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Ed. Trotta, año 2004. Tamaño 23 x 14,5 cm. Estado: Excelente. Cantidad de páginas: 134
Hugo Mujica nació en Buenos Aires durante 1942. Estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Esta variedad de estudios se plasma en una obra que abarca tanto la filosofía como la antropología, la narrativa, la mística, la poesía o la estética. Entre sus obras se pueden citar ensayos como La palabra inicial, La mitología del poeta en la obra de Heidegger o Flecha en la niebla e Identidad, palabra y hendidura; cuentos como Solemne y mesurado, y libros de poesía como Noche abierta, editado también en italiano, y su más reciente Sed adentro. Una vida rica en experiencias le ha proporcionado a Mujica buena parte del material para sus libros: pasar la década de los sesenta en el Greenwich Village como pintor plástico, compartir el mismo Gurú con Allen Ginsberg, vivir siete años en un monasterio trapense donde conoció a Thomas Merton y donde, rodeado del silencio, comenzó a escribir, son algunos de los hitos que ha recorrido.
El vacío, metáfora central de este libro, aparece como el lugar, la fuente, donde un sentido nace, donde algo inédito de la vida misma en su inagotable trascendencia encuentra el espacio necesario para decirse, para entregarse a ser creada. Donde se da a nacer.
La poesía, el sueño y la utopía, son pensados aquí, principalmente, en su instante de fulguración, en su surgir desde nada: como acontecimientos de la creación. Orfeo, Juan de la Cruz, Paul Celan…algunos de los que osaron escuchar ese vacío, el vacío, la nada o la ausencia desde la que nacieron sus obras, su poética o su mística y, no menos, ellos mismos: dejándose vaciar. Aquí no se busca analizar ese vacío, ese imposible, esa trascendencia hasta la ausencia; se busca, sí, escucharlo en aquellos que lo encarnaron. Se busca desplegarlo, acercarlo al oído del lector.
El lenguaje de este libro, su voz, aparece entroncado con la antigua tradición presocrática donde el pensamiento poetiza y la poesía piensa, ambos en un lenguaje donde los conceptos más que definir irradian, más que decir muestran…dejan escuchar. No otro lenguaje puede hablar sobre y desde ese vacío, esa hondura abierta desde la cual toda palabra es apenas murmullo e insinuación, también, y no menos, silencio… Llamado.
“En el principio no hay nada, después hay después, algo, una marca en el tiempo, un es. Lo que el vacío, la nada, lo imposible o la ausencia, dispensaron, dieron al ser.
Marcaron en la página en blanco o en la intemperie: en el paisaje de la posibilidad.
En la desnudez, la espera.
Creador es quien vive de esas marcas, esas huellas, no de sus cicatrices: las certezas.
Una grieta en un muro, para un creador, no es una grieta en un muro, es un tajo que le abre a la posibilidad de la creación, a la acogida de lo que en ese tajo se abre.
De lo que pueda susurrar.
Del destello de sentido que pueda donar.
Ser creador es saber, creer, que eso que abrió desde lo oculto está presente y oculto en esa apertura.
Creador es quien se abre a lo que en lo abierto puede recibir, a lo que recibiendo puede crear, lo que creando recibió.
El creador sabe que todo fue nada antes de ser lo que es, lo sabe, porque también sabe que todo lo volverá a ser.
Porque lo sabe traza huellas, a veces sendas, pero las traza, no las aferra.
La creación es esa fe en nada, en un vacío o una ausencia, una fe que crea lo que cree, que cree para crear, que creando se trasciende más allá de lo que cree.
Ausencia de lo que nunca fue o lo ya sido, pero no mera ausencia, presencia y revés de esa ausencia.
El creador es un ser de la espera, espera lo que advenga, espera desnudo de sí. Espera sin poder, sin saber. Espera lo aún por nacer.
Reuní aquí, en este libro, cinco textos. Ellos, todos, nacen de lo que no tienen, de los que los hace hablar: hablan de esa alteridad intrínseca a la existencia, ese plus de sí, ese rebasarse, que se hace nuestro, se dispensa, en el acto creador.
En su propia creatividad cuando la hacemos propia, la acogemos, le damos voz.
Cinco textos, cinco poéticas del vacío, de una ausencia que llama y una presencia que responde, una respuesta que se vuelve presencia, que se plasma texto, en ese responder.
Ausencia de Eurídice, el amor y la amada, para Orfeo, padre de poetas y arquetipo de lo poético como fecundidad, como resurrección.
Ausencia y exilio de cualquier y todo aquí para el sueño y la utopía, para el soñador de un allá que no se apoya en ningún lugar, un allá todo salto, todo y siempre después.
Nada, nada de nada y vacío para Juan de la Cruz, nada de dios que con su ausencia y su nada desmiente al dios nombrado y disponible en la representación.
Vacío y nada de sí en todo poeta que no se refleja en su decir, todo poeta que depone su propia voz.
Ausencia o destierro, finalmente, de morada, identidad o inmanencia, para el lector que acoge en sí al huésped de Paul Celan, el huésped que finalmente exilia a quien lo hospeda hacia su más propia e inalcanzable alteridad, nuestro más lejos que todo afuera.
La diferencia entre lo imposible que llama y lo posible que responde, entre el vacío y sus poéticas, entre lo ya escrito aquí y lo que el decir no abarca, es el espacio que es y abre el lector, el hospedero: el futuro creador de toda escritura.
Su apertura. Su afuera, su travesía y su volverse a nacer”.
Indice
Prólogo
1- Orfeo: la fecundidad de lo ausente
2- La nada: fuente y metáfora en Juan de la Cruz
3- Poesía y creación: el don de lo que no está
4- El sueño, la imaginación y la utopía: saltos hacia lo ausente
5- Paul Celan: el huésped que nos exilia