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Ed. Sudamericana, año 2011. Tamaño 23 x 16 cm. Incluye 21 fotografías en blanco y negro sobre papel ilustración. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 464

el enigma perrottaPor María Seoane
Buenos Aires, otoño de 2011

La primera vez que tomé contacto con la historia de Perrotta ocurrió en el invierno de 1997, más precisamente en junio, en la redacci6n del diario Clarín, donde trabajaba como editora. Una tarde me convocó el prosecretario general de redacción y luego editor general, Ricardo Kirschbaum, para mostrarme unos papeles: era una desgrabaci6n mecanografiada, con letra casi ilegible saturada de tinta, plagada de faltas de ortografía, y con nombres y preguntas entrecortadas de difícil comprensión. Se me
dijo que esos papeles podían provenir de los archivos del Bata116n 601 de la Inteligencia del Ejército y que se referían a los interrogatorios al director de El Cronista Comercial, Rafael «Cacho» Perrotta, desaparecido exactamente veinte años antes, en junio de 1977. Se me dijo que en la noche del 2 de junio, en el programa Fenómeno de América 2 conducido por Mauro Viale con la producci6n periodística de Fabián Doman, se emitiría un informe sobre una historia james contada, por lo menos en la TV.

Doman -a quien conocí cuando él era encargado de prensa de María Julia Alsogaray- dijo que en el diario estaba la periodista indicada para «decodificar» esos documentos, por mi conocimiento de la historia de la guerrilla guevarista, ya que había escrito el libro Todo o nada, la historia pública y privada de Mario Roberto Santucho, jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Esos papeles señalaban que el secuestro y desaparición de Perrotta tenían que ver con sus vinculaciones con la Inteligencia del ERP y daban cierta explicación a su historia, pues junto con Jacobo Timerman habían sido dos dueños de medios de comunicación secuestrados durante la dictadura por sus supuestos contactos con la guerrilla. No recuerdo en detalle cómo apareció el nombre de Juan Bautista «Tata» Yofre -periodista y ex jefe de la SIDE durante 1989 y 1990 en el gobierno de Carlos Menem- como facilitador de esos papeles. Sí recuerdo lo siguiente: mi libro Todo o nada fue publicado en octubre de 1991; unos meses más tarde, Yofre me invite a tomar un café en la esquina del Círculo Militar en Plaza San Martin. Luego de elogiar el libro, se mostró realmente intrigado por saber por qué yo no había hecho hincapié en la «guerra de inteligencia» de los años setenta. Le contesté que mi
único objetivo era comprender los motivos de miles de jóvenes argentinos para tomar el camino de las armas; que explicar por qué nuestra sociedad había lanzado a una generación, valiente y comprometida haste los huesos, por el camino de la violencia política era también la manera de evitar que aquella tragedia se repitiera en el futuro. Yofre me preguntó entonces si yo había conseguido tener acceso a documentos de la inteligencia guerrillera y si tenía interés en escribir sobre eso. Le contesté que no. Fue la última vez que tuve noticias de él, aunque varies veces lo llamé en años posteriores para solicitarle información periodística sobre otros papeles calientes -que dijo no tener- y cierta referencia al caso Perrotta para este libro.

Volviendo al invierno del 97, puedo recorder también que en aquel tiempo varios colegas manifestaban cierto estupor ante el rumor insistente de que los archivos del 601 estaban «en venta» por medio millón de dólares, y sin duda incluían los interrogatorios bajo torture de Perrotta. Provocaba esco2or esa posibilidad, porque aquellos archivos -cuya existencia era reiteradamente negada por el poder militar residual y en actividad- eran requeridos desesperadamente por todos los organismos humanitarios para avanzar en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura, tapiado por las leyes de impunidad -Obediencia Debida, Punto Final- y el indulto,
que ya regían. Se decía que los archivos de la represión no habían sido destruidos y la existencia de esos papeles sobre Perrotta lo confirmaba.

También recuerdo la sorpresa de que documentos pertenecientes al Estado pudieran provenir de un ex jefe de la SIDE que en 2007
y 2008 publicó dos libros con abundante información oficial secreta sobre los años de plomo, y que podrían haber surgido -dijeron con desconfianza algunos colegas- de una sesuda y ardua investigación periodística. De sodas maneras, el destino de aquellos documentos continúa siendo un enigma pero algunas de sus pistas se describen al final de este libro.

Lo cierto es que para los periodistas que intcrvinieron en esta historia sobre el caso Perrotta -Kirschbaum y el entonces secretario general de redacci6n, Roberto Guareschi-, el acuerdo con el enviado de Viale era que yo ayudaba a «decodificar» esos documentos, es decir, a traducirlos para su difusión en su programas de TV, y el diario podía publicarlos la mañana posterior al programa, reservándose el derecho de criticarlo si derrapaba, como se suponia, en el amarillismo descarnado. Así ocurrió: Clarín difundió en tapa el caso Perrotta con un despliegue de investigación y testimonios realizados bajo mi responsabilidad periodística, y también criticó el programa. Ambos periodistas habían conocido y trabajado con Perrotta en los años setenta en El Cronista Comercial. Tenían un interés genuino en conocer qué había ocurrido con él. Le debo a Isidoro Gilbert y a Kirschbaum el haberme sugerido escribir este libro años más tarde, en 2005, ya que desde ese tiempo comencé a
pensar que el destino de Perrotta sintetizaba las aristas más perversas del estado terroristas y las paradojas en la conciencia de muchos argentinos, que proviniendo de clases sociales altas abrazaron el tormentoso camino revolucionario en los años setenta.

Perrotta pertenecía a la elite empresarial, y era un hijo del poder económico y político de la primera mitad del siglo XX. Integraba el círculo de la alta sociedad porteña. Era un católico ferviente que pudo ser peronista pero fue un liberal cabal,
amigo de los gobiernos cívico-militares anteriores al de 1976, y que derivó del humanismo católico al marxismo.

Quienes lo conocieron aseguran que fue, sobre todo, un hombre sensible y solidario. Y un empresario periodístico que revolucionó el medio que le tocó dirigir. El proceso de transformación que llevó a Perrotta a vincularse con la guerrilla guevarista como uno de sus principales informantes es el misterio que intenta desentrañar este libro, pues su caso es único. También porque sobre él se
desplegó 1a microfísica de la represi6n, con todas y cada una de las lacras del terrorismo de Estado comandado por un general, Jorge Videla, y un empresario, José Alfredo Martínez de Hoz: secuestros extorsivos, saqueo de bienes, torturas y asesinatos. Por ser tan singular, confieso que es difícil comprender por qué el caso Perrotta fue negado sistemáticamente, hasta el punto de hacer
desaparecer hasta hoy la historia del más importante director de El Cronista Comercial.

Pero la memoria vuelve por sus fueros, porque la sangre es indeleble. Entonces, unos pocos papeles borrosos aparecidos una tarde, como aquellos del Batallón de Inteligencia 601, pueden ser, de repente, el rastro perfecto para que ahora sepamos quién fue y qué sucedió con ese hombre.

INDICE
De profesión, periodista
1- El laberinto
2- Tinta del Centenario
3- En nombre del padre
4- Un cronista para el poder
5- El compañero patrón
6- Un burgués en la orquesta roja
7- El cerco
8- Crímenes tarifados y otros relatos
9- Detrás de la deadline
Bibliografía
Fuentes y testimonios
Anexo documental
-Desgrabación textual de los interrogatorios
El oficio de escribir