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Ed. Norma, año 1999. Tamaño 21 x 13,5 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 124
El discurso nazi es una farsa idiota y, si se la traduce en comicidad, esa locura puede provocar espanto y risa a la vez. Se trata de un efecto en cierta medida «provocador», «revolucionario», porque son pocos los que hasta ahora se atrevieron a desmenuzar uno de los palabreríos más nefastos de la historia.
En Adiós Mein Führer, un nazi apasionado, celinianamente eufórico, idiota ejemplar, trata de adoctrinar a otro, en una idiotez que al principio se presume real, pero que luego se descubrirá presunta. En la obra se ha hecho realidad el sueño secreto que es la razón de ser de estos dos «últimos nazis»: los judíos dominan el mundo y atacan el bunker donde se lleva a cabo la única posibilidad de recuperación de la «causa», la educación del futuro Führer del Cuarto Reich.
Pero en la lectura de Daniel Guebel el humor idiota, la situación payasesca, es condición necesaria para generar el horror más puro. El movimiento es doble: del humor al espanto y del espanto al horror. Hay pocos discursos que meramente citados cumplen esa doble trayectoria. El efecto de una frase dos veces citada de Joseph Goebbels («¡Adelante sobre las tumbas! ¡Los muertos son ejércitos más poderosos que nosotros!») confirmaría el recurso: la primera vez provoca un cierto escalofrío retroactivo; la segunda, en medio del ritmo frenético de esta obrita delirante, provoca risa.
Esta vez Guebel jugó fuerte. El discurso nazi es escandalosamente estúpido, y a la vez, en términos literarios, perfecto para ser teatralizado; se burla como ninguno de los matices, permite apresurados juicios sumarios, grandes exageraciones, absoluta falta de equidad, agitación, descontrol. Y Guebel nunca escribe mejor que cuando se descontrola.
Algunos lectores encontrarán inoportuno el juego literario que propone esta obra teatral hablando de los demonios que conviven con nosotros, juego que corre el riesgo de terminar, con ayuda de la estupidez general, de manera trágica. Lo que Adiós Mein Führer viene a demostrar es que el nazismo es algo tan poco serio como el diálogo lleno de sonido y de furia de dos payasos.