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Ed. Plaza & Janés, año 2002. Tapa dura con sobrecubierta. Tamaño 25,5 x 16,5 cm. Traducción de Miguel Sánez Sagaseta. Cantidad de páginas: 336
El protagonista de Furia nos recuerda mucho al autor, aunque se llama Malik Solanka. Tiene 55 años, nació en Bombay, se educó en Cambridge y ahora vive en Nueva York. La historia de cómo llegó a Manhattan comienza cuando sin saber cómo, se vio una noche delante de la cama de su segunda esposa y su hijo de tres años con un cuchillo en la mano a punto de matarlos. No lo hace, pero ′el que no hubiera hundido el cuchillo en corazones que dormían no lo hacía a él inocente′. Solanka abandona a su familia sin despedirse, para ir a Estados Unidos, donde Rushdie nos presenta el espectáculo de una vida llena de furia sin sentido.
El personaje de Furia es conocido por haber sido el creador e inventor de una muñeca popularizada por televisión. Cerebrito se ha convertido ya en Inglaterra en una especie de ícono, aunque no es más que otro producto de consumo. Pero tiene tal éxito que Malik abandona su trabajo en Cambridge para dedicarse por completo a la explotación de la muñeca. Sin embargo, llega un momento en que nada le satisface. Los programas de televisión se vulgarizan hasta el infinito. Pero cuánto más baja su nivel, mayor es el índice de audiencia. Y el poder económico norteamericano lo que hace es potenciar su estupidez, hasta llegar al absurdo. Pero Solanka descubre en Estados Unidos que las apariencias lo son todo. Lo importante es cómo nos ven los demás.
En este mundo de apariencias, toda vida personal, vivencias y valores íntimos, se desvanecen. No quedan más que las modas, las noticias que nos bombardean sin cesar, y ridículas luchas políticas, propias de esta época de ′reyes marioneta′. Solanka se encuentra así que las ′mujeres de carne y hueso querían ser como muñecas′. Porque ′ahora la muñeca era el original y la mujer la representación′. Malik inicia sin embargo una nueva relación con una mujer llamada Neela, pero ya entremezclada de truculentas muertes y asesinatos. Reconoce que ′la rabia nacía de la desesperación′, pero ve a Neela como ′la esperanza colmada′. La realidad sin embargo es que esa esperanza, como tantas otras, le llevará a una nueva decepción.
La vida está llena de falsas esperanzas. Porque ponemos nuestra confianza en cosas y personas que no pueden llenarnos. Vanas ilusiones, que no son más que meras apariencias de felicidad. Por un tiempo algo o alguien nos entusiasma, pero luego su interés se marchita rápidamente. Esos estallidos ciertamente muestran la vida como una continua demostración de furia sin sentido. Ya que nuestra propia conducta nos resulta inexplicable. Puesto que la contradicción misma parece anidar en nuestro interior. No sabemos por qué hacemos las cosas que hacemos… (14:27).