Ed. Peuser, año 1949. Tapa dura con sobrecubierta. Tamaño 22 x 16 cm. Usado excelente, 338 págs. Precio y stock a confirmar.
Moneta fue Ayudante en la Expedición de 1923, Segundo Jefe en 1925 y Jefe de las Expediciones de 1927 y 1929. El autor, uno de los integrantes del sostén logístico del Observatorio Naval Orcadas del Sur, relata sus experiencias a través de cuatro campañas, de un año de duración.
Comenzando por el viaje desde el continente a bordo de la Corbeta Uruguay, la barca Tijuca o los viejos catchers balleneros de la Cia. Argentina de Pesca. Hasta ese momento la historia de las islas fue la siguiente: Debido a la escasez de ballenas en las aguas heladas del Mar Glacial Ártico, las factorías balleneras buscaron nuevos horizontes en los desconocidos, hasta ese momento, fríos mares del Sur.
Es así como el Capitán Smith en 1819 descubre las Islas Shetland del Sur, en el norte de la Península Antártica. La devastación de las focas y los elefantes marinos fue tal, que diez años más tarde a la Isla Elefante sólo le quedó el nombre. Con el mismo afán de encontrar nuevos lugares para explotar, el ballenero James Monroe al mando del buque “Capitán Palmer” y el buque “Dove” al mando del Capitán Powell, se dirigieron al este y el 6 de diciembre de 1821, Palmer descubre una isla que bautizó con el nombre de Coronación, en honor a su majestad Jorge IV, rey de Inglaterra y recientemente coronado.
Nueve semanas más tarde James Weddell bautiza, no ya una isla, sino al archipiélago con el nombre de South Orkneys, es decir Orcadas del Sur. A pesar de que se empieza a navegar desde principio del siglo XIX, cien años más tarde, en el 1900, no se tenía una acabada información sobre las tierras subpolares. Es por eso que la Sociedad Geográfica de Londres y con la colaboración de diversos países organiza una gran Expedición Antártica Internacional.
Entre otras expediciones que participan, estuvo la inglesa en el buque científico “Discovery”, bajo las órdenes del capitán Scott y la sueca al mando del geólogo Otto Nordenskjöld en el buque científico Antartic, de la cual participó el alférez de la Armada Nacional don José M. Sobral. La República Argentina también cooperó con aquel Comité Internacional levantando el primer observatorio en la isla de Año Nuevo al norte de la isla de los Estados.
Pero la expedición que nos convoca hoy es la que fue organizada por Escocia, al frente de la cual estaba el famoso expedicionario Willams S. Bruce en el buque Scotia. Esta expedición es la que dio origen al observatorio nacional de las Islas Orcadas del Sur. Por desconocimiento y como ya había ocurrido con otras embarcaciones, el congelamiento de las aguas atrapó al Scotia por lo que científicos y tripulación tuvieron que quedarse durante el invierno de 1903.
Sin desanimarse pusieron manos a la obra e instalaron en una pequeña y rudimentaria casa de piedra el primer observatorio meteorológico y magnético en la Antártida. Al finalizar ese largo invierno antártico, más o menos mediados de diciembre, el Scotia se vio liberado del hielo, situación que fue aprovechada para partir a Buenos Aires quedando en las Orcadas el jefe científico, Roberto MoSeleccionadoman, y un grupo de hombres para no interrumpir el trabajo.
En Buenos Aires, el doctor Bruce realizó gestiones ante el gobierno nacional para que este prosiguiera con las observaciones y ofreció transportar a los expedicionarios argentinos que se harían cargo. Es así como el entonces presidente Julio A. Roca firma el decreto fechado el 2 de enero de 1904 y por el cual autoriza al jefe de la Oficina Meteorológica Argentina, hoy el Servicio Meteorológico Nacional, a recibir la instalación ofrecida por el señor William Bruce, y a establecer un nuevo observatorio.
De esta manera la Argentina tomó posesión de las Orcadas. Al mismo tiempo e impulsado por el doctor Francisco P. Moreno, se producía otro hecho notable de la administración civil, pues se estableció el primer correo antártico argentino. Hasta 1922 se utilizó la heroica Corbeta Uruguay para realizar los relevos anuales de las dotaciones orcadenses. La Corbeta Uruguay es aquella que salvó a los expedicionarios suecos que estaban al mando del geólogo Nordenskjöld y que habían quedado atrapados por los hielos en la isla Cerro Nevado, que casualmente está frente a lo que hoy es la isla Marambio y donde sesenta y ocho años más tarde se inauguraría la primera pista de aviones estableciendo un puente aéreo que rompería el aislamiento invernal, pues los aviones pueden ir a la Antártida durante todo el año, sin necesidad de esperar el deshielo.
De los buques actuales que realizan esta tarea el más conocido es el Rompehielos Alte. Irízar, nombre puesto en honor al que fuera capitán de la Corbeta Uruguay. Retomando la historia de las Orcadas del Sur, la primera dotación, compuesta por cinco hombres, tres argentinos y dos escoceses, invernó durante todo el año de 1904. Desde 1905 se empezó a construir la segunda casa-habitación que en un principio media 9.50 m de largo por 5.50 m de ancho, totalmente de madera, era como una gran heladera, pues sus paredes eran dobles, de 10 cm de espesor y en el medio tenía aserrín. Todo recubierto con varias capas de ruberoid a fin de impedir que se filtren los fuertes vientos. Esta casa es la que hoy se llama “Casa Moneta”, en honor al argentino que invernó allí, durante cuatro años y nueve meses, en 1923, 1925,1927 y 1929. Su nombre completo era José Manuel Moneta –el autor de este libro-, fue quien inauguró la era de las dotaciones integradas totalmente por argentinos, ya que hasta el año 1926 los expedicionarios elegidos por el gobierno argentino eran casi siempre de origen alemán, inglés, noruego, sueco, dinamarqués; hombres de latitudes que tenían que ver con zonas similares a las polares.
También es de destacar que Moneta fue el primer jefe argentino y el que llevó la radiotelegrafía a las Orcadas. El 30 de marzo de 1927 se produjo la primera comunicación entre L R T (Orcadas) y L I K (Ushuaia) y a través de ella con Buenos Aires. Esto probaba algo que hasta el momento no se sabía si era factible, ya que la distancia (unos 3500 Km) y las inclemencias del tiempo eran factores desfavorables para la radiotelegrafía, teniendo en cuenta los equipos de aquella época. De esta forma se rompía el aislamiento orcadense. En cuanto a la comida esta era muy similar a la de los barcos, pues se utilizaba mucha conserva y los productos frescos eran los conseguidos en la zona, en época del verano, cuando llegaban los pingüinos, quienes proveían de huevos y carne similar a la del pato o también conseguían carne de foca o de lobo.
Otro producto fresco fácil de obtener en el invierno eran los pescados, pues sobre el mar congelado se hacía un agujero, se tiraban las líneas y al cabo de un rato de levantaba el pique. En cuanto a verduras se acababan muy pronto, y se contaba con la gran habilidad del cocinero para no caer en la monotonía. Para prevenir el escorbuto eran provistos con suficiente jugo de lima y por supuesto también contaban, pero no para prevenir algo en especial, de bebidas fuertes como whisky y coñac. Lo que se refiere a la indumentaria, hay que pensar que el rompevientos no existía, por consiguiente los grandes temporales eran sentidos a pleno. La lana junto con el cuero eran los materiales más usados. En cuanto a la calefacción y cocina eran a carbón y la iluminación a lámparas de kerosén.
Recién en 1925, por iniciativa de Moneta, se instaló un grupo electrógeno que más tarde se utilizó para la radio.