Precio y stock a confirmar
Ed. Granica, año 1973. Tamaño 19,5 x 12,5 cm. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 256
El 17 de setiembre de 1955, por la mañana, salí de mi casa en La Plata. Junto con un amigo nos sentamos en el cordón de la vereda de la esquina de 13 y 43. Había transcurrido un día del comienzo del golpe de Estado y todo indicaba que en esa esquina presenciaríamos cosas importantes, porque la avenida 13 conduce a la Capital Federal.
La ciudad estaba todavía en manos del gobierno. Los “rebeldes” -como los calificaban las radios oficiales- habían sido desalojados por los “leales” de la Base Naval de Rio Santiago. El Regimiento 7 de Infantería permanecía fiel a las autoridades.
Hacia las diez de la mañana observamos algo insólito. Por la avenida, y en dirección a la Capital Federal, pasaron unos diez camiones con obreros. Cantaban la Marcha Peronista y daban vítores a Perón. Recuerdo que en las esquinas se agrupaba gente. En general no se discutía, más bien se buscaba información sobre los sucesos. Solo de vez en cuando se escuchaban voces a favor o en contra del gobierno.
A eso de las seis de la tarde volvieron los camiones. Los obreros iban en ellos. Pero no cantaban como antes. Alguno gritó «Viva Perón», pero la consigna de combate se perdió rápidamente, ahogada en el ruido de los motores y el silencio de sus compañeros. Esos obreros retornaban de Avellaneda, donde las mismas fuerzas policiales adictas al gobierno los habían hecho regresar en «cumplimiento de órdenes superiores», tal como me lo relató un militante peronista años más tarde.
El peronismo constituía una traba tanto para el liberalismo ortodoxo como para la corriente desarrollista. Ambos expresaban las dos grandes alas en las que se agrupaban durante 1955 la gran burguesía argentina y los terratenientes. Estas dos grandes corrientes empalman con los intereses monopolistas extranjeros, ya sea en su versión tradicional o la inversora en industrias más modernas, en el enfrentamiento a una política nacionalista burguesa que se replegaba pero continuaba forcejeando. Coincidieron por eso, contra el peronismo, desde intereses agroexportadores afectados por el IAPI hasta intereses foráneos afectados ya sea por la política de regulación de envíos al exterior de las ganancias o la radicación de nuevos capitales extranjeros.
Los intereses materiales que se movían en 1955 para derrumbar al peronismo lo hacían también para eliminar un fenómeno social propio del peronismo: la forma en que la fracción burguesa hegemónica en el Estado burgués-terrateniente había articulado
su relación con la masa proletaria. Esto es, el “Estado de los trabajadores”. Para las clases dominantes había que separar taxativamente al Estado de la masa obrera. Había que dejar bien claro que jurídicamente eran ‘‘dos cosas distintas”. De ese modo el bloque dominante en la formación social pensaba que podía utilizar a ese mismo Estado (previa depuración de factores distorsionantes como la Constitución de 1949) para llevar adelante el nuevo curso capitalista-dependiente acentuando la explotación obrera.
Una gran preocupación de las clases dominantes residía en la heterogeneidad del partido gobernante. Pues no escapaba a los Bunge y Born y compañía que la contradicción interna del peronismo entre su base social y su contenido de clase podía desembocar en una radicalización del proletariado, en un vuelco hacia posiciones de izquierda.
La certeza de la anterior afirmación ha sido corroborada en los últimos años por los hechos, y en especial, a partir del “cordobazo”. En la medida en que la lucha de clases se ha agudizado sin que el reformismo burgués pudiese jugar fácilmente su papel, han emergido dos fenómenos en forma simultánea. Por un lado el clasismo, el principal factor de avance en la conciencia de clase, y condicionante de una radicalización general de la clase obrera. Por otro, y como expresión de fracciones del proletariado y las capas medias, ha tomado fuerza el llamado “socialismo nacional”. Este puede expresar la forma especifica de participación peronista en la revolución de liberación social y nacional, previa delimitación ideológica con la versión reaccionaria de esa formulación.
El gobierno cayó en setiembre de 1955 porque a partir del intento golpista de junio su comportamiento se centró en buscar un compromiso con las ckses dominantes. La cúspide peronista fracasó en esa búsqueda de un compromiso negociado -que Perón denominó durante dos meses “la pacificación”- porque ese compromiso era imposible.
En 1955 sólo había lugar para un corte histórico. Era un momento que exigía lucha de contrarios. Perón, para resistir el embate golpista, trató de ubicarse en posiciones de fuerza pero guiándose por el utópico objetivo de unir momentáneamente a los contrarios, cosa que había logrado desde 1945 pero que era irrealizable en 1955. Creyó que podía lograrlo apoyándose en el Ejército. El resultado es conocido.
Salvando las diferencias históricas, una cosa parecida ocurre actualmente en las filas peronistas. Están los que exigen la lucha de contrarios y han aportado a ello durante años de lucha consecuente. Están los que quieren unir a los contrarios y han colaborado permanentemente con los “factores de poder” para lograrlo.
Para entender el año 1955 lo principal es desistir de “rehacer” la historia. Nada “faltó” en 1955. Estuvieron allí todos los que tenían que estar y se comportaron tal como tenían que hacerlo. El golpe reaccionario dividió al país en peronistas y antiperonistas. La clase obrera quedó aislada de gran parte de sus aliados naturales.
La imposibilidad del peronismo para radicalizarse y el amplio apoyo pequeño-burgués al golpe dio al suceso la característica de una fatalidad histórica que debía terminar inevitablemente con el desenlace de un levantamiento antiperonista triunfante. El drama de 1955 no tuvo más que vislumbrarse para encontrar los actores que necesitaba. Y a estos solo les dio tiempo para que hicieran lo que les dictaba la conciencia posible de cada clase, cada partido y cada jefe.
El presente ensayo solo pretende ser un aporte modesto a lo que debe ser gran debate. Lamentablemente el peronismo no ha producido ninguna obra profunda sobre los acontecimientos, incluidos algunos trabajos del mismo Perón, dedicados más a justificar su comportamiento que a explicar los hechos. Más grave aun es la presencia, como únicas obras de consulta, de textos escritos por autores norteamericanos reaccionarios, como Whitaker y otros.
No se me escapa que sobre los acontecimientos setembrinos quedan por dilucidar muchas cuestiones que aquí solo se formulan en sus manifestaciones más generales. También hay hipótesis para verificar. Pero lo que queda claro es el juego político en su conjunto, las relaciones mutuas y contradictorias entre las clases, partidos y jefes. Ha sido por otra parte este el objetivo central del ensayo.
A los que no comparten mi interpretación les recomiendo la lectura atenta de los documentos. Así, las diferencias de opinión podrán superar los limites de la apologética y lograr niveles más serios.
En este libro exploraremos el proceso político que se desenvuelve desde junio a setiembre de 1955 y que culmina con la caída del peronismo. La atención está puesta en el nivel político, pero sus causas más profundas se encuentran en la base económica de la sociedad nacional.
Si el peronismo fue derrotado con tanta facilidad aunque su fuerza como movimiento político haya persistido durante los últimos diez y ocho años, se debió esencialmente a que a partir de 1953 comienza a hacer crisis el proyecto nacionalista-burgués, y esa crisis termina con su desalojo del poder político.
La crisis del proyecto nacionalista-burgués fue el correlato del estancamiento económico que el país comenzó a sufrir a partir de esa fecha. Este estancamiento demostró palmariamente que la coyuntura internacional y nacional que permitió la conformación del bloque nacionalista-burgués había pasado, y que los límites de su reformismo eran infranqueables. Estos límites estaban y están dados por el mismo carácter de la formación capitalista-dependiente argentina, que generó un proyecto nacionalista, entre dos grandes períodos signados por la preeminencia de la tendencia principal de desarrollo capitalista en la Argentina, esto es, el capitalismo dependiente, primero con eje en la producción agraria, y luego, es decir actualmente, con eje en la producción industrial monopolizada, manteniendo su importancia relativa el sector agropecuario.
El peronismo produjo modificaciones profundas en la antigua formación económico-social que funcionaba como comlementaria agrícola de los países imperialistas, en particular Inglaterra. Pero desde las entrañas del proceso abierto a partir de la fase sustitutiva de importaciones de manufacturas irá conformándose el reagrupamiento en las clases dominantes que requerirá el golpe de Estado de 1955 para abrir curso al período que va conformando un capitalismo dependiente que marcha aceleradamente a la conentración y centralización. Esto fue posible porque el peronismo no suprimió las causas estructurales que signaban el carácter capitalista-dependiente de la economía nacional.
Naturalmente que el proceso político que se inicia en 1955 no está exento de profundas “complicaciones” para las fuerzas sociales representativas de ese nuevo curso. La primera complicación reside en que otras fuerzas sociales, con el proletariado a la cabeza, lo han resistido firmemente. La segunda complicación ha derivado de contradicciones entre el nuevo curso y capas burguesas afectadas por el proceso de concentración. También ha habido y habrá contradicciones en el propio bloque conformado por la oligarquía burguesa terrateniente y el imperialismo. Las “complicaciones” de este curso se han manifestado ya antes del golpe de Estado de 1966, pero ha sido a partir de éste cuando todas las contradicciones de la sociedad argentina (que tiene como alternativa continuar el curso del bloque dominante o abrir un curso revolucionario de liberación social y nacional, camino del socialismo) se han exasperado agudamente.
Hoy podemos estudiar el peronismo como el interregno nacionalista-burgués entre esos dos grandes períodos. Su ascenso al poder sancionó políticamente el fin del primero, y su caída, el comienzo del segundo.
Por último, como indicaba Marx, los grandes acontecimientos resumen décadas, y en ellos emergen nítidamente las corrientes sociales subterráneas. La coyuntura es poderosa porque obliga a la estructura y sus contradicciones a mostrarse a la luz del día.
INDICE
Prólogo
Advertencia
1- El ensayo general golpista del 16 de junio
Notas
2- La «pacificación» imposible
Notas
3- La recuperación imposible
Notas
4- La caída inevitable
Notas
5- Apéndice documental