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DVD Original usado
Estado: Excelente
Origen: Argentina
Blanco y negro
Idioma: Castellano
Subtítulos: Inglés
Duración: 80′
Actores: Alberto Argibay, Toribio Torres, Walter Vidarte, Lautaro Murúa, Virginia Lago, Nora Palmer, Tonia Carrero, Raúl Parini, Raúl del Valle, Orlando Sacha, Nelly Tesolín, Héctor Pellegrini
Director: Lautaro Murúa
Todo “alias” es un escudo, una máscara, una señal de impostura que disminuye a quien consiente en disolver su identidad en el paredón de un mote que lo desdice, y lo licúa, a veces, en un peligroso scrabble de asociaciones baldías destinadas a abonar el absurdo de un imperfecto anonimato. Sabido es que Gardel, además del apellido de un artista ilustre, es un adjetivo que por antonomasia alude al elogio mayor que pueda tributársele a alguien en ambas márgenes del Río de la Plata.
En el filme de Lautaro Murúa -versión cinematográfica de un texto del escritor Bernardo Kordon- el mote le cae a Toribio Torres, personaje que significó la consagración de Alberto Argibay como uno de los actores más encumbrados de la que se ha dado en llamar “Generación del ‘ 60”. Si un “alias” es una máscara, si su efecto es la disolución, sería aconsejable -por razones de seguridad- que no ofreciera ningún enlace lógico posible con su portador. Sin embargo, contra todo pronóstico, la ambición de Toribio Torres -un pobre diablo devenido en proyecto de lumpen- es triunfar en la radio, consagrarse como gran cantor de tangos, justamente en la época en que el tango sufría la curva del lamentable declive iniciado después de 1955.
El universo filmado por Lautaro Murúa es el de una mitología en descomposición. Le tocará a los directores surgidos en esa etapa -Kohon, Favio, Murúa, Kuhn- testimoniar la desaparición, la transmutación, la crisis cultural de una época convulsionada a fuerza de golpes militares, proscripciones, traiciones, bastones largos, amén de la entronización cultural del coloniaje con el “Club del Clan” a la cabeza…
La radio -principal medio de comunicación, panacea que deslumbró a todas las clases sociales- empezaba a declinar, lentamente, hasta abandonar la costumbre consagratoria de los números en vivo. Toribio cree que su estampa recia y sus ansias de gorrión porteño alcanzan para catapultarlo. Sueña hacer giras con una orquesta que lo espera en el futuro, ¿en qué futuro si las orquestas típicas se estaban disolviendo por falta de trabajo? Toribio proyecta un futuro que está en el pasado. El imaginario de Toribio se oxida en el anhelo de un marco histórico y cultural ausente. Ese país en que el tango triunfaba, el de la legítima aspiración a la justicia y a la dignidad social que hizo posible el peronismo, fue proscripto, devino en oscuridad, y mutismo.
Digamos, también, que Toribio Torres posee el mayor atributo que un ambicioso debe tener: hambre, hambre en demasía, ansias de morder. El que ambiciona quiere morder, sufre la urgencia de abrirse paso a tarascones. Para Toribio el mundo es un bocado, la vida es un bocado y, finalmente, como suele ocurrir en estos casos, muere indigestado a causa de un hambre insaciable que lo arrasa con el asco de lo descomunal.
Toribio Torres muere en el basural, donde se pudre la cáscara, los restos, los deshechos de lo que otros mordieron a su turno. El plano del cuerpo cayendo cuesta abajo en la oscuridad de la noche, rodando entre los despojos, es la metáfora más nítida de lo que ha sido la vida de este Gardelito esquinero tan desprovisto de sagacidad como de sentido del tiempo para practicar el arte de la mordida. Todo en este mundo está sometido a las leyes de lo digerible, vivimos en un mundo absolutamente digestivo.
En “Alias Gardelito” verlo comer a Toribio es comprender la urgencia de su derrota, la imposibilidad de la resignación, del descenso fatal a la miseria, dinamiza el conflicto, a través del reproche, y la demanda de lo que Toribio no es capaz de dar: el sacrificio, el sudor de su frente. Un dato marginal, narrado en la intimidad de la cena familiar, informa que es huérfano de padre, esta circunstancia no basta para que nos apiademos de su egoísmo, aún cuando quizá nos permita comprender por qué razón anda siempre buscando a alguien que lo proteja para consolidarse como un parásito. Toribio busca un pellejo para morder cuando sea necesario…