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Ed. Cátedra, año 2002. Traducción y edición a cargo de Fernando Castanedo. Incluye la reproducción facsimilar de las 25 planchas originales a color. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 148
William Blake (Londres, 1757 – 1827) Pintor, grabador y poeta británico, una de las figuras más singulares y dotadas del arte y la
literatura inglesa. Fue para algunos un místico iluminado, un religioso atrapado en su propio mundo, y para otros un pobre loco que
sobrevivía gracias a los pocos amigos que, como Thomas Butts, creían en su arte y le compraban algunos grabados. La posteridad, sin embargo, ha considerado a William Blake como un visionario.
Su padre era calcetero, y parece haber pertenecido a una secta de seguidores de Swedenborg. En 1771 Blake empezó a trabajar como aprendiz con el grabador James Bazire; en 1780 conoció al rígido y frío escultor neoclásico John Flaxman, de quien aprendió el gusto por la seguridad y la precisión de contornos en el dibujo.
Durante la primera época de su vida, que llega hasta su matrimonio en 1782 con Catherine Boucher (la cual se reveló para él una esposa
ideal) y la publicación de los Poetical Sketches (Esbozos poéticos, 1783), se dedicó a la poesía y a las artes plásticas; estudió a
los artistas griegos, a Rafael, a Durero y sobre todo a Miguel Ángel, al que, incapaz de asimilar en su potencia creadora y volumétrica,
tradujo en términos lineales, con lo cual se aproximó inconscientemente al juego curvilíneo de los miniaturistas célticos.
De su gran entusiasmo por el famoso escultor participaba también el pintor suizo H. Fuseli (Füssli), que se estableció en Inglaterra en 1779, fue conservador de la Royal Academy e influyó indudablemente en Blake.
Blake, por otra parte, experimentó además la influencia del gótico, y copió los monumentos sepulcrales de la abadía de Westminster y de
otros templos antiguos. Flaxman le introdujo en la tertulia de Mrs. Mathew, donde fueron también apreciadas sus cualidades de poeta.
Componía ya versos desde 1768-69, y, aun cuando no estudios regulares, sí había realizado amplias lecturas: Shakespeare, Milton, la Biblia y Ossian. Se inspiraba en el estilo de la época isabelina, y no ocultaba su desprecio por la afectación y los primores de los
poetas barrocos.
En 1783 fueron impresos, a expensas de Flaxman y del reverendo Henry Mathew, los Poetical Sketches; pero la gestión de estos mecenas debió
de resultar poco grata al autor, ya por las palabras de condescendiente protección antepuestas por Mathew o bien a causa del mismo vocablo sketches (al que Blake daba un sentido peyorativo) del título, acerca del cual no había sido consultado el poeta. A Blake, que ni tan sólo pudo revisar las pruebas, le fue entregada toda la edición para que dispusiese de ella a su gusto; el autor se limitó a distribuir algunos ejemplares de la obra a varios amigos, y no habló ya más del libro.
La segunda etapa de su vida (1783-1803) comprende la maduración de su arte poético y pictórico. En 1784 abrió un negocio de grabados, que
mantuvo hasta la muerte de su hermano Robert; luego trabajó para otros: primero con Thomas Butts, quien le ayudó generosamente y fue siempre amigo suyo, y, más tarde (1800), junto a William Hayly, noble que se jactaba de poeta y mecenas y que asignó a Blake como residencia un «cottage» en Felpham, en el litoral de Sussex, donde nuestro autor pasó tres plácidos años y compuso algunos versos que figuran entre los más deliciosos y abstrusos de su producción. Desde 1793 a 1800 vivió en Lambeth, suburbio de Londres. En 1789 habían aparecido los Cantos de inocencia, ilustrados por él mismo, seguido cinco años después por los Cantos de experiencia, donde expresa la caída del hombre en poemas inolvidables, como «La rosa enferma» o «El tigre», de «aterradora simetría.»
En su última época (1803-27), pasada en esta capital, reveló en poesía una extravagancia creciente, seguida por veinte años de silencio casi ininterrumpido y un pleno afianzamiento como artista. En Londres cayó primeramente en manos de Richard Cromek, quien lo explotó. Luego, tras la ruptura con éste, trabajó con John Linnell (1813), pintor de paisajes y el mejor de sus patronos; para él grabó Inventions on the Book of Job, su obra maestra, y algunas ilustraciones para la Divina Comedia. En los últimos años de su existencia se vio rodeado por un círculo de amigos y discípulos.
De entre las obras literarias de sus últimos años destacan El matrimonio del cielo y el infierno (1793), y más tarde dos entregas escritas e ilustradas entre 1804 y 1820: Milton (1804-1818) y Jerusalén (1804-1820), en las que abiertamente rechaza toda forma de religión convencional y preanuncia temas caros al simbolismo de fines del siglo XIX, como la atracción por el abismo y la caducidad de la moral burguesa. Blake modificó, además, la métrica y los ritmos ingleses clásicos, al incorporar a la poesía culta los procedimientos populares de las canciones, baladas y sonsonetes infantiles. Sus cuadernos de notas con algunos poemas breves, escritos entre 1793 y 1818, fueron adquiridos en 1847 por el poeta D.G. Rossetti, uno de los primeros artistas en reconocer el excepcional valor de su obra.
Estos acontecimientos externos no permiten reconstruir el carácter extraordinario de William Blake, muy irritable y capaz de dar tanta importancia a una cuestión privada como para llevarla a los libros, donde el problema adquiría grandes proporciones; revolucionario en teoría (quedó intensamente impresionado por las revoluciones de América y Francia) y adversario de los soberanos y las leyes, manifestaba una índole violenta, incluso a través de su aspecto físico: de escasa talla, y con anchos hombros cuadrados y una gran cabeza autoritaria, poseía el tipo de los hombres de la Revolución francesa.
Por otra parte, era impresionable y sincero, poseía el entusiasmo y el sentido de la inocencia propios de un eterno muchacho o de un primitivo. Juzgaba realidades materiales las creaciones de su viva imaginación: así, el acontecimiento más notable de su vida hubo de ser la visión de gran número de ángeles sobre un árbol; Blake contaba entonces diez años escasos, y, en adelante, tuvo coloquios con profetas y santos encarnados.
La lectura de textos de literatura mística y ocultista le afianzó en sus creencias sobre el valor de su experiencia de visionario. Su idea cardinal llegó a ser la desconfianza absoluta en el testimonio de los sentidos; para William Blake, éstos suponen barreras que se interponen entre el alma y la verdadera sabiduría y el goce de la eternidad. Al negar el mundo sensible, no veía las cosas como aparecen, sino únicamente los tipos y las ideas eternas y más
reales que aquellas mismas: no los corderos, sino el Cordero, ni los tigres, antes bien el Tigre. Tales arquetipos se presentaban a sus ojos con un relieve particular, que dio lugar a la manera exaltada de sus grabados. Como artista, por tanto, Blake resulta un típico «manierista», en la línea de Fuseli: en él se realiza la disolución de las formas clásicas, y ello sin que se haya llegado todavía al nuevo equilibrio romántico.
La gran intensidad visionaria de William Blake se refleja tanto en su obra poética como pictórica. El rechazo a la observación directa de la naturaleza como fuente creativa le llevó a encerrarse únicamente en su mirada interior. Así, creaba sus figuras sin preocuparse de la estructura anatómica o de las proporciones, pues consideraba que corregir lo que fielmente había plasmado de su visión interior resultaba demasiado banal, ligero y superficial para un proceso que,
como él mismo dijo, se adentraba en «proporciones de eternidad demasiado grandes para el ojo del hombre».
En la obra del artista deben señalarse los monotipos realizados a partir de 1793, entre los cuales destaca Nabucodonosor (1795, Tate Gallery, Londres). En el tratamiento de este tema, en que un hombre desdichado sufre la transformación en un animal, el artista pone de manifiesto cierta frialdad estructurada frente a lo irreal. En esta obra se aprecian los elementos más característicos del estilo de Blake: el predominio del dibujo sobre el color, el recurso a los
contornos ondulantes que confieren a las figuras ritmo y vitalidad, la simplicidad monumental de sus formas estilizadas y la gestualidad de intenso dramatismo.
Blake utilizó técnicas nuevas de grabado e impresión, como el grabado a la acuarela en color o miniaturas impresas. Para el artista, el texto y las ilustraciones debían constituir un todo. Cabe destacar sus ilustraciones de el Libro de Job; la Divina Comedia de Dante o El Paraíso perdido de Milton. Ilustró también sus propios libros: Los cantos de inocencia, impresos por primera vez en 1789, y Los cantos de experiencia, en 1794. En ellos combina magistralmente texto e imagen con una técnica que se superpone al aguafuerte y al acabado a mano, estableciendo una íntima fusión entre el mundo de las ideas y el de los estímulos visibles.
A Blake le interesaba expresar el mundo a través de las emociones, más allá de la razón, pero esa cualidad de «visionario» en Blake no fue más que una fuerza mística y espiritual.
La mayor parte de los escritos de William Blake fue publicada en una forma que él mismo inventó y empezó a emplear hacia 1788. Con arreglo a este método de illuminated printing (impresión miniada), el texto y sus ilustraciones eran trasladados en sentido inverso encima de planchas de cobre con una sustancia no alterable por la acción de los ácidos (una especie de barniz); luego éstas eran grabadas como un aguafuerte hasta que, por último, toda la ilustración adquiría
relieve. Después se obtenían con ello los grabados, que más tarde el artista iluminaba delicadamente a la acuarela, con lo cual cada una de las copias poseía una individualidad propia.
Hacia 1793, Blake Introdujo una modificación en el procedimiento original: el «woodcutting on copper» (talla sobre cobre), empleado junto con el otro método en casi todas las obras impresas a partir de aquella fecha. En tal sistema la plancha era recubierta al principio con un fondo; las partes que habían de ser grabadas, o sea los contornos del dibujo, eran sacadas con un instrumento puntiagudo; luego se quitaba el fondo en el espacio destinado al texto, que era llevado sobre el metal como en el otro procedimiento y, finalmente, se grababa todo el cobre mediante el ácido. Sólo en algunas de las obras de Blake se utilizó el método corriente de grabado.
La personalidad de William Blake resultaba demasiado excepcional como para que pudiera ser incluida en la tradición inglesa y hacer escuela (siquiera en pintura tuviese algún seguidor, como Samuel Palmer). Con todo, desde su revalidación en 1863 por obra de los prerrafaelistas, conoció una amplia fortuna póstuma. Como poeta, Las bodas del cielo y del infierno es su obra más divulgada. Revela una clara influencia de Swedenborg, y es una mezcla de visiones apocalípticas y de aforismos
sibilinos.
A pesar de que la perspectiva actual, después de los avances del psicoanálisis y la antropología, permite acceder a la obra de Blake de otro modo, ésta evidencia una sabiduría inusual que se caracteriza por reflejar la oscuridad de lo inaccesible. Como otros contemporáneos, William Blake descubrió las fisuras y lagunas que
la Ilustración dejaba de lado ante cuestiones de gran trascendencia, y espetó su particular alegato con una densidad profética y una energía premonitoria que lo convirtieron en una figura clave para el desarrollo de la poética romántica.
Indice
Introducción
Vida de William Blake
El matrimonio del cielo y el infierno
Fecha de composición
Génesis y estructura
Género literario
Los discursos enlazados. Entusiasmo y revolución
Esta edición
Bibliografía
The Marriage of Heaven and Hell (Facsímil)
The Marriage of Heaven and Hell / El matrimonio del cielo y el infierno