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Ed. El Cuervo, año 2016. Tamaño 21 x 13 cm. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 190
Giovanna Rivero nació en 1972 en Montero (Santa Cruz). Ha publicado novelas y cuentos como Nombrando el eco (1994), Las bestias (Premio Nacional de Literatura de Santa Cruz en 1996), Las camaleonas (2001), Sentir lo oscuro (2002), Contraluna (2005), Sangre dulce (2006), Niñas y detectives (2009), Helena 2022 y Para comerte mejor (2015), entre otros libros.
A Estados Unidos viajó en enero de 2007 por una beca Fulbright para hacer una maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Florida. Regresó a Estados Unidos en enero de 2010 para completar su doctorado en Literatura Hispanoamericana en la misma universidad, donde ahora da clases. “Hace ocho años que estoy acá. Me acuerdo que cuando decidí que quería vivir en Estados Unidos un tiempo –no había planeado quedarme como ahora– un amigo muy antiyanqui me decía: ‘¡Qué te hace irte a ese preciso país!’. Recuerdo que le dije: ‘Quiero ver de cerca la caída del imperio’. Lo dije en broma y maldita la hora en que lo dije porque me ha tocado vivir una de las crisis más tremendas de Estados Unidos. No es sencillo ver de cerca la caída del imperio”. Rivero confiesa que en estos años aprendió que “no hay nada escrito sobre la piedra”. “El migrante se tiene que adaptar todo el tiempo, sus expectativas van cambiando, sus proyectos cambian y eso es uno de mis aprendizajes como extranjera. Ahora estoy súper segura de que quiero esto, pero no podría decir que en dos años voy a tener la misma certeza. Ese aprendizaje me ha costado porque yo era de proyectos firmes, pero el viaje demanda un espíritu de adaptación y de cambio que tiene que darse en la práctica. No creo que sea posible volver a vivir en Santa Cruz, pero no sé”.
La mayoría de los 12 cuentos de Para comerte mejor se dedican a trabajar desde distintos ángulos -acercamientos a la ciencia ficción, al realismo intimista, al impulso autobiográfico, a lo fantástico, a la historia y a la especulación- la figura de la familia, los vínculos sanguíneos, sociales y políticos que se cuecen en ese núcleo que es tanto un refugio, una guarida para el Yo frente a las corrientes inestables del mundo, como un terreno atravesado por la interacción de ese Yo con los Otros, al mismo tiempo siempre cercanos y extraños.
(Uno de los mayores méritos de la escritura de Rivero, en éste y otros libros, es la palpable permeabilización que consigue de las fronteras de lo individual y lo social, la constante deconstrucción que lleva a cabo de la esfera de lo privado y la de lo público, a nivel de voz narrativa, y su reformulación mediante un impulso capaz de sugerir un nuevo término: una especie de Yo compartido o común, una voz que es muchas a la vez y que encuentra en la sistemática partición de su individualidad algo parecido a una esencia o un destello. Así, no hay en estos cuentos una sola voz narrativa reconocible -aunque sí un estilo-, sino una constelación que colabora a construir una especie de collage que en ocasiones termina siendo deslumbrante.)
Pleno de giros poéticos, cuidadas metáforas de largo alcance y referencias científicas, el lenguaje de estos cuentos, cuya elaborada construcción es uno de los grandes logros de Para comerte mejor, funciona como un mecanismo de referencialidad constante, un sistema de crisis y aperturas, un tejido que propone complejas vinculaciones con discursos literarios y extra literarios, enriqueciendo y complejizando así la tarea del lector, quien se ve sumergido en un terreno de múltiples capas, una zona meticulosamente estratificada que es también un espacio de cuestionamiento a buena parte de la narrativa boliviana contemporánea que, a nivel de construcción técnica de lenguaje, palidece frente a este libro.
Así trabajados, son de los más destacados del conjunto, cuentos como Humo (la entrañable historia de dos niños que juegan/laboran en la fábrica de chorizos de su familia hasta que uno de ellos desaparece); Yucu (un relato sobre un vampiro homicida situado en medio de la exuberancia de la selva beniana, que al equiparar «la ética salvaje” del paisaje con la del personaje central es admirablemente resuelto); El hombre de la pierna (narración que se concentra en una pareja latina imposibilitada de tener hijos, que viviendo en el Bronx conoce a un mendigo músico y con la pierna necrosada, al que ayuda y quien los ayuda en un gesto de mutuo desprendimiento); En el bosque (la historia de una madre y una hija que se esconden en un bosque, en mitad de una carretera, de un grupo de hombres al que temen, pero sobre todo un retrato doloroso y muy bien escrito sobre la responsabilidad -el miedo- y los alcances de la maternidad -el compromiso literario como el compromiso genético-).
Por otra parte, otros dos cuentos merecen una mención especial, pues son el punto más alto del libro. Pasó como un espíritu es un experimento arriesgado y hermoso de literatura política, una ensoñación postapocalíptica en la que Bolivia ha mutado en una especie de protectorado en el que la ritualidad andina -vuelta carta de Estado y religión- se ha exasperado y en el que el Gobierno se concentra en una sola autoridad, un personaje elevado al rango de dios-hecho-hombre al que se le ofrecen constantes sacrificios sexuales, a nombre de «la clamorosa continuidad del imperio”, y que lleva por nombre, sin ambages, Evo.
De la misma forma, Regreso, una especie de continuación del cuento anterior, mantiene la misma línea entre futurista y distópica al retratar a esa Bolivia especulada. En Regreso, figuras como la del mar recuperado, un gran imperio andino que se expande por el continente, un sometimiento que duró 500 años y otras, son todas evocaciones claras a la situación política nacional actual, aunque son aquí desplazadas y tratadas de forma solvente como elementos coherentes de este pequeño e intrigante universo que Rivero empieza a construir con este dúo de relatos.
La pequeña historia que se narra en Regreso -fácilmente emparentable con, por ejemplo, el universo planteado por Alison Spedding en De cuando en cuando Saturnina-, el ritmo que tiene y, sobre todo, lo que se despierta en la lectura mediante estas referencias a elementos tan tradicionalmente bolivianos, aquí desplazados a un futuro exasperado, consiguen una atmósfera de profunda innovación, un desafío tanto literario como político para el lector que, con seguridad, no quedará inmune. Porque el proyecto que aquí, sucintamente, se propone en estos dos cuentos, es de naturaleza profundamente alegórica y funciona como una máquina constante de denotaciones -detonaciones- y connotaciones, un sistema de referentes sobrecargados y capaces de cuestionar profundamente, e incluso empezar a replantear, desde la literatura, el complejo presente nacional.
Inevitablemente, como todo conjunto de cuentos, Para comerte mejor resulta a momentos desigual y es claro que hay en él historias buenas y menos buenas, pero, en conjunto, resulta uno de los libros de cuentos más solventes, arriesgados y notables de los últimos años -quizás, incluso, el libro se concrete como el punto más alto que Rivero ha conseguido hasta el momento en su carrera de cuentista-.
En un momento en que Bolivia presenta un importante número de autores de cierto renombre practicando el género con acierto -Aldo Medinaceli, Rodrigo Hasbún, Magela Baudoin, Fabiola Morales, Maximiliano Barrientos, Liliana Colanzi, Saúl Montaño, y más-, este no es un logro menor, sino una muy buena noticia. Para comerte mejor es un libro que merece ser leído, difundido y comentado por todos a quienes interese la literatura.
INDICE
De tu misma especie
Kè Fènwa
La piedra y la flauta
Los dos nombres de Saulo
Humo
Yucu
Pasó como un espíritu
Regreso
El Hombre de la Pierna
En el bosque
Adentro
Albúmina