DVD Douglas SirkPrecio y stock a confirmar
DVD Original
Estado: Nuevo
Origen: Estados Unidos / Alemania
Color: Himno de batalla / Imitación de la vida
Blanco y negro: La Habanera
Formato: Fullscreen
Idioma
Inglés: Himno de batalla / Imitación de la vida
Alemán: La Habanera
Subtítulos: Castellano
Director: Douglas Sirk
Actores
Himno de batalla: Rock Hudson, Anna Kashfi, Martha Hyer, Dan Duryea, Don DeFore, Alan Hale, Jack Mahoney
Imitación de la vida: Lana Turner, John Gavin, Susan Kohner, Sandra Dee, Dan O’Herlihy, Robert Alda, Juanita Moore, Mahalia Jackson, Terry Burnham, Karin Dicker, Troy Donahue
La Habanera: Zarah Leander, Ferdinand Marian, Karl Martell, Julia Serda, Boris Alekin

Nacido en Hamburgo en 1900 (su verdadero nombre era Hans Dietlef Sierck) y fallecido en Suiza en 1987, cuando Sirk huyó del nazismo tenía detrás una considerable carrera como director de teatro, y otra incipiente, como cineasta. Hombre de cultura, formación y sensibilidad europeas, como director de cine Sirk se desarrolla casi enteramente en Hollywood, desde comienzos de los ‘40 hasta fines de la década siguiente, cuando decide retirarse por propia voluntad.

Probado, como todo director de Hollywood, en los más diversos géneros –desde la comedia hasta el cine de aventuras, pasando incluso por el western–, la verdadera trascendencia de Sirk está dada por un grupo compacto de melodramas (folletines, culebrones incluso) que el cineasta filmó entre 1954 y 1959, todos ellos para la compañía Universal.

Himno de batalla
Rock Hudson es un pastor en crisis, arrepentido de haber bombardeado como piloto un orfanato alemán en la Segunda Guerra Mundial, que tiene la oportunidad de salvar a un grupo de niños coreanos. Esta curiosa historia de redención está basada en la vida del coronel Dean E. Hess, que escribió su autobiografía a la vez que se rodaba este poderoso testimonio de la lucha de la fe frente a la duda, la culpa y la vergüenza.

El pastor Dean Hess –que interpreta Rock Hudson– fue también un piloto que salvó cuatrocientos huérfanos, manteniendo una serie de orfanatos cristianos. Su condición de héroe ahora sido puesta en duda, aunque apoyara estos hogares, que no fundó realidad él, sino On-Soon-Whang, una coreana de cincuenta años (que no se parecía nada a la guapa galesa, mitad india, Anna Kashfi, que la película llama En-Soon-Yang y estuvo casada un poco de tiempo con Marlon Brando). Parece ser que Hess fue también ordenado ya como pastor, antes del bombardeo en Alemania, que en la película le produce esa crisis de conciencia, por la muerte de 37 niños.

Aunque no fuera así todo en realidad, el director tuvo que contar con la presencia de Hess en el rodaje. Lo que hace de hecho que el personaje no tenga toda la ambigüedad que él quisiera haberle dado. Ya que el pastor se negó a ser representado con problemas de alcohol. Es por esto que apenas se intuye a veces su conflicto interno. Sirk se había roto además una pierna y tuvo que estar sentado en una silla de ruedas todo el tiempo. Lo que limitaba constantemente sus movimientos, tal y como cuenta en el libro de entrevistas de Michael Halliday, Sirk sobre Sirk. No hemos visto sin embargo nunca a un Rock Hudson tan atormentado como aquí…

En la película son sus remordimientos los que le llevan a hacerse predicador en un pequeño pueblo de Ohio. Una crisis es también la que le hace volver al Ejército en la guerra de Corea. Y para salvar a esos cuatrocientos huérfanos, tiene que volver a matar. Todo un conflicto de conciencia, que le da un papel bastante oscuro.

Imitación de la vida
Juanita Moore dice a Lana Turner que Sarah Jane es su hija. Juanita Moore es negra y Sarah Jane es casi blanca. Al principio, Lana Turner duda, luego comprende, vuelve a dudar y finalmente afirma que lo más natural del mundo es que una mujer negra tenga un hijo blanco. Pero nada es natural. Nunca. En toda la película. Y, sin embargo, todos intentan desesperadamente que sus pensamientos y sus deseos sean lo que más les convenga. Sarah Jane no quiere ser blanca porque piense que el blanco es un color más bonito que el negro, sino porque sabe que la vida es mucho más agradable si se es blanco.

Si Lana Turner quiere ser actriz no es porque le guste, sino porque en la vida se ocupa un puesto mejor si se tiene éxito. Y si Juanita Moore quiere unos funerales espectaculares no es por lo que pueda sentir una vez muerta, sino porque quiere revalorizarse retrospectivamente ante los ojos del mundo, lo que le negaron mientras vivió. Ninguno de los protagonistas se da cuenta de que todo, pensamientos, deseos, sueños, proviene directamente de la realidad social o es manipulado por ella. No conozco ninguna otra película donde este hecho se exprese tan clara y desesperadamente.

Hacia el final de la película Juanita Moore dice a Lana Turner que tiene muchos amigos. Lana queda confusa. ¿Juanita Moore tiene amigos? Las dos mujeres viven juntas bajo el mismo techo desde hace años y Lana no sabe nada de Juanita. No es sorprendente que se extrañe. Lana también se extraña cuando su hija le reprocha haberla dejado siempre sola. E incluso cuando Sarah Jane lanza algunos sarcasmos a la diosa blanca porque tiene problemas y quiere que la tomen en serio, Lana Turner se muestra sorprendida. Y también le sorprende la muerte de Juanita Moore. ¿Cómo ha podido acostarse y morirse así? No es justo encontrarse de pronto frente a una realidad que ya no es color de rosa.

Durante la segunda parte de la película, lo único que Lana puede hacer es sorprenderse. Resultado: en el futuro quiere interpretar papeles dramáticos. El sufrimiento, la muerte, las lágrimas: indudablemente se puede sacar algo de todo esto. Y en este mundo es cuando el problema de Lana se convierte en el del cineasta. Lana es una actriz, y tal vez incluso una buena actriz. Nosotros nunca lo sabemos a ciencia cierta. Primero tiene que ganarse la vida y la de su hija. ¿O quiere hacer carrera por el puro placer personal? No parece demasiado afectada por la muerte de su marido. Todo lo que sabe de él es que era un buen director. Creo que quiere hacer carrera por su propio gusto. El dinero ocupa un lugar secundario para ella, el éxito es lo que más cuenta. En tercer lugar, está John Gavin. John ama a Lana; por amor a ella y por ayudarla, ha renunciado a sus ambiciones artísticas y comenzado a trabajar como fotógrafo en una agencia de publicidad. Lana no puede comprender que sacrifique su ambición al amor. También John es bastante tonto: le hace elegir a Lana entre el matrimonio y su carrera. A Lana esto le parece fantástico y dramático y escoge su carrera. Así suceden las cosas a lo largo de toda la película. Hacen proyectos para ser felices hasta que suena el teléfono para un nuevo papel y Lana revive. Esta mujer es un caso desesperado. John Gavin también. Tendría que haber comprendido antes que esto no podía funcionar. Pero a pesar de eso, une su vida a la de esta mujer. Las cosas que no pueden funcionar siempre son las que suscitan en nosotros un interés más duradero. Entonces, la hija de Lana Turner se enamora de John; es exactamente como debería ser Lana para satisfacer los deseos de John, pero no es Lana. Esto es comprensible. Sandra Dee es la única que no comprende. Tal vez porque las cosas no se comprenden cuando se está enamorado.

Juanita Moore también ama a su hija y no la comprende muy bien. Un día llueve, cuando Sarah Jane todavía es una niña, y Juanita Moore le lleva un paraguas al colegio. Sarah Jane había hecho creer que es blanca. Surge la verdad cuando su madre llega al colegio con el paraguas. Sarah Jane no lo olvidará jamás. El amor que Juanita Moore siente por su hija le impide comprender los hechos cuando poco antes de morir quiere ver a Sarah Jane por última vez. Para ella es un pecado que Sarah Jane quiera pasar por blanca. Lo más terrible de esta escena es que cuanto más cruel y malvada es Sarah Jane con su madre, más patética y lamentable es ésta. Realmente, lo brutal es que la madre quiera poseer a su hija porque la quiere. Y Sarah Jane se defiende contra el terrorismo maternal, contra el terrorismo del mundo. Lo cruel es que podemos comprenderlas. A menos que el mundo cambie. En este momento lloran todos los espectadores. Porque es difícil cambiar el mundo. Entonces todos los personajes se encuentran en el entierro de Juanita Moore y durante algunos minutos se comportan como si todo fuese bien. Y este “como si” es lo que les hace seguir en el mismo atolladero; les hace sospechar vagamente que buscan otra cosa, pero de nuevo se apresuran a olvidarlo.

“Imitación de la vida” comienza como una película sobre el personaje de Lana Turner y muy insensiblemente se convierte en una película sobre el personaje de Juanita Moore, la mujer negra. El cineasta abandona el problema que le concierne, el aspecto del argumento que concierne a su propio trabajo para investigar la imitación de la vida en el destino de Juanita Moore, en el que encuentra mucha más crueldad de la que puede encontrar en el caso de Lana Turner o en el suyo propio. Aún menos oportunidades. Aún más desesperanza.


La Habanera

Sirk huyó del nazismo en 1938. Para hacerlo, pidió viajar a Zurich con el pretexto de un rodaje y nunca más volvió (no, al menos, hasta fines de los años ’50, cuando lo hizo para rodar la extraordinaria Tiempo de vivir, tiempo de morir). La huida de Sirk tuvo lugar poco después del estreno de La habanera, melodrama en blanco y negro con guión de Gerhard Menzel, que poco más tarde sería otro ardiente defensor del nazismo.

Durante 1937, para La Habanera, los nazis convirtieron Tenerife en la isla caribeña de Puerto Rico de la mano del todavía Claus Detlef Sierck, quien, tras su huida a Estados Unidos escapando de la barbarie fascista, pasó a la historia como Douglas Sirk, el autor de títulos imprescindibles como Obsesión o Imitación a la vida, entre otros.

La Habanera fue una de las primeras producciones que la Alemania de Hitler rodó en Canarias «y se grabó íntegramente entre la ermita de San Telmo, de Santa Cruz de Tenerife; varias fincas de La Orotava y diversas localizaciones del Puerto de la Cruz, que por entonces era un lugar turístico de gran popularidad entre los alemanes», explica Fernando Gabriel Martín Rodríguez, catedrático de Historia del Cine de la Universidad de La Laguna.

El desembarco de los aparatosos equipos de grabación de la Universum Film Aktiengesellschaft (UFA), factoría de muchos de los filmes de propaganda nazi de aquella época, fue todo un acontecimiento en la Isla, «y no sólo porque se solicitaron muchísimos extras, que hicieron de indígenas», recuerda Martín Rodríguez. «El hecho de que la película estuviese protagonizada por la actriz Zarah Leander, famosísima en los años treinta a los niveles de Marlene Dietrich o Greta Garbo y protegida entonces por Joseph Goebbles, el ministro nazi de propaganda, generó un revuelo importantísimo» en una sociedad tan humilde y poco acostumbrada al mundo del cine y su parafernalia, pero que, sin embargo, conocía a la intérprete.

La historia que dirigió Sirk, con un guión trufado de detalles fascistoides, con referencias, por ejemplo, al poderío blanco frente a los morenos isleños, narra el viaje de dos mujeres suecas, tía y sobrina, a una isla caribeña donde una de ellas se enamora perdidamente de un adinerado hombre del pueblo, don Pedro, abandonándolo absolutamente todo para vivir su amor tropical junto a él. La noticia, evidentemente, no sienta bien a su tía, que rompe relaciones con ella y regresa a Suecia.

Diez años más tarde, un médico amigo de la familia le comenta a la familia que va a viajar a Puerto Rico porque hay una plaga mortal en dicha isla y debe ir a vacunar a sus habitantes para que no mueran. Al más puro estilo Douglas Sirk, la tía de la protagonista decide que es el momento de regresar a aquel lugar para, primero, salvar de la muerte segura a ese pueblo subdesarrollado y, después, recuperar el amor de su sobrina, aunque a su llegada compruebe que ni el paraíso es tan idílico, ni su sobrina es la joven felizmente enamorada que ella dejó en Puerto Rico hace ya una década.