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Ed. Emecé, año 1994. Tamaño 21,5 x 14 cm. Traducción de José Federico Delos. Incluye 18 reproducciones en blanco y negro sobre papel ilustración. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 304

Médico y botánico, enamorado de la flora exótica, seductor, apasionado, estudiante durante la Revolución Francesa, jardinero durante el Imperio Napoleónico, conspirador en medio de las convulsiones agónicas de la América española, Aimé Bonpland tuvo una vida de leyenda.

Exploró los confines de la selva amazónica y escaló las más altas cimas de los Andes con Alexander von Humboldt; fue amigo de la emperatriz Josefina e hizo de la Malmaison el jardín más bello de Europa; emigrado a la Argentina, fue el primer rehén político moderno, secuestrado y encarcelado durante años por Gaspar Francia, el Supremo Dictador paraguayo.

Simón Bolívar, a quien había conocido en un burdel de París, amenazó con invadir el Paraguay para liberarlo; terminó sus días en Paso de los Libres, donde fue asesinado cuando ya estaba muerto.

Para escribir esta biografía de Bonpland, el autor llevó a cabo una investigación detectivesca que lo condujo hasta el Museo de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde encontró y pudo estudiar a fondo los archivos del célebre científico francés, olvidados hacía decenios.

«Urgente. Se busca matemáticos, físicos, arqueólogos, naturalistas, botánicos, médicos, astrónomos, geómetras, zoólogos, mineralogistas, químicos, artistas, ilustradores de primer nivel, para misión de Estado. Deben ser jóvenes, entusiastas, de constitución robusta, resueltos a demostrar al mundo entero que están dispuestos a morir por la nación. Desde cualquier punto de vista, nada de lo que hayan vivido hasta entonces podría igualar el campo de investigaciones que les propone el Directorio. ¿Su lugar, sus fines, sus medios? Misterio. ¡Secreto militar!

Al decidir ir a cortar la ruta de Suez a los ingleses, apenas terminada su triunfal campaña de Italia, Bonaparte hace exactamente lo contrario de lo esperado por todo el mundo. En primer lugar por el Almirantazgo, que en menos de tres meses debe reunir treinta y tres mil hombres, mil cañones y trescientos ochenta navíos; luego el mundo científico, en el cual siembra un viento de pánico al querer asociar a su gloria naciente el renombre de doscientos sabios franceses. Monge, Berthollet, Geoffroy Saint-Hilaire son lanzados de inmediato sobre las huellas de los aspirantes a sabios-soldados.

Por su lado, el Instituto nombra a Louis Antoine de Bougainville a la cabeza del comité encargado de realizar el reclutamiento de ese cuerpo de ejército de un nuevo tipo. El célebre navegante es sin discusión el más calificado de los miembros del Instituto para descubrir rápidamente los mejores reclutas en el vivero de las fuerzas científicas francesas.

Probablemente cansado de los honores con que se lo agobia desde su regreso de los mares del sur, Bougainville intenta desde hace varios años elaborar un nuevo proyecto de viaje alrededor del mundo. Con tres corbetas que lleven a su bordo las mejores tripulaciones y por lo menos un especialista de cada ciencia, quiere organizar la mayor expedición científica de todos los tiempos. Explorará Indonesia, las islas australes y todo el Pacífico. De paso se intentará encontrar las huellas de La Pérouse. Se aprovechará para colocar bajo la protección de Francia el menor arrecife de coral que no tenga poseedor conocido. «Nada de dominación, nada de monopolio, siempre la fuerza que protege, nunca la que se apodera», afirma Bougainville. En todo caso, siempre otras tantas colonias que no caerán en manos de los ingleses. En pleno período de preparación del Congreso de Rastatt, todo lo que apunta a debilitar a Inglaterra es considerado con benevolencia, y el proyecto contó mucho tiempo con la atención de los directores.

pero las arcas del Estado están vacías, desesperadamente vacías. La miseria más profunda convive con la fortuna de los especuladores. El poder pertenece actualmente a la burguesía sostenida por el ejército. Los que todavía pueden hacerlo intentan reunir los restos de sus sueños dispersados por el Terror, pero en esta sociedad sedienta de revancha, los proyectos maravillosos de un viejo realista son poco a poco relegados a un segundo plano. Al no lograr obtener de Talleyrand los créditos que necesita, Bougainville terminó por aceptar reducir sus ambiciones. Sugiere emprender un nuevo intento hacia el polo norte con el fin de encontrar el famoso paso que debe permitir alcanzar la China por un camino mucho más corto que el del Cabo. En cuanto a él, retenido por sus obligaciones (y su reumatismo, según murmuran las malas lenguas), se contenta con no ser en adelante más que el mentor de un intento cuya paternidad quiere conservar, pero para el cual recomienda el nombramiento del capitán Baudin.

Cuando el Instituto lo nombra a la cabeza de la comisión que obedece a los deseos de Napoleón Bonaparte, Bougainville vuelve a pensar de inmediato en los científicos que propuso al Museo para su propio proyecto. Saca la lista de sus cajones y convoca a los interesados. Todos aceptan excepto uno. Se llama Aimé Goujaud-Bonpland. Es médico, pero fue en calidad de naturalista que resultó seleccionado entre los mejores alumnos del Museo. Apasionado de la flora exótica, sigue los cursos de Desfontaines, Jussieu y Lamarck, y pasa la mayor parte de su tiempo en los invernaderos del jardín botánico. Con determinación, declina la oferta que se le hace: se siente atado por un acuerdo tácito con sus pares y la expedición Baudin. Además, admira demasiado el genio de la naturaleza para admirar el de un general. La única arma que usa es el escalpelo con el cual prepara sus trabajos botánicos, y aún preferiría no tener que servirse de él. No siente ningún placer en hacer progresar la ciencia a bayonetazos.

Bougainville no insiste. Ningún sabio ni ningún alumno-asistente será enrolado por la fuerza. Por otra parte, un botánico con un carácter tan bien templado, apto por añadidura para atender a los enfermos, le parece francamente mejor embarcado en una de las corbetas que en un navío de una flota de guerra. Por su lado, Monge y Berthollet no registran solamente acuerdos. Alumnos del Politécnico, de la Escuela de Minas y de la Normal Superior se rehúsan a partir para un destino que no se les puede revelar por razones de secreto de Estado. Cuando, el 17 de mayo de 1799, el ejército de Egipto deja la rada de Tolón, la cuota de doscientos sabios deseada por Bonaparte está lejos de haber sido alcanzada. Por primera vez en su vida, Bougainville ha fallado en su empeño. Sueña con su juventud, en Tahití…

INDICE
Prólogo
1- Del Jardín del rey al Jardín Botánico
2- El milagro de la amistad
3- Primeros viajes
4- Criollos e indios
5- Sobre las huella de Eldorado
6- El infierno verde
7- La gloria y la buhardilla
8- Jardinero de la Emperatriz
9- Adeline y Bolívar
10- Difícil América
11- El rehén
12- Don Amado
13- El vagabundo del Uruguay
14- Buenas tardes, señor Bonpland
Bibliografía