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Ed. Booket, año 2006. Tamaño 19 x 13 cm. Incluye 50 fotografías en blanco y negro. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 496
Di Giovanni (1901-1931) fue un militante anarquista italiano, radicado en Argentina, conocido por su accionar violento, apodado «el Robin Hood moderno». Nació en la región de los Abruzzos, Italia, a 180 kilómetros del este de Roma. Durante su infancia se vio fuertemente impactado por las imágenes de la Primera Guerra Mundial: hambre, pobreza y soldados mendigando en las calles.
Severino empezó a rebelarse desde pequeño a cualquier tipo de autoridad. Autodidacta, en Italia ejerció de maestro tipógrafo. Se inició de joven en las ideas anarquistas a partir de las lecturas de Bakunin, Malatesta, Proudhon, Kropotkin y Eliseo Reclus. A la edad de diecinueve años quedó huérfano. En 1922 el fascismo de Mussolini se impuso en Italia y la censura y las persecuciones a los anarquistas obligaron a Severino a exiliarse con su familia a la Argentina.
Llega a Buenos Aires en la ultima gran oleada de inmigrantes italianos, en su mayoría gente muy pobre y analfabeta. A ellos dirigiría Severino la mayor parte de su propaganda política y escritos, principalmente a través su diario más célebre ‘Culmine’, que escribía durante las noches ya que trabajaba como tipógrafo u obrero durante el día. Durante esa época en Argentina se propagó el ideario libertario y se organizaron grupos anarquistas. La respuesta del gobierno a los insurgentes fue la represión. Llegaron así los sucesos relatados en La Patagonia Rebelde.
Más tarde Di Giovanni también participa y protesta en actos en solidaridad por el arresto y homicidio de Sacco y Vanzetti en 1927. Gran parte de su estadía la paso prófugo, debiendo mudarse continuamente de un lugar a otro del país con su familia para evitar ser apresado. En agosto de 1925 funda el periódico anarquista ‘Culmine’ para el cual redacta los siguientes objetivos: 1- Difundir las ideas anarquistas entre los trabajadores italianos. 2- Contrarrestar la propaganda de los partidos políticos seudorevolucionarios, que hacen del antifascismo una especulación para sus futuras conquistas eleccionarias. 3- Iniciar en el medio de los trabajadores italianos agitaciones de carácter exclusivamente libertario para mantener vivo el espíritu de aversión al fascismo. 4- Interesar a los trabajadores italianos en todas las agitaciones proletarias de Argentina. 5- Establecer una intensa y activa colaboración entre los grupos anarquistas italianos, los compañeros aislados y el movimiento anarquista regional.
Sin embargo, Di Giovanni no se quedó en la teoría y los panfletos y no fueron sus escritos los que lo volvieron famoso sino su accionar violento. Siempre creyó que era necesaria la ‘revolución violenta’ como se puede comprobar en este extracto del ultimo mensaje que escribió en su celda pocas horas antes de ser asesinado:
“[…]No busqué afirmación social, ni una vida acomodada, ni tampoco una vida tranquila. Para mí elegí la lucha. Pasar monótonamente las horas enmohecidas de la gente común, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir, es solamente vegetar, llevar encima una masa informe de carne y huesos. A la vida hay que ofrecerle la exquisita rebelión del brazo y de la mente. Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso”.
Entre de los atentados terroristas que se le adjudican se encuentra una bomba en un banco y otra en el consulado italiano en Buenos Aires donde murieron varios civiles inocentes por accidente, lo que provocó gran parte de la antipatía del resto de los grupos anarquistas y su condena en los periódicos. También participó en robos e hirió severamente a un policía desfigurándolo de un tiro en la cara. El mayor robo del que participó fue a un camión pagador por 286.000 pesos, lo que le permitió realizar su sueño de abrir su propia imprenta. En su ultimo panfleto Di Giovannni escribió:
“Sepan Uriburu y su horda fusiladora que nuestras balas buscarán sus cuerpos. Sepa el comercio, la industria, la banca, los terratenientes y hacendados que sus vidas y posesiones serán quemadas y destruidas”.
Una vez apresado, a las pocas horas de su detención, se dictaminó su sentencia y fue fusilado el día siguiente, el primero de febrero de 1931. Sus restos reposan actualmente en el Cementerio de la Chacarita.