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Ed. Lumen, año 1973. Tamaño 18,5 x 13,5 cm. Traducción de Marcelo Covián. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 266
La malograda novelista norteamericana Flannery O’Connor, nació en Savannah, Georgia, el 25 de marzo de 1925, hija única de una acomodada familia sureña de ascendencia irlandesa. Siendo todavía muy joven, sus padres trasladaron su residencia a Milledgeville, donde su madre poseía una casa y una granja. La futura escritora siguió estudios universitarios en el Georgia State College for Women, y en 1945 se licenció en Ciencias Sociales. Uno de sus profesores le procuró una beca para la Universidad de Iowa, donde, durante dos años, siguió un curso de creación literaria bajo la dirección de Paul Engle. Aunque su primera novela corta vio la luz en 1947, la revelación literaria de Flannery O’Connor se produjo en 1952 con la aparición de su impresionante novela Sangre sabia.
Aquejada desde 1951 de una grave enfermedad en la sangre, que le afectó los huesos de las piernas y la obligó a andar con muletas, la desdichada escritora pasó los trece últimos años de su vida en la granja familiar de Milledgeville, dedicada a la creación literaria y a la cría de pavos reales. La sucesiva aparición de su magnífico libro de relatos, Un hombre bueno es difícil de encontrar (1955), que hoy publicamos, y de su segunda novela, Los violentos lo arrebatan (1960), cimentaron su prestigio como una de las novelistas americanas más vigorosas y originales de su generación.
Consumida por la enfermedad incurable que la aquejaba, y que ya había costado la vida a su padre, Flannery O’Connor, demócrata y católica, cuyo humor atormentado y sombrío la llevó a describir como nadie el primitivismo religioso del Sur bíblico y protestante, falleció el 3 de agosto de 1964, a los treinta y nueve años. La aparición póstuma de su extraordinario libro de relatos, Todo lo que asciende tiene que converger (1965), publicado por Editorial Lumen con el título Las dulzuras del hogar, representó la consagración definitiva de su talento narrativo.
El genio lúcido, doloroso y atormentado de Flannery O’Connor alcanza su cima en el difícil arte de la novela corta, que cultivó ininterrumpidamente desde sus años de estudiante hasta su prematura y trágica muerte. Dejando aparte un primer libro juvenil, El geranio, que no llegó a ser publicado, la primera recopilación de cuentos y novelas cortas de Flannery O’Connor es la que lleva por título Un hombre bueno es difícil de encontrar. Encabezada por el relato magistral que da título al volumen, esta colección de diez novelas cortas, en la que figuran varias obras maestras dentro del género, no sólo representó en su día la consagración definitiva de la joven autora, sino que constituye una de las creaciones más vigorosas y originales de la narrativa norteamericana del presente siglo.
Al igual que todo el resto de su obra, las historias de este libro hiriente y sobrecogedor tienen como escenario los pueblos y las tierras del Sur de los Estados Unidos, especialmente de su Georgia nativa, un mundo decrépito y en ruinas, cuyo secular abandono y pobreza ancestral aparecen marcados por la violencia y el odio. Tomando como pretexto la descripción de la existencia cotidiana y vulgar de las gentes que la habitan, el propósito fundamental de la gran novelista sureña no es tanto reflejar sus costumbres y formas de vida, como desvelar la naturaleza moral del ser humano, en perpetua lucha contra el mal y libre, no obstante, de elegir su propio destino. Quiere esto decir que, frente a la ciega creencia en la predestinación, Flannery O’Connor es decidida partidaria del libre albedrío: «No creo que ningún novelista auténtico esté interesado en escribir sobre un mundo de gentes estrictamente predestinadas. Incluso si escribe sobre caracteres carentes casi totalmente de libertad, sabe que la posibilidad siempre abierta de un acto súbito e imprevisible de libertad, es lo único capaz de iluminar el cuadro y darle vida. Por eso, mientras las acciones previsibles y predeterminadas tienen para mí un interés puramente cómico, es siempre un acto de libertad…lo que intento captar para dar vida a una historia».
A eso se debe, como señaló Thomas Merton, que las criaturas de Flannery O’Connor planteen siempre el problema del valor: «¿Quiénes son las buenas personas?» -pregunta- «Son muy difíciles de hallar. Entretanto, tendremos que contentarnos con las malas personas, tan respetables que resultan horribles, tan horribles que resultan cómicas, tan cómicas que resultan patéticas, pero tan patéticas que sería horroroso tener piedad de ellas. Tan cómicas, que uno no se atreve a reír demasiado fuerte ante el temor de atraer a los demonios del desprecio…Flannery O’Connor…deja en suspenso todo juicio sobre ellas…para registrar tan sólo el lento, dulce y ridículo verbalismo de las furias del Sur, abriéndose paso a través de un infierno embrujado. Esa es la razón por la cual, cuando leo a Flannery O’Connor, pienso en Hemingway, en Katherine Ann Porter o en Sartre, y, mejor aún. en Sófocles».
INDICE
1- Un hombre bueno es difícil de encontrar
2- El río
3- La vida que salvéis puede ser la vuestra
4- Un golpe de buena suerte
5- El Templo del Espíritu Santo
6- El negro artificial
7- Un círculo en el fuego
8- Un encuentro tardío con el enemigo
9- La buena gente del campo
10- La persona desplazada