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Ed. Instituto de Historia Militar Argentina, año 2007. Tamaño 23 x 16 cm. Traducción de Mercedes Figueroa. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 652

Versión completa del juicio al teniente general Whitelocke 001Por Pacífico Luis Britos
Presidente del Instituto de Historia Militar Argentina

Es muy importante la injerencia de los ingleses en el comercio entre España y sus colonias, la cual se inició fuertemente en 1713 cuando, una vez finalizada la Guerra de Sucesión (1701-1713) y firmado el Tratado de Utrech, el Reino de España le cedió Gibraltar a Gran Bretaña y a cambio obtuvo el derecho de libre navegación y la concesión del «asiento» que anteriormente facultaba a la Compañía de Inglaterra a proveer de esclavos africanos a la América española, hecho que trajo aparejado el contrabando de todo tipo de bienes. Con el paso del tiempo, la intervención británica se incrementó hasta intentar acciones armadas en contra de las poblaciones españolas: concretamente: la alarma de 1740, las prevenciones de 1761 y 1762, la nueva y grave alarma de 1770, la crisis de los cinco años (1778 a 1783), las falsas alarmas de 1785, 1787 y 1790, la amenaza de fines del siglo del siglo XVIII y, por último, la amenaza de 1805 que se concretó, con un rotundo fracaso, en 1806 y 1807 con la ejecución del Plan Mahan y del memorial de Sir Home Popham, quienes tuvieron gran influencia en el gabinete inglés.

Luego de la derrota del general Beresford en 1806, el gobierno inglés decidió insistir en su objetivo de conquistar el Río de la Plata e implementó el Plan Mahan que consistía en apoderarse del río y, desde allí, avanzar por tierra para tomar Santiago de Chile y luego, por mar, el Perú. Para ello, envió al comandante en jefe de las fuerzas británicas en el Río de la Plata, el teniente general John Whitelocke, un experimentado oficial superior que no era un general de escritorio, burócrata, como se lo calificó en algunos sectores después de su derrota. Había ingresado al ejército en 1778, ascendió a coronel en 1793, combatió en Santo Domingo comandando una fuerza de 700 hombres y finalizó la campaña con la toma de Puerto Príncipe el 14 de junio de 1794, luego pasó a prestar servicios en la India, Egipto y el Cabo de Buena Esperanza. No era un improvisado y por eso le encomendaron la importante misión en el Río de la Plata. Arribó a Montevideo en abril de 1807, con un ejército de 6.000 hombres al que se sumó el del general Auchmuty y el remanente del ejército del general Beresford, con lo que reunió un total de 12.000 hombres disciplinados y bien entrenados. Allí dejó una guarnición de 2,000 soldados y marchó con el resto a Maldonado, donde quedó la protección de la flota naval del almirante Sir Home Riggs Popham y, el 28 de junio de 1807 desembarcó en Ensenada, al sur de la ciudad de Buenos Aires, con los resultados actualmente conocidos.

Así, a modo de introducción, quise resumir el interés de Inglaterra por estas tierras y la importancia que otorgaba a su conquistas, lo que llevará al lector a comprender las razones por las cuales se llevó a cabo el juicio al teniente general Whitelocke y la alta prioridad que se le asignó desde todo punto de vista: la celeridad con que fue instruido, el lugar, la calidad de los integrantes del jurado y la dureza de la condena al causante, quien fue declarado culpable de todos los cargos efectuados, menos uno, y sin declaraciones a favor por parte de ningún testigo.

Este espectacular proceso que sancionó con una pena ejemplificadora al teniente general Whitelocke sirve para demostrar al mundo la fortaleza de las instituciones del imperio que fueron la base de su grandeza y, a su vez, la importancia de llevar con honor el uniforme de los ejércitos de Su Majestad y el costo a pagar en caso de su mancilla.

Este juicio, advertirá el lector, también fue utilizado para valorar adecuadamente el accionar de las tropas inglesas, las que -a pesar de la adversidad, de sus numerosas bajas y de lo mal planificadas que estuvieron las operaciones, que transformaron el movimiento por las calles de la ciudad en una marcha hacia la derrota, con sus secuelas de muertos y heridos- lucharon con gran espíritu hasta las últimas consecuencias, con arrojo y valentía dignos de respeto y admiración; tal que debieron merecer otra suerte, por haber llevado a cabo ese ataque del 5 de julio de 1807 en Buenos Aires con muy pocas o casi ninguna posibilidad de éxito. Su patria les debe eterna gratitud por haber llenado de gloria a su ejército.

Con la finalidad del recuerdo, transcribo parte de la orden impartida por Su Majestad para que “sea leída en todos lo regimientos y conignada en todos los libros de ordenes”: “Para Su Majestad, que siempre ha mirado con el más vivo interés el bienestar, honor y reputación de sus tropas, el reciente contraste en Sud América ha sido motivo del más doloroso pesar; pero también de gran consuelo, y así Su Majestad ha dispuesto se haga saber al Ejército que después de la más minuciosa investigación Su Majestad encuentra motivos poderosos para congratularse por la intrepidez y buena conducta desplegadas por sus tropas últimamente empleadas en ese destino, y en particular por las divisiones del ejército que se hallaron personalmente empeñadas con el enemigo en la ciudad de Buenos Aires el 5 de julio de 1807, no dudando Su Majestad de que si los esfuerzos de sus tropas en Sud América hubieran sido dirigidos por la misma habilidad y energía que tan eminentemente han distinguido a sus jefes en otras regiones del mundo, el resultado de la campaña habría sido igualmente glorioso para ellos y benéfico para su Patria”.

Aquí se presenta la primera edición completa, en castellano, del juicio realizado al teniente general Whitelocke a causa de la derrota sufrida por las armas inglesas en Buenos Aires. Si pensamos que se necesitaban cincuenta y siete días para la travesía del océano Atlántico, culminar un juicio con su sentencia en seis meses es, por lo menos sorprendente. La obra que dio origen a esta traducción fue editada en Londres, en el mes de diciembre de 1808. Curiosamente, no incluye la sentencia. Para esta edición se la obtuvo de las actas originales del juicio en el repositorio en Londres.

El lector se encontrará con un relato, apasionante y rico, que responde a la versión taquigráfica del juicio llevado a cabo contra el teniente general John Whitelocke. Un militar de la más alta jerarquía que ostentaba el cargo de «comandante de las fuerzas que sirven en Sudamérica» y el de “gobernador civil de los territorios conquistados”. Es decir, por ambas designaciones cobraba un sueldo. Por lo tanto, fue considerado por la sociedad británica de la época como el responsable del fracaso de la intervención británica en la América del Sur.

Las operaciones desarrolladas con motivo de su expedición culminaron con la capitulación de las tropas, el 7 de julio de 1807. A continuación, el 9 de septiembre del mismo año, los ingleses evacuaron el Río de la Plata. Las noticias de la derrota de la expedición fueron conocidas en Londres el 15 de septiembre de 1807. Hay que tener en cuenta que la Corte Marcial inició sus sesiones con admirable prontitud, el 28 de enero de 1808. Para ello fue necesario previamente adoptar la decisión, designar a los miembros de la Corte y un auditor general, quien formuló la acusación.

El juicio se sustanció en el salón de actos del Hospital Militar de Chelsea y fue presidido por el general Medows. Contaba con diecinueve generales, muchos de ellos de destacada actuación. Esto es, la Corte dictó sentencia el 18 de marzo de 1808, luego de haber desarrollarlo treinta y cuatro sesiones. De ellas, tres fueron suspendidas, una utilizada para deliberar, una para exponer la defensa, otra para interrogar los testigos presentados por la defensa y posteriormente la exposición del alegato por el auditor general y, finalmente, la trigésimo cuarta estuvo dedicada a dar a conocer la sentencia.

A pesar de que el fallo condenatorio es extremadamente breve y no tiene considerandos, resultó una pieza de gran dureza. Refiriéndose a ella el comandante en jefe dio una orden general especial el 24 de mayo de 1808: «El rey ha aprobado el juicio del consejo y ha dispuesto que dicha orden sea leída al frente de cada regimiento e insertada en todos los registros de órdenes con el objeto de que sea una recordación constante de las fatales consecuencias a que se exponen los oficiales, que en el descargo de los importantes deberes a ellos confiados, demuestren ineficiencia en este celo, buen juicio y esfuerzo personal, que su Soberano y su país tienen derecho de esperar de oficiales encargados de altos comandos». Asimismo, la sociedad sobreactuó. Aplicó una notoria sanción social al militar de alto rango que no cumplió con las expectativas. En efecto, los periódicos y otras publicaciones ridiculizaron el mal desempeño profesional de Whitelocke.

Dicho de otra manera. ¿cuáles son los entretelones de tan duras condenas? ¿El juicio le permitió a Whitelocke contar con todas las garantías? ¿Los errores cometidos justificaban tanta dureza o fue sancionado simplemente por haber sido derrotado? ¿Contó Whitelocke con el apoyo de cierta parte de la población de Buenos Aires? ¿Cuál era la tesis política oficial de las autoridades británicas respecto al comportamiento de parte de la población de las colonias españolas en un conflicto con Inglaterra? Estos y muchos otros interrogantes nos revela este caso.

INDICE
Prólogo
Consideraciones preliminares, por José Luis Speroni
I- ACTAS DE LA CORTE MARCIAL GENERAL
Primer día
Segundo día
Tercer día
Cuarto día
Quinto día
Sexto día
Séptimo día
Octavo día
Noveno día
Décimo día
Undécimo día
Duodécimo día
Decimotercer día
Decimocuarto día
Decimoquinto día
Decimosexto día
Decimoséptimo día
Decimoctavo día
Decimonoveno día
Vigésimo día
Vigésimo primer día
Vigésimo segundo día
Vigésimo tercer día
Vigésimo cuarto día
Vigésimo quinto día
Vigésimo sexto día
Vigésimo séptimo día
Vigésimo octavo día
Vigésimo noveno día
II- DEFENSA DEL GENERAL WHITELOCKE
Trigésimo día
Trigésimoprimer día
III- SENTENCIA
Apéndice I
Apéndice II