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Ed. Siruela, año 2010. Tapa dura. Tamaño 22,5 x 14,5 cm. Estado: Nuevo. Cantidd de páginas: 176

El sendero de los nidos de araña, CalvinoPin es un chiquillo listo y precoz que en la Italia de la guerra y la resistencia corretea por las calles en busca de clientes para su hermana prostituta. Un día le roba una pistola a un marinero alemán y, desconfiando de los adultos, la oculta en un lugar misterioso, que él llama «los nidos de araña».

Pin no logra escapar de los alemanes, que lo interrogan infructuosamente y lo envían a la cárcel. De ahí cinseguirá escapar
junto con un resistente comunista conocido como el Lobo Rojo, y no podrá más que lanzarse al monte, fascinado por Primo, un
solitario partisano.

Pero el lector, intrigado, no o0lvidará entretanto que el arma sigue oculta…

«Mi historia era la de una adolescencia demasiado prolongada para el joven que había tomado la guerra como una coartada, en sentido propio y en el figurado. Al cabo de unos pocos años, la coartada se había convertido de pronto en un aquí y ahora. Demasiado pronto para mí; o demasiado tarde: yo no estaba preparado para vivir los sueños soñados demasiado tiempo. Primero, el vuelco de la guerra extraña, la transformación de los seres oscuros y refractarios de ayer en héroes y jefes. Ahora, en la paz, el fervor de las nuevas energías que animaba todas las relaciones, que invadía todos los instrumentos de la vida pública, y he aquí que el lejano castillo de la literatura también se abría como un puerto cercano y amigo, pronto
a acoger al joven provinciano con charangas y banderas. Y una carga amorosa electrizaba el aire, iluminaba los ojos de las muchachas que la guerra y la paz nos habían restituido y vuelto más próximas, convertidas ahora en verdaderas coetáneas y compañeras, en un entendimiento que era el nuevo regalo de aquellos primeros meses de paz, para llenar de diálogos y de risa las cálidas noches de una Italia resucitada.

Frente a todas las posibilidades que se abrían, yo no lograba ser lo que había soñado antes de la hora de la prueba: había sido el último de los partisanos; era un enamorado inseguro, insatisfecho e inhábil; la literatura no se me abría como un magisterio desenvuelto y distante, sino como un camino que no sabía por dónde iniciar. Lleno de voluntad y tensión juvenil, me era negada la gracia espontánea de la juventud. La maduración impetuosa de los tiempos no había hecho sino acentuar mi inmadurez.

El protagonista simbólico de mi libro fue pues una imagen de regresión: un niño. Para la mirada infantil y celosa de Pin, armas y mujeres resultaban lejanas e incomprensibles; lo que mi filosofía exaltaba, mi poética lo transfiguraba en apariciones enemigas, mi exceso de amor lo teñía de desesperación infernal.

Al escribir, mi necesidad estilística era mantenerme por debajo de los hechos, el italiano que me gustaba era el de los que «no hablan el italiano en casa», trataba de escribir como hubiera escrito un hipotético yo autodidacta.

El sendero de los nidos de araña nació de este sentimiento de carencia absoluta, a medias padecida hasta el desgarramiento,
a medias supuesta y ostentada. El valor que hoy pueda reconocer a este libro está ahí: la imagen de una fuerza vital todavía oscura en la que se unen la indigencia del que es «demasiado joven» y la indigencia de los excluidos y los desheredados».

Italo Calvino