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Ed. Gustavo Gili, año 1979. Tapa dura. Tamaño 24,5 x 17 cm. Traducción de Michael Faber Kaiser. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 120

Karl Gerstner es uno de los más notables diseñadores gráficos europeos. Con Diseñar programas nos ofrece sus reflexiones sobre los aspectos fundamentales del configurar visual. Su tesis, desarrollada en múltiples ejemplos de trabajos de diseño, se reduce al enunciado: «En lugar de soluciones para problemas, programas para soluciones». Entiende al programa como un sistema en el que el conjunto de los componentes formales para la configuración están ordenados según una ley que regula sus combinaciones y, por ello, sus posibles significados.

Propone, en definitiva, un método mediante el cual el acto creativo se convierte en acto de selección intelectual a partir de las combinatorias que ofrece el programa.

Diseñar programas es un procedimiento fecundo, aplicado por el autor a los más diversos y sorprendentes aspectos de formalización visual. Pero también resulta de sumo interés cuando se desarrollan soluciones «programáticas» en otras áreas de la especulación formal, como la poesía o la música, como muestran los abundantes ejemplos del libro.

Por Paul Gredinger

¿Sabe usted lo que significa el título de este libro? Podemos explicar el título del libro con ayuda del mismo título. Para designar el libro podemos diseñar un programa. En tal caso es preciso saber de qué trata el libro, por lo menos su sujeto: la
configuración. Sin embargo, esto resulta demasiado general. Para el autor, la configuración posee dos aspectos diferenciados: diseño, diseñar, diseñador, etcétera, y programa, programar, programador, programático, etcétera. Veamos, entonces: ¿Diseño y
programa? No. La conjunción «y» resulta aquí demasiado débil, puesto que la relación existente entre ambos conceptos es más estrecha. ¿Diseño de programa? ¿Programa de diseño? No. Ambos términos expresan una mutua dependencia. ¿Cuál depende de cuál? Cada uno del otro. ¿El diseño del programa? ¿El programa del diseño? No. Bien sabemos lo que significa uno y lo que significa el otro.

Pero lo esencial está en medio. Está en la designación de ambos conceptos. La cuestión básica, por lo tanto, es ésta: la conexión entre ambos términos. También puede ser expresada a través de cualquier tipo de relación lingüística, porque la acción recíproca
de programa y diseño ha de ser lo más completa posible. Solución: enumerar todas las posibilidades de esta relación de conceptos. Y considerar todas estas variantes como posible título para el libro. La mejor solución consistiría entonces en hacer constar
en la portada todas las variantes: Diseño de programas. Programa para el diseño. Diseño = Programa. Programar. Diseñar. Programar diseños. Etcétera. En consecuencia, el libro debería llevar una larga lista de títulos. Como ello no es factible, el título reza tal como está ahora. Pero significa un programa entero.

El título también puede ser explicado de otra forma. Es decir, diseñar programas también puede significar: inventor reglas de configuración. Siguiendo el ejemplo de una reacción química, el diseñador ha de basarse en una especie de fórmula para lograr
encontrar un grupo de nuevas combinaciones. Lo principal es la fórmula. La fórmula la crea la forma. Crea un grupo de formas. Así, por ejemplo, en la poesía existe una fórmula que se corresponde con esta idea. La estructura tradicional de la lengua queda
disuelta. No hay gramática, no hay sintaxis. Los elementos: palabras aisladas. En el verso aparecen sueltas, en su forma elemental, con todas sus valencias libres. He aquí la regla del juego: permutación. Los poemas así creados se denominan constelaciones. Las constelaciones son programas poéticos. Un ejemplo de ello lo encontraremos en el libro.

Otro ejemplo de un programa (y, como siempre, el programa está constituido por determinados elementos y determinadas reglas de combinación): cuatro signos pictóricos, cada uno de ellos en nueve valores diferentes, en sendos naipes de una baraja de jass suizo. Las reglas para las combinaciones de los naipes son las mismas del juego del jass. La regla del juego = programa. Y, entendido de esta forma, también cualquier otro juego no es más que la puesta en práctica de un programa.

Más evidente y, por lo tanto, menos consciente: la fórmula de la receta de cocina. Ante todo la enumeración de los elementos: tómense…patatas, leche, agua, sal, mantequilla. A continuación el modo de preparación: pélese, córtese, hiérvase, cuélese,
bátase…Resultado: puré de patatas. La receta es el programa. Sencillo. Pero la interpretación de algunos de estos programas ya resulta algo más difícil. Y la verdadera dificultad se presenta cuando hay que diseñarlos. Esta es la razón por la que recibe el
nombre de arte. Arte culinario. Y algo todavía más difícil es preparar el menú entero: un programa sobrepuesto a otro. El recetario de cocina hace de partitura.

Resulta de una sorprendente similitud el ejemplo de otra labor doméstica de la mujer: convertir algo lineal en una superficie e, incluso, en algo complicadamente espacial. Y de hacerlo con medios sencillos. Sin embargo, lo topológicamente complicado tiene un nombre sencillo: labor de punto. Programa: punto derecho, hebra, punto revés, vuelta. Otra variante del programa se aplica al punto izquierdo. Reglas aún más complicadas forman dibujos también más complicados. El programa lo ofrece cualquier folleto de instrucciones para labores de punto. El programa para el punto a máquina es una cinta perforada. Ejemplo: la muestra Jacquard.

Ejemplo modélico de un programa hecho imagen: el ornamento. Resultado: el siluetado con tijeras. Segundo resultado: el caleidoscopio. ¿Dos imágenes de la infancia? Y, sin embargo, tras ellas se esconde más; todo un mundo. Los más simples elementos (formas} conjuntados del modo más simple (repetición, simetría), expresan el espíritu de culturas enteras. China, Latinoamérica, Asia Menor, Africa, Grecia, Roma. ¿Y el arte geométrico actual?

Lo más próximo a la idea típica de un programa estructural son las estructuras de la música electrónica. Aquí, la uniformidad estructural queda realizada desde la visión mental hasta llegar a la vivencia musical. Los elementos de la composición son unidades de sonido (impulsos). La composición de tales elementos consiste en la regulación de un único parámetro: el tiempo. La articulación de sonidos nace gracias a una fórmula para las relaciones de tiempo. Y la música es una estructura de impulsos programados. Estructura en el sentido de articulación de crecimiento.

Otro ejemplo de programa como predeterminación formulada lo tenemos en cualquier partitura musical. Resultan de especial interés las anotaciones que convierten el desorden -y no el orden- en regla válida. El puro azar. El siguiente ejemplo está expuesto en el libro. Un compositor hace que las contingencias de la superficie del papel determinen la frecuencia, la duración, el timbre, el
volumen y la entrada. El conjunto de sonidos no está predeterminado como de costumbre. Y, sin embargo, esta partitura es toda una partitura, un programa diseñado: éstos y aquéllos son sus elementos. Y esto es lo que puedo hacer con ellos. Resultado: toda una
serie de soluciones. Lo importante no es que el resultado sea éste o aquél; lo importante es que la forma se cree -tenga que crearse- obedeciendo a una arden o fórmula. Es en el diseño de la fórmula (imagen: un bulbo de tulipán), no en el diseño de la
forma (imagen: un tulipán) donde reside el placer creador; y, por consiguiente, el objetivo de la configuración.

INDICE
Prólogo a la edición castellana, por Karl Gerstner
Introducción pro-programática a la Introducción, por Paul Gredinger
Introducción: Sin programa
En lugar de soluciones para problemas, programas para soluciones
Programa como tipo de letra
-La antigua Akzidenz-Grotesk sobre una nueva base
Programa como tipografía
-Tipografía integral
-Notas
Programa como cuadro
-¿Hacer cuadros hoy?
Programa como método
-Estructura y movimiento