
Las grandes horas del milenarismo
El miedo al fin del mundo
Recobrar la esperanza
Jean Claude Carrière, LAS PREGUNTAS DE LA ESFINGE
Presentación
El tiempo de Kali
El sueño de Visnú
Prepárense para la gran noche
El vértigo del tiempo
¿Fin del tiempo o fin de los tiempos?
Edipo en la entrada de Tebas
El ciego y su hija
El secreto de los relojeros
El tiempo de los abogados
El retiro del mundo
Una pareja muy antigua: el espacio y el tiempo
El fin de la especie humana no es el fin del mundo
Elogio de la lentitud
El sueño es nuestra verdadera victoria sobre el tiempo
Umberto Eco, A TODOS LOS EFECTOS
Presentación
El mito de los terrores del año 1000
Visiones paranoicas
Todos los hombres son mortales
El tiempo es una invención del cristianismo
El virus del milenio
Funes o la memoria
El mito de la tabla rasa
«Si yo fuera un elefante, tendría colmillos»
El tiempo del arrepentimiento
Por una ética de la negociación
Optimismo trágico
Conclusiones
Stephen Jay Gould
Jean Delumeau
Jean Claude Carrière
Umberto Eco