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Ed. Emecé, año 1972. Tamaño 22 x 14 cm. Traducción de Elisa López de Bullrich. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 374

Flash, Duchaussois108Flash, en inglés, significa relámpago.
Para un drogadicto significa espasmo.
Flash es lo que experimenta el organismo de un drogadicto cuando la droga penetra en sus venas impelida por el émbolo de una jeringa.
Su violencia es equivalente a la del relámpago y su intensidad igual a la del espasmo amoroso.
Un día le apliqué a una chica ese polvo pegajoso, ligeramente amarillento, que se desliza con dificultad en la palma de la mano y que se llama heroína.
Esta muchacha estaba sufriendo por falta de droga.
Lloraba y se retorcía las manos mientras yo le preparaba la inyección.
La tranquilicé hablándole suavemente con palabras cariñosas, mientras llenaba la jeringa.
Le hice un lazo en el brazo, pinché la vena que sobresalía en el pliegue del codo y le inyecté el líquido que obture luego de filtrar la mezcla de polvo y agua.
A medida que el líquido entraba en sus venas, la muchacha se echaba cada vez más hacia atrás, más se cerraban sus ojos, se coloreaban sus mejillas y aumentaba su jadeo.
Finalmente se entregó por completo, gimiendo de placer, tirada en la cama.
Luego pareció haberse quedado dormida, tranquila y feliz.
Exactamente como después de hacer el amor.
Había experimentado su flash.
Y ahora se había «ido», «viajaba», estaba «borracha por la droga».
Y entonces-yo a mi vez me inyecté, tuve también mi flash, viajé y me embriagué con la droga.
La única forma de experimentar el flash es inyectándose la droga en las venas, pinchándose, dándose un sboot o un fix.
Esa es la razón por la cual, todo drogadicto auténtico, un día u otro comienza fatalmente a inyectarse.
Y se convierte en un «junkie»
En un Dios.
O una piltrafa.
Como más les guste.

Epílogo

Doy una vuelta por última vez, por todo Katmandú y bebo una última taza de té en el Cabin Restaurant…

El día nueve compro un gran frasco de heroína pura, cuatrocientas ochenta dosis exactamente, y una reserva de metedrina. Como no he dejado de drogarme, tengo mucho miedo de encontrarme sin droga en París.

El diez de enero de mil novecientos setenta mi avión despega de la pista de Katmandú. Estoy a bordo de él. Hacemos escala en Nueva Delhi (donde nos trasbordan a un Boeing setecientos siete), Karachi, Tel Aviv y Roma. El doce de enero, bajo del avión en la pista de Orly bajo una lluvia helada, tiritando bajo mis ropas de hilo.
La heroína y la metedrina están guardadas simplemente en el fondo de la mochila.
Recupero la mochila en la cinta transportadora de la aduana. No hay ningún inspector… Salgo.

Un hombre grande y rubio se precipita hacia mí y me agarra por los hombros. Es Robert. Durante el viaje en taxi hasta París no digo ni una sola palabra. Estoy ahogado en un mar de pensamientos. Soy el primer repatriado de Katmandú por motivos de salud. No creo que haya habido muchos otros…

He tenido una suerte fantástica. Y amigos extraordinarios. Sé que allí han quedado decenas de chicas y muchachos como yo, pero que no tendrán mi misma suerte. La mayoría morirán, como unos junkies, vencidos por la droga y sus sueños fracasados.

Ahora tengo que aprender otra vez a vivir. Y para eso voy a necesitar el coraje para desintoxicarme. Palpo la mochila donde están guardadas la heroína y la metedrina.

¿Lograré tener semejante coraje?…