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Ed. Crítica, año 2003. Tapa dura con sobrecubierta. Tamaño 24 x 16,5 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 440

La gran transición Rusia 1985 2002154Cuatro acontecimientos fundamentales determinaron la historia política del siglo XX. El primero fue la revolución de 1917, y, como resultado, la caída del imperio ruso y la formación de la Unión Soviética. A continuación, la segunda guerra mundial, cuyo resultado fue el hundimiento de los regímenes fascistas en Europa y Asia y la creación de un nuevo sistema de relaciones internacionales. En tercer lugar, la disolución de los imperios coloniales y la formación del «Tercer Mundo», que incluyó a países como la India y China. Y, finalmente, la disolución de la URSS, cuyas consecuencias sufrimos hoy.

El ocaso y la muerte de los grandes imperios no ha sido nada extraordinario en la historia de la humanidad. A principios del siglo XX no sólo se desmoronó el imperio ruso, sino también el alemán, el otomano y el austrohúngaro. Más tarde cayeron el imperio británico, los imperios coloniales de otras potencias europeas y el de Japón. Desde un punto de vista formal, la disolución de la Unión Soviética puede incluirse en esa serie. Sin embargo, en su conjunto, los motivos de este acontecimiento resultan extraordinarios para los historiadores y suscitan no pocas preguntas y debates.

La bibliografía dedicada a los sucesos de los años ochenta y noventa del siglo XX en la URSS y en Rusia es muy amplia. Casi todos los protagonistas de esos sucesos han escrito sus memorias. Muchos participantes menos conocidos también han escrito libros: ayudantes, consejeros, líderes regionales, hombres de negocios y periodistas. Se han publicado, además, las primeras investigaciones de historiadores, sociólogos, politólogos, juristas, economistas y psicólogos sociales. Y hay también varias crónicas detalladas que registran los acontecimientos de los últimos veinte años por meses, semanas, días y casi hasta por horas. En este abundante caudal bibliográfico, el libro de Rafael Poch-de-Feliu ocupa un lugar importante e incluso, en varios aspectos, excepcional. La abundancia de hechos, testimonios, interpretaciones, así como de simples conjeturas y falsedades intencionadas, exige una síntesis
cualificada y un análisis profundo. El autor cumple magníficamente con ese reto, que ha precisado de un trabajo de muchos años.

Durante largos años, el autor ha trabajado como corresponsal de un periódico español en la ex Unión Soviética y Rusia. Antes recorrió todos los países de Europa central y oriental que formaban parte del «imperio exterior» de la Union Soviética. Entrevistó a y conversó con conocidos políticos, intelectuales, simples trabajadores, estudiantes y disidentes de diversos países; con líderes nacionales, diputados; la lista es muy amplia. Conoce de primera mano los temas sobre los que escribe. Ha estado en todas las repúblicas de la Unión, en las zonas industriales y agrícolas de Rusia. Ha examinado, además, casi toda la amplia bibliografía, incluyendo mucho de lo que se dijo y publicó en la prensa occidental sobre loque ocurría en la URSS. Ha tenido el tiempo y la paciencia de analizar toda esa información sin prisas y con la máxima seriedad.

Uno de sus grandes méritos es su objetividad. El autor no oculta sus simpatías o antipatías y en muchos casos hace duras valoraciones de diversos políticos y de sus acciones, pero esas valoraciones me han parecido casi siempre fundamentadas, objetivas y justas. Seguramente, para él ha sido una ayuda haber podido observar el proceso de transición a la democracia de un régimen autoritario en la España de los años setenta. Por desgracia para nosotros, esa transición se ha realizado en la URSS con un costo mucho más alto que en España.

En los doce primeros capítulos del libro, Poch-de-Feliu repasa el devenir de la URSS no sólo según un orden cronológico estricto, sino también por temas, sistemáticamente, sin mezclar los problemas. Dedica mucha atención a la historia anterior a la perestroika: la URSS de los años sesenta y setenta, la crisis del brezhnevismo, la degeneración de la nomenclatura, la aparición de una oposición, el estancamiento económico, el corto mandato de Yuri Andropov, la ascensión al liderazgo en Moscú de Mijail Gorbachov, Nikolai Rizhkov, Yegor Ligachov y otros.

También dedica mucha atención a los primeros años de la reforma de Gorbachov, sin idealizar su labor ni la de su equipo, cuando únicamente había un sentir general de los dirigentes, el dicho de que «no podemos seguir viviendo así», la aspiración hacia un desarrollo económico más acelerado, y también una aspiración a fortalecer el sistema socialista, no a destruirlo. Sin embargo, no había concepción, ni una clara formulación de objetivos, ni una selección concreta de los medios para alcanzarlos. Tampoco había previsiones de fracaso, por lo que nadie sabía como luchar con las consecuencias negativas de muchas iniciativas improvisadas y precipitadas. El «nuevo pensamiento» que Gorbachov propuso «al mundo», resulto demasiado abstracto. Quería unir Occidente y Oriente, y después Norte y Sur, pero en aquella época eso aún era una utopía.

En 1989, cuando Gorbachov estuvo en Pekín con Deng Xiaoping, pudo sentirse superior al cauteloso, racional y realista líder chino, pero tres años más tarde la URSS se desintegró y China continúa demostrando al mundo un avance dinámico, aunque no en el ámbito de la democratización. El precio de la libertad rusa ha resultado demasiado caro.

Extremadamente interesante y profundo es el capítulo dedicado a «La quiebra optimista del orden europeo». Para asombro de Occidente y sus políticos, cuando la URSS de Gorbachov tuvo dificultades en los países del este de Europa simplemente se retiró. Sin ninguna vacilación, Occidente ocupó los espacios que la URSS había dejado y los incorporó a su esfera de intereses. Desapareció el escenario, absolutamente posible entonces, de crear una zona neutral en el viejo continente.

El análisis de los agudos problemas y situaciones que aparecieron en las repúblicas nacionales de la URSS del periodo 1988-1991 es extraordinariamente valioso. La situación en Transcaucasia, especialmente en Armenia, Georgia y Azerbaidján, es analizada de forma muy precisa y tiene un enorme interés tanto para el lector ruso como para el que no lo es. El autor comprende los intrincados complejos de las minorías nacionales, sus dolorosos rencores y, en ocasiones, las absurdidades de muchos líderes nacionales, pero también ofrece muchos ejemplos de los errores de Gorbachov y del gobierno central en ese campo. Con el mismo fundamento, trata los problemas del Báltico. Habla en menor grado sobre los asuntos de Ucrania, Bielorrusia y Asia Central, lo que es comprensible si se recuerda que las situaciones más complicadas de aquella época se presentaron, precisamente, en el Báltico y en Transcaucasia. Mucho de todo eso se conoce poco y mal en Occidente y también es desconocido para muchos de nosotros.

El autor no idealiza los movimientos nacionalistas ni presenta a sus líderes como «luchadores por la libertad», como suele ocurrir. Todo fue mucho más complicado.

En este libro no hay héroes, todos se equivocaron y todos comprendieron mal una situación cuyo desenlace era, prácticamente, espontáneo y accidental. La prensa y la televisión eran interesantes y estimulantes, pero también incontroladas e irresponsables. Y todo eso ocurría bajo el telón de fondo de una escasez creciente y la ausencia de los artículos y bienes de consumo más elementales. La situación no podía tener un buen fin. El nuevo presidente del Parlamento ruso, Boris Yeltsin, aun empeoró más las cosas al hacer el juego a todas las oposiciones y a todos los nacionalistas. El autor valora de forma bastante crítica la conducta de los activistas de los nuevos partidos de oposición como Rusia Democrática, en cuyas filas no había ni una sola figura brillante.

De todo ese caos ya no se podía salir sin destruir la Unión Soviética. Incluso la tentativa de golpe de Estado y la declaración del estado de excepción no podían triunfar porque exigía líderes capaces, un fuerte movimiento social y apoyos populares. Tanto Gorbachov como quienes intentaron tomar la responsabilidad en agosto de 1991 carecían de todo ello. Después de la derrota de los iniciadores de la intentona ya no queda mucho que escribir: un breve e inarticulado interregno que desemboca en el fin de la URSS. El panorama resultante esta bien alejado de lo sublime. Por fortuna, no hubo tiros ni derramamiento de sangre…

En los restantes capítulos se analizan con todo detalle los problemas de la Rusia poscomunista, lo que merecería un comentario aun más extenso; sin embargo, la función de este prólogo no es sustituir al autor. La gran transición no expone todos los problemas relacionados con el fin de la URSS, pero aporta claridad a muchas cuestiones y valora de forma muy certera muchos acontecimientos y a muchos personajes que protagonizaron la historia de la URSS y Rusia en los últimos veinte años. Tras la lectura de este libro, la Rusia contemporánea resultará mucho más comprensible al lector.

Roy Medvedev

INDICE
Prólogo
Mapa
1- La URSS de antes
La divisoria de los años sesenta
La nomenclatura soviética
La crisis social del brezhnevismo
La reforma postergada
En vísperas de la perestroika
2- El precio de la libertad
3- El duodécimo plan quinquenal y Chernobyl
4- Los desconciertos de la glasnot
5- Inicio del sisma: el fenómeno Yeltsin
6- La quiebra optimista del orden europeo
7- Vacío y crisis múltiple
8- El despertar de las nacionalidades
9- Metástasis
10- Presidencialismo, derribo y federalización
11- Las jornadas de agosto de 1991
12- Interregno y fin
13- La Rusia de después
Las ambigüedades de la Rusia poscomunista
Shock sin terapia
«Patriotas» contra «Demócratas»
El golpe y las jornadas de otoño de 1993
El nuevo régimen: el derecho de «ukaz»
El nuevo régimen: el «Estado de Mercado»
Chechenia, revolución y guerra
Occidente y Rusia
14- Epílogo
Dudas y preguntas
Fuentes