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Ed. Edhasa, año 2012. Tamaño 22,5 x 4,5 cm. TRADUCCION DE BENITO PEREZ GALDÓS. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 906
Charles Dickens nació en Landport, Portsmouth, en 1812. Era hijo de un modesto empleado de la Tesorería de la Armada y el segundo de ocho hermanos. Los difíciles años de su niñez que le ofrecieron tema inagotable para su obra futura, apenas tuvieron otros alicientes que su pasión por los libros y el cariño de su hermana Fanny. Tras residir muchos años en Chatham, la familia se instaló en Londres durante 1823, donde el padre fue encarcelado por deudas en la prisión de Marshalsea —allí debía permanecer tres meses—, mientras que Charles, que contaba sólo doce años, tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica de betún para calzado. Este episodio quedaría luego reflejado en una de las páginas más conmovedoras de la obra de Dickens. La familia pasaba sus domingos en la cárcel haciendo compañía a su padre ya que, como en el mismo Pickwick se nos cuenta, en ella se alquilaban habitaciones.
Este período de su vida dejó un profundo recuerdo en el futuro novelista y sus contactos cotidianos con los ambientes más pobres de Londres le permitieron ir acumulando observaciones que más tarde utilizaría en sus escritos. Empieza la época en que una sola máquina es capaz de realizar el trabajo de cien hombres, por lo que el trabajo de éstos se desprecia. Lo que para unos pocos —la explosión del maquinismo— es una fuente de riqueza, crea para los más miseria y cárcel. Y la familia de Dickens es una de tantas víctimas. Hay que insistir en esta etapa de la vida del autor ya que es esencial para el desarrollo de su obra.
En 1837, tras la publicación de Esbozos por Boz, que no tuvieron gran éxito pero que lo dieron a conocer, los editores Champman y Hall propusieron a Dickens la redacción de una novela humorística por entregas, basada en unos dibujos que trataban sobre un grotesco club de cazadores inexpertos. Éste fue el origen de Los papeles póstumos del club Pickwick, publicados en folletines mensuales de 1833 a 1839. A medida que avanza su publicación se va liberando progresivamente del pie forzado que le habían impuesto los editores y acaba convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de la literatura inglesa del siglo.
En realidad, no podemos considerar a Pickwick la novela más representativa de toda la obra de Dickens, aunque sí probablemente la que más nos acerque a los ambientes de la burguesía dominante en la Inglaterra de la época. Por otra parte, es mucho más conocido el aspecto triste del autor que este otro lado de su carácter hecho del humor más fino y entrañable.
Cuenta las andanzas de una grotesca asociación de seguidores de Samuel Pickwick, que recorren el país en busca de datos científicos con que enriquecer «la teoría de los renacuajos» formulada recientemente por el fundador de tan respetable club. Como puede suponerse eso no es más que el pretexto para llevar a los personajes de la novela de una situación a otra a cual más divertida, en las que siempre encontramos un profundo análisis de las costumbres del pueblo, pero realizado con tal alarde de imaginación creadora que pronto se olvida el pretexto inicial para seguir la existencia por sí misma de los personajes centrales. Sin embargo, de vez en cuando, en medio de este apretado fluir de personajes, se abre un resquicio por donde se entrevé la horrible soledad del hombre. A pesar del esfuerzo de Dickens por conseguir una distracción ligera, no puede sustraerse a la realidad a veces trágica de la existencia.
La obra culmina con la aparición de Sam Weller, criado y amigo de míster Pickwick, que se convierte pronto en el contrapunto jocoso de la afectada seriedad del protagonista. Ambos personajes, con el pequeño David Copperfield, son probablemente los últimos grandes mitos de la literatura inglesa, mitos tan representativos como don Quijote y Sancho. Es inevitable el recuerdo de la obra de Cervantes cuando se habla de Pickwick. Éste y Sam Weller han sido considerados como la versión inglesa, la réplica del humor inglés a don Quijote y Sancho. Hay, sin embargo, que hacer hincapié en que, mientras los personajes cervantinos representan la objetivación de una actitud frente a la vida, con alcance universal, Pickwick y su criado están en gran medida limitados por la época, e incluso por el ámbito social en el que discurren sus aventuras y del que son, eso sí, fidelísima expresión.
INDICE
Presentación
DICKENS POR GALDÓS
Aventuras de Pickwick
Galdós y Dickens
Galdós y «La Nación»
La traducción
Bibliografía
AVENTURAS DE PICKWICK
Carlos Dickens
Primera Parte
Segunda Parte