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Ed. Norma, año 1999. Tamaño 21,5 x 14 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 466
La escritora colombiana Laura Restrepo (nacida en 1950) procede, como García Márquez, del mundo del periodismo y del reportaje, aunque sus orígenes sociales y su formación hayan sido muy distintos, puesto que llegó a ser directora, tras haber militado y publicado en revistas de izquierda, del semanario “Semana”, el de mayor circulación del país. Hacia finales de los 80 se inclinó por la literatura, tras ser nombrada por el presidente Belisario Betancour negociadora entre el gobierno y el movimiento guerrillero M-19. De ahí surgió su Historia de un entusiasmo (1986), de corte testimonial.
La autora ha interpuesto entre el material narrado y el texto la figura de una periodista que intenta reconstruir el mundo de las extracciones petrolíficas en la selva colombiana que generaban alrededor un mundo de trabajadores, de comerciantes, de seres marginales, aunque Restrepo analiza básicamente las formas de vida de la prostitución en uno de estos enclaves a través de una niña que se forjará junto a Todos los Santos, una mujer que, cuando la acoge por primera vez, ha pasado ya de la prostitución a regir un lupanar.
La autora se ha documentado sobre el terreno. Y ha diferenciado una primera fase en la que la compañía americana genera una comunidad anárquica y otra, tras una huelga perfectamente definida en el azar de sus inicios y en sus consecuencias, que acaba trasformando las formas de vida de Tora, el pequeño enclave petrolero, al desarrollar una sociedad más organizada, en la que privarán los valores del orden, tutelada por el ejército y sacudida por la violencia habitual en el país.
La prostituta Sayonara invade todo el relato. Pasa, más allá de sus orígenes indígenas, a convertirse en un “modelo”, reproducción del tipo de “mujer fatal” que podemos advertir en el arte de los años 30. Pero los medios en los que se moverá no serán los hoteles, sino un apartado poblado de la selva, a orillas del río Magdalena, por donde descienden los cadáveres. Y, puesto que no podían faltar los elementos románticos, éstos se desencadenarán con el amor que sentirá por el Payarán, quien acabará casado aunque ignorante de la suerte de su familia, por despreciarla, y se casará con quien conoció de niña y consideró como su hermano, Sacramento. Pero, pese a sus sacrificios, acaba descubriendo que “el matrimonio no es buen invento”. Y, acompañado de la Fideo, una prostituta sifilítica, regresará a un pueblo muy distinto ya del que abandonó.
Laura Restrepo se ha servido del mecanismo de la aparente oralidad, de las historias que cuenta Todos los Santos. Desfilan por este exótico escenario el pintor Ladrón de Guevara, que tanto se asemeja a Toulouse-Lautrec, el ingeniero norteamericano Frank Brasco, que acaba colocándose junto a los huelguistas, las fiestas populares, los oscuros deseos de hombres y mujeres que se debaten en un medio siempre hostil. La narradora asegura haber conocido la figura de Sayonara a través de una fotografía: “Supe los pormenores de su historia a través de los relatos y recuerdos de su gente, en particular de Todos los Santos. […] Este libro nace de una cadena de mínimos secretos revelados que fueron deshojando, uno a uno, los días de Sayonara, buscando llegar hasta la médula”.