Ediciones Distribuidora Cultural, año 1993. Tamaño 20,5 x 13,5 cm. Estado: Excelente. Cantidad de páginas: 64.

El Güegüence procede de dos tradiciones: una española, inmediata; y otra indígena, relativamente remota y predominante. Pero esto no altera la esencia mestiza de la obra, sino que le da una fisonomía nativa. Por eso, tras examinar la segunda, Brinton comprobó que El Güegüence estaba construido «dentro del campo de la emoción y del sentimiento nativo» advirtiendo que el personaje central tenía un antecedente en los «bailes de truhanes» del México precolombino y que su admiración por el engaño y la impudicia era la misma de ciertos cuentos aztecas.

Mas he aquí seis de los elementos de la tradición «teatral» aborigen: la modalidad primitiva de repetir algunos parlamentos (al principio, en medio y al final), la costumbre de referir oficios (los de don Forsico), el silencio de los personajes femeninos (Suche Malinche y las dos damas que no hablan), el truco humorístico de aparentar sordera (el más numeroso e importante, clave de la comedia), la personificación de animales por medio de máscaras (los machos: el viejo, el guajaqueño, el moto y el mohíno) y la conclusión con una mojiganga (constatada en la última frase del Güegüense: «Pues nosotros a la gorra, muchachos!»: a disfrutar de lo ajeno). Asimilados a la obra, estos elementos le sirvieron al autor para lograr sus objetivos.

Por su lado, la tradición española consistía en las manifestaciones del teatro religioso -autos, historia, pastorelas, etc., que se remontaban al medioevo- promovidos por los misioneros: otra forma más de la cultura hispánica de dominación; de ella, pues, surgió El Güegüence como algo fuera de serie y llena de dobles sentidos.

Algunos de los últimos muy logrados, son de índole sexual. En el parlamento cientoveintitrés, después que el gobernador insiste en reclamarle licencia o permiso por ingresar a la provincia, el Güegüence compara esa licencia con la de una prostituta («niña» la llama irónicamente) que le habia ofrecido «dulce» (y no de rapadura) quizás tocándose el vientre, gesto que el mismo Güegüence imitará. Presente en varios parlamentos, esas referencias tienen su explicación en otro elemento tradicional indígena: la actitud simbólica de fecundación común a las epresentaciones precolombinas que la poseían explícitamente, dado que sus intenciones eran provocar la procreación, la fertilidad de la naturaleza.

Este aspecto fue apuntado por el argentino Clemente Hernando Balmorí, quien observó en El Güegüence «más de una alusión a su carácter fálico original». Recordemos que la obra termina con una ceremonia que autoriza la procreación: la boda de don Forsico y Suche-Malinche.

«.. comedía maestra después de la conquista (escrita) en un dialecto burdo mezcla de castellano bajo y náhuatl corrompido». José Martí
(finales del siglo XIX)
«Es obra de una simplicidad primitiva. Alternan los diálogos en una monotonía no exenta de lo pintoresco. El Güegüense habla por el
pueblo». Rubén Darío
«Obra teatral de valor literario indiscutible, supera a cuanto conocemos de la comedia griega anterior a Aristófanes. Tiene escenas de
purísimo lirismo. Tiene pasajes de lenguaje tan amplio que el propio Aristófanes no le sobrepasa». Salomón de la Selva
«Es el primer abrazo de Nicaragua del patio arcaico de los mitotes, naachú y areytos con el tinglado de Lope de Rueda y Juan de la Encina». Pablo Antonio Cuadra (1942)
«…la obra tiene por objeto satirizar a las autoridades fiscales por los impuestos que cobraban. La cultura literaria del autor se puede
notar en la forma experta y graciosa con que usa el castellano. Forma que no tiene que envidiar a los mejores escritores castellanos, en
algunos párrafos». Francisco Pérez Estrada (1946)
«El Güegüense es una muestra del carácter un tanto licencioso del género. Tal era de esperar también prr su mismo valor simbólico de
fecundación, por su espíritu intencional que era de provocar la procreación, la fertilidad de la naturaleza…tiene mas de una alusión
a su carácter fálico original» Clemente Hernando Balmori (1955)
«…siempre se puede captar su sencillo argumento desarrollado con marcada intención de crítica a la autoridad y de burla social, como la
calidad literaria o dramática de la mayor parte de sus escenas, no por primitivas menos admirables en su acción y en su diálogo vivaz y
picaresco». Pablo Antonio Cuadra (1967)
«…piedra miliare della tradizione drammatica -e espirituale in senso lato-dell’America precolombina». Franco Cerutti (1968)
«…ejemplo curioso de la tradición de un teatro indohispano popular». Guillermo Díaz Plaja (1969)
«No todo es acción en la obra. El Güegüense o Macho-Ratón es también política. Política clasista, Indígena, anti-española, anti-católica y anti¬colonialista». Alejandro Dávila Bolaños (1970)

«…un auténtico sainete o entremés mestizo…una farsa rústica y aguda». Ernesto La Orden Miracle (1972).

Indice:
1- Portada del original, manuscrito de Carlos Hermán Berendt
2- Grabado de Daniel G. Brinton
3- Introducción, Jorge Eduardo A rellano
4- Esencia e interpretación, Jorge Eduardo Arellano
5- Sinopsis, Daniel G. Brinton (Traducción: Luciano Cuadra)
6- Texto español. Emilio Alvarez Lejarza
7- Notas, José Cid Pérez
8- Melodías
9- Bibliografía, Jorge Eduardo Arellano
10- Primera página del Manuscrito de Berendt
11- Edición principe (inglesa)
12- Página de la edición italiana
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