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Ed. Prometeo, año 2015. Tamaño 21 x 15 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 426
La perífrasis Revolución Francesa alude usualmente al período entre 1789 y 1799. pero este lapso no coincide con su momento específicamente revolucionario. Existe una primera secuencia de reacciones sistémicas desde 1789 hasta mediados de 1791, y una última, también de fuerzas reactivas, desde mediados de 1794 hasta 1796. Entre entre una y otra pueden distinguirse una etapa de rebelión sin revolución, entre mediados de 1791 y mayo de 1793, de rebelión con revolución, entre junio y diciembre de 1793, y, por último, de revolución sin rebelión, entre enero y mediados de 1794. Este trabajo indaga la trama política que las distingue, no para intervenir en el debate historiográfico sino para poner a prueba algunas categorías y presuposiciones expuestas en La cuestión del tiempo en la teoría política (volúmenes 1-5; Prometeo Libros, Buenos Aires, 2010-2014), en busca de los principios de una democracia revolucionaria que tuvo influencia universal y que proporcionó desde entonces el patrón de los movimientos de cambio radicalizado. Esta reconfiguración no procede de una indagación original a partir de nuevas fuentes de datos, sino de las investigaciones de Mathiez (1935), Lefébvre (2004), Guérin (2011), Souboul (1983; 1987; 1994), Vovelle (1989), Castells Oliván (1997), McPhee (2009; 2013) y García Sánchez (2012), si no que se trata de un ensayo sustentado en coordenadas exclusivamente políticas. El énfasis apunta a la dinámica secuencial de los sucesos cuya sustancia y combinatoria admiten una interpretación general que se aparta de estos autores en aspectos cruciales.
La motivación de fondo de esta revisión es la de las conferencias pronunciadas por Albert Mathiez en 1920 y Michel Vovelle en 1989, en torno a ¿Por qué somos o seguimos siendo robespierristas?. Esto es, si acaso es posible que el revolucionario francés sea todavía fuente matriz y fuerza motriz del cambio político. Una respuesta contemporánea es que la determinación de Robespierre es un ejemplo que hoy debería ser replicado y que contrastaría con la ineptitud de los líderes mundiales actuales. Tal determinación se asociaría a un voluntarismo que ignoró las condiciones objetivas y a su decisión de vencer a los enemigos por medio de un concepto de justicia inmediata, sin gradualismo y en base a su confianza en el pueblo. Lo que emerge de la información asequible es, en cambio y más concisamente: a) que la extrema coherencia de Robespierre fue expresión de la fuerza moral de una rebelión a la que contribuyó, y que asume el carácter de acontecimiento político por excelencia; b) que esa coherencia se ejerció en relación a un tipo de justicia procesal pura, inmanente a los actos de rebelión, que operó desde entonces como principio originario de toda acción revolucionaria, esto es, de un proyecto democrático antagónico a la justicia instrumental y dilatoria como regla de todo sistema; c) que la virtud republicana, índice de dicha fuerza, indujo involuntariamente un vínculo emplazante o plazo, el cual hizo posible al limitarlo temporalmente, la realización de tal proyecto; d) que estas condiciones de posibilidad temporal, independientes del coeficiente de adversidad, operaron como patrón de racionalidad estratégica; y e) que los problemas que Robespierre no pudo resolver son los mismos que se plantearon y plantean a las revoluciones posteriores porque surgen, precisamente, a raíz de su propia derrota.
El emplazamiento alude a un tiempo que conmina a transformaciones inspirado de forma inintencionada por rebeldes que adquieren la condición de pueblo por su coherencia pragmática con reglas de validez inherentes; si este último acontecimiento, que interrumpe la historia y que consiste en una fuerza moral que obtiene, mediadamente por la confiabilidad que induce la movilización de un número crítico de otros afectados, se convierte en una fuerza emplazante que antagoniza con la racionalidad paramétrica propia del sistema, estamos en presencia de una revolución. Por eso la razón emplazante no es historizable en el sentido de que pueda ser contrastada con hechos comparables cuya reiteración puede captarse en su regularidad que se impone ominosamente sobre el presente. Esto último es lo que define a la historia, que es un proceso de repetición cíclica regido por la propiedad de homeorhesis, mientras que los sucesos que intentamos narrar transcurren, por el contrario, en el tiempo entendido como interrupción excepcional e intermitente de los mecanismos reproductivos de la dominación.
Las revoluciones son discontinuidades en los hechos y en las conciencias, y el pasado de los revolucionarios robespierristas no es, así, uno que pueda ser integrado a la historia de causas y efectos o de normas y metas, porque en tal caso la narración se pone al servicio de los poderes que también hoy reproducen el ciclo. Es necesario que los acontecimientos pongan fin de una vez por todas a este culto reaccionario del pasado, reclama Marx en una carta en septiembre de 1870, y es, precisamente, a partir de una disrupción actual que es posible, para un pasado de rebelión con revolución que en su momento alcanzó un nivel de coherencia mayor a la del presente, «adelantarse», pero no para mostrarse como modelo o sermón sino como cuestión pendiente de resolución. Este pasado posterior, o pasado que se adelanta no es parte de la historia y no nos enseña nada, porque en cada caso es único e irrepetible, pero los obstáculos que lo llevaron al fracaso, en cambio, resurgen contemporáneamente toda vez que se inician procesos de transformación radicalizada o antisistema. No podemos saber qué harían aquellos revolucionarios en nuestro lugar, pero podemos indagar en qué acertaron y en qué se equivocaron, no por un interés historiográfico sino emancipatorio actual, en la medida que sus aciertos y errores pueden ser otra vez los nuestros en tanto sus problemas son ahora los nuestros. Es en este sentido que tenemos en Robespierre un pasado por delante.
No obstante, no se buscará aquí traspolación alguna; el lector puede hacerlo por su cuenta, incluso teniendo in mente algunas experiencias latinoamericanas recientes y presentes iniciadas en términos de desobediencia civil durante la última década del siglo XX y proseguidas desde la acción de algunos gobiernos democratizadores antineoliberales en los que va del siglo XXI. Aquí simplemente se buscará exponer los sucesos que rodearon el surgimiento de un principio político que presidió aquella revolución originaria, que fue ejercido antes que postulado, implícito por primera vez en los discursos de Saint Just y Robespierre de noviembre y diciembre de 1792, y específico del acontecimiento sans-culotte y del emplazamiento robesperrano. Queda para una próxima indagación establecer en qué, si lo hicieron, las revoluciones que intermitentemente siguieron a la francesa, pudieron avanzar más allá.
INDICE
Prefacio
Introducción
Reacciones sin rebelión
Rebelión sin revolución
Rebelión con revolución
Revolución sin rebelión
Reacciones sin rebelión
Bibliografía