Precio y stock a confirmar
DVD Original
Estado: Nuevo
Origen: Inglaterra / Estados Unidos
Blanco y negro
Formato
Psicosis: Widescreen
Agonía de amor: Fullscreen
Idioma: Inglés
Subtítulos: Castellano
Duración
Psicosis: 108′
Agonía de amor: 114′
Director: Alfred Hitchcock
Actores
Psicosis: Anthony Perkins, Janet Leigh, John Gavin, Vera Miles, John McIntire, Martin Balsam, Simon Oakland, Patricia Hitchcock
Agonía de amor: Gregory Peck, Alida Valli, Ann Todd, Charles Laughton, Charles Coburn, Ethel Barrymore, Louis Jordan
Psicosis
Psicosis era una novela de poca tirada escrita por un autor apenas conocido, Robert Bloch. Este escritor pasaría del anonimato a la fama cuando Hitchcock leyó su novela, compró los derechos y la llevó al cine, no sin problemas, ya que al principio iba a ser una película producida por la Paramount, dejó de serlo en el momento en el que los directivos tuvieron la novela y decidieron no producirla. Hitchcock se había quedado solo con un proyecto en el que apostaba firmemente pero en el que nadie creía, por lo que decidió financiarla él mismo.
Una muchacha llamada Marion, que es amante de Sam, en un momento de desvarío huye de Phoenix en automóvil llevándose consigo cuarenta mil dólares que su jefe le había encargado entregar en el banco.
Por la noche se detiene en un motel poco frecuentado. Su joven dueño, Norman Bates, se confía a ella, confesándole que vive en compañía de su anciana madre, a quien adora, aunque la vida con ella sea difícil. Marion llega a oír cómo la mujer le grita a su hijo.
Antes de acostarse, Marion toma una ducha cuando de pronto aparece la anciana y la mata de doce cuchilladas, desapareciendo después como había entrado.
Norman vuelve a aparecer gritando: “¡Madre no! ¡Dios mío!”. Examina la sangrienta imagen y parece realmente desolado. Inmediatamente procede a poner las cosas en orden, encierra el cadáver en el maletero del coche, con su equipaje y sus vestidos (así como el dinero), y hunde el automóvil en un pantano.
Desaparecida Marion, pronto es buscada por su hermana Leira, por Sam y por un detective privado llamado Arbogast, quien se presenta en el motel. Norman lo recibe cordialmente, aunque se muestra nervioso ante sus preguntas y se niega a que Arbogast entreviste a su madre. El detective decide irse, pero antes se cuela en la casa y termina asesinado por la madre de Norman.
Mientras tanto, Leila y Sam hablan con el Sheriff, quien les asegura que la madre de Norman lleva diez años muerta. Los dos se van al hotel y mientras Sam entretiene a Norman, Leila logra colarse en la vieja mansión, donde escapa por los pelos de una muerte segura, al ser desenmascarado Norman, quien en un forcejeo con Sam pierde la peluca, desvelando que en su mente cohabitaban dos personas, la suya y la de su madre.
Psicosis es un continuo juego de pistas falsas, como ese arranque magistral que pretende mantener la atención de los espectadores en el aspecto sexual para enseguida asesinar por sorpresa a la protagonista. Las dos escenas cumbres de la película son sin lugar a dudas el asesinato de Marion en la ducha y el del detrective Arbogast, que rodando por las escaleras.
Declaraciones del propio Hitchcock sobre ambas secuencias:
“El rodaje de la escena de la ducha duró siete días y tuvimos que realizar setenta posiciones de cámara distintas para obtener cuarenta y cinco segundos de película. Me había fabricado un torso artificial con sangre que debía brotar bajo la presión del cuchillo, pero no me serví de él. Preferí usar una modelo desnuda que doblase a Janet Leight. De esta no se ve más que la cara, los hombros y las manos. Naturalmente el cuchillo nunca tocó su cuerpo y todo está hecho en el montaje. No se ve ninguna parte tabú del cuerpo, filmamos al ralenti ciertos planos para
evitar la imagen de los senos, planos que posteriormente no fueron acelerados pues su intersección en el montaje da sensación de velocidad normal(…) Es la escena más violenta del film y fue lo único que realmente me interesó de la novela. El recuerdo sólo de esa escena, basta para hacer angustiosos los momentos posteriores del film en los que la violencia decrece…”
“Para la escena del asesinato de Arbogast me seví de una sóla toma del detective subiendo las escaleras y, cuando se acerca al último peldaño, coloqué la cámara en el techo por dos razones: Para mostrar a la madre verticalmente(de espaldas se sospecharía que se quiere ocultar el rostro) y para conseguir un fuerte contraste entre el plano general de la escena y el primer plano de la madre con el cuchillo. Es exactamente como la música: la cámara en lo alto, con los violínes, y de pronto, la gran cabeza, con los instrumentos de metal. En el plano del techo tenía a la madre que llegaba de improviso y el cuchillo que atacaba. Cortaba en el movimiento y pasaba al primer plano. Al detective le pegamos un tubito y plástico lleno de hemoglobina que yo mismo accioné tirando de un hilo cuando el cuchillo cae sobre él… la caída está trucada: primero rodé con la Dolli la caída por las escaleras sin personaje y luego coloqué a Arbogast sentado en una silla delante de la pantalla de transparencia en la que se proyectaba la caída”.
Agonía de amor
Una mujer (Alida Valli) es acusada del asesinato por envenenamiento de su marido, un retirado coronel ciego. Su belleza sin igual ha impactado a todos, al grado que rápidamente enamora a su abogado (Gregory Peck), quien pese a poner en jaque su matrimonio consolidado de más de once años sucumbe ante los encantos de la presunta asesina; la esposa del propio juez (Ethel Barrymore) dice “cuánto desearía que el veredicto fuera de inocencia”; la esposa del abogado (Ann Todd) cree en su inocencia sólo porque la hermosura de la inculpada así lo demuestra; el mozo (Louis Jourdan) que era sumamente fiel a su amo -el coronel ciego- también sucumbe a sus encantos. La perfección femenina puede más para el abogado que incluso varios indicios que lo llevan a pensar que sí es culpable; incluso la inculpada lo despide, pero él le implora que lo deje defenderla…
El productor David Selznick se sentía intrigado por The Paradine Case, una novela de Robert Hichens. Ya en 1935, cuando trabajaba para Metro-Goldwyn-Mayer, había intentado interesar a Greta Garbo para que interpretara el papel de la misteriosa Sra. Paradine, cuyos encantos provocan la caída de un respetable abogado inglés contratado para defenderla de la acusación de asesinar a su marido. Todavía con la esperanza de lograr que Garbo saliera de su retiro para hacer el personaje, Selznick compró los derechos de la novela a la MGM y se la ofreció a la diva. “Desafortunadamente”, contó Selznick entonces, “la señorita Garbo siempre sintió una fuerte aversión por esta historia y todavía no quiere protagonizarla”. A Hitchcock tampoco le interesaba el proyecto, pero estaba bajo contrato con Selznick por cinco mil dólares semanales y se sentía en la obligación de aceptarlo. Trató de entusiasmarse con el argumento y finalmente logró encontrar algunos elementos que lo intrigaron. Según le contó a François Truffaut muchos años después, “Lo que me atrajo de esa película fue tomar a una persona como la Sra. Paradine, ponerla en manos de la policía, obligarla a someterse a todas sus formalidades, y hacerla decirle a su mucama: ‘Creo que no volveré a cenar’. Y luego mostrarla pasando la noche en una celda, de la cual, de hecho, ya no saldrá”.
Hitchcock y su esposa, Alma Reville, prepararon una adaptación de la novela que sintieron aceptable, pero Selznick, cuando finalmente encontró el tiempo para leerla, no estuvo satisfecho. Luego el productor aceptó la sugerencia de Hitchcock de llamar al prestigioso dramaturgo escocés James Bridie para trabajar en el libreto. Pero a Bridie no le gustó el país y regresó rápidamente a Inglaterra, hizo su trabajo desde allí y lo envió al estudio por correo. Esa situación resultó ser inaceptable para Selznick, quien decidió hacerse cargo de la escritura del guión personalmente, a pesar del poco tiempo libre que le dejaban sus otros asuntos. Con la esperanza de hacer que el trabajo fuera más rápido, llamó de emergencia al escritor Ben Hecht, pero incluso esa opción no tuvo el resultado de otras oportunidades. La agenda de Hecht no le permitió trabajar en el proyecto durante mucho tiempo y Selznick tampoco fue capaz de dedicar el tiempo que quería para trabajar con él. Como resultado, mientras se acercaba el comienzo del rodaje, previsto para el 23 de diciembre de 1946, Selznick escribió: “Estoy al borde del colapso, no pienso con claridad y en estas condiciones tengo que tratar de rescribir y arreglar The Paradine Case. Estoy seguro de que tiene tremendas fallas, pero tendrá que estar perfecto a la hora de comenzar a rodarse. Debo confiar en que de algún modo seremos capaces de reunir el elenco, considerando que habrá después costosas retomas. Todo esto suponiendo que, incluso cuando la película esté terminada, yo tendré algún tiempo para hacer mi trabajo como productor”.
Por primera vez en su larga asociación, Selznick y Hitchcock se encontraron profundamente en desacuerdo acerca del elenco de un film. Selznick había persistido en sus esfuerzos por encontrar talentos nuevos y, en la esperanza de hallar un reemplazo para Ingrid Bergman, importó a una actriz italiana llamada Alida Valli. Habiendo visto una prueba filmada, el productor le asignó el papel de la enigmática Sra. Paradine, luego de pedirle las alteraciones necesarias para ajustarla a su idea de lo que debía ser una estrella: dentadura nueva, una dieta estricta, la eliminación de su acento y, por razones publicitarias, de su nombre de pila. Selznick también insistió en que Hitchcock utilizara a Gregory Peck para el papel del muy inglés abogado que cae bajo el hechizo de su cliente. “No creo que Gregory Peck pueda representar adecuadamente a un abogado inglés”, dijo Hitchcock, que quería a Laurence Olivier o a Ronald Colman. (…)
Fue con todos estos problemas y compromisos que Hitchcock comenzó a filmar la película a fines de diciembre. El productor estaba atrapado con los problemas que presentaba el estreno de Duelo al sol (Duel in the Sun, King Vidor, 1946) y no había tenido tiempo de terminar el libreto. Hitchcock filmó todo lo que estaba escrito y luego, como contó después, “Selznick escribía una escena cada día y la enviaba al set, lo que constituye un método de trabajo muy pobre”. Esto resultó extremadamente perturbador para el cineasta, que tenía cada vez más problemas para mantener su interés en el proyecto. Selznick, quien normalmente era muy sensible a los problemas que alteraban el ritmo de un rodaje, de algún modo sintió en este caso que la dificultad era el propio Hitchcock.
Como comentó en un memo a Dan O’Shea, presidente de su empresa de distribución, “Me preocupa mucho el avance de The Paradine Case. Hitch se ha retrasado tremendamente. En los primeros seis días de rodaje tuvo un retraso de tres días. Creo que ha percibido nuestra aparente indiferencia por los costos y la falta de la mano firme que en ocasiones anteriores mantuve sobre él. (…) Conocemos su extraordinaria eficiencia cuando quiere ser eficiente. Te puedo asegurar algo: veremos resultados enteramente diferentes cuando comience una película suya y también puedes estar seguro de que él atribuirá esa eficiencia a su propia manera de hacer las cosas, en oposición a la gran ineficacia que nos atribuye. Me ha dicho que consideraba ‘bochornoso’ el modo en que comenzamos a rodar esta película, con todos los preparativos necesarios realizados ‘con un atraso de veinte años’.
En un esfuerzo por acelerar las cosas, Hitchcock, Selznick y el director de fotografía Lee Garmes decidieron filmar la escena culminante del juicio utilizando múltiples cámaras y registrar la acción sin interrupciones, como en una obra teatral, para tener toda la escena filmada en un día en lugar de los tres o cuatro necesarios para hacerla del modo normal. Sin embargo, a pesar de esa intención, el rodaje de la secuencia tomó igualmente tres días debido a los ensayos con el elenco y el equipo y la disposición de la complicada iluminación necesaria.
Ronald Haver en David O. Selznick’s Hollywood, Secker & Warburg, Londres, 1980.