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Ed. Sur, año 1963. Tamaño 23 x 14 cm. Introducción de Victoria Ocampo. Traducción de Alicia Jurado. Tamaño 20.5 x 12.5 cm. Estado: Usado muy Bueno. Cantidad de páginas: 176
La escritora Vita Sackville-West, cuyo nombre completo era Victoria Mary Sackville-West, nació en 1892 en Kent (Inglaterra). Era hija única de una familia aristocrática que poseía la famosa casa Knole en Kent (la casa privada más grande de Inglaterra, con 365 habitaciones, 52 escaleras y 7 patios).
Su padre, Lionel Edward, era el tercer barón de Sackville. Su madre, Victoria Josefa Dolores Catalina Sackville-West, era prima hermana de Lionel Edward e hija ilegítima del diplomático Sir Lionel Sackville-West y de una bailarina española llamada Josefa Durán (Pepita). Vita fue educada en casa, como era costumbre en la época. Su madre, muy dominante, decía que era fea.
A los diez años, Vita conoció a Violet Trefusis (Violet Kepple de soltera), quien también sería escritora posteriormente. Ambas niñas asistieron al mismo colegio durante varios años y allí se enamoraron. A los once años Vita ya componía sus primeras baladas. Su relación con Violet prosiguió, a pesar de lo cual Vita se casó en 1913 con Sir Harold Nicolson, escritor y diplomático, para evitar habladurías.
Su marido, también con inclinaciones homosexuales, consentía la relación lésbica de Vita con Violet, situación conocida en Inglaterra pero silenciada por la prensa. Harold y Vita vivieron juntos un largo tiempo en Persia y luego volvieron a Kent. A Vita le apasionaba la jardinería: escribió libros sobre el tema y construyó los jardines del castillo de Sissinghurst, en Kent, donde vivió.
Vita tuvo dos hijos, Benedict y Nigel. En 1919, Violet, se casó con Denys Trefusis, también por conveniencia, y como condición para el matrimonio le hizo prometer que jamás mantendría relaciones sexuales con ella. Sin embargo, un año después, el marido de Vita le contó que Denys había mantenido relaciones con Violet, frente a lo cual, sintiéndose traicionada, no volvió a verla más.
Vita formó parte, junto a su marido, del conocido grupo de Bloomsbury. En 1923 el crítico de arte Clive Bell le presentó a la famosa escritora Virginia Woolf y ambas se hicieron amantes. Con el nombre de Círculo o grupo de Bloomsbury se suele designar a una serie de intelectuales británicos que durante el primer tercio del siglo XX destacaron en el terreno literario, artístico o social.
Se designó así tomando el nombre del barrio de Londres que rodea al Museo Británico y donde habitaba la mayor parte de sus integrantes, que comenzó a reunirse en torno a 1907 en casa de la escritora Virginia Stephen (después Virginia Woolf) y de su hermana Vanessa, casada con el crítico de arte Clive Bell. Estos intelectuales eran en su mayor parte miembros de la sociedad secreta denominada los «apóstoles de Cambridge», y muchos de ellos publicaron en la editorial Hogarth Press que crearon Virginia y su marido Leonard Woolf.
Si algo tenía en común un grupo tan heterogéneo, como señala uno de sus miembros, Gerald Brenan, en su Memoria personal, era un gran desprecio por la religión, si bien también compartían todos la reacción contra la moral victoriana y el realismo del siglo XIX.
Por otra parte, todos se consideraban miembros de una élite intelectual ilustrada, de ideología liberal y humanista, y en su mayoría se habían educado con los mismos profesores en el Trinity College de Cambridge o en el King’s College de Londres.
Propugnaron especialmente la independencia de criterio y el individualismo esencial. Integraron el grupo la escritora Virginia Woolf, su esposo, Leonard Sidney Woolf, los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, los críticos de arte Roger Fry y Clive Bell, el economista John Maynard Keynes, el sinólogo Arthur Waley, el escritor Gerald Brenan, el biógrafo Lytton Strachey, el crítico literario Desmond MacCarthy, el novelista y ensayista Edward Morgan Forster, la escritora Katherine Mansfield y los pintores Dora Carrington, Vanessa Bell y Duncan Grant.
Virginia Woolf se inspiró en Vita para escribir su novela Orlando, que publicó en 1929. Lionel, su padre, murió en 1928 y su tío heredó la Casa de Knole. A partir de 1930, Vita Sackville-West escribe sus dos obras más famosas, Los eduardianos (1930) y Toda pasión concluida (1931), un retrato de la clase alta inglesa de la época.
En 1937 escribe Pepita, una narración basada en la vida de su abuela, una bailarina española llamada Josefa Durán. Además de sus libros de jardinería, novelas y poemarios, publicaba una columna regularmente en el periódico The Observer.
Vita murió de cáncer en el año 1962 en su castillo de Sissinghurst, habiendo desarrollado una gran actividad creativa como novelista, poeta, cuentista, biógrafa, viajera e historiadora.
Toda pasión concluida está dividida en tres partes. La primera relata la muerte de Lord Slane, gran estadista, y las reacciones de su esposa e hijos, que sirven de presentación de toda una generación convencionalmente victoriana: un cáustico retrato del grupo familiar de hijos en torno a la prevista fragilidad de su anciana madre; y la anciana Lady Slane, justo entonces, a sus 88 años, toma su primera decisión personal.
La segunda parte desgrana una especie de busca del tiempo perdido a través de los recuerdos de la anciana, revitalizados por su decisión de vivir sola y aparte. La tercera y última trae una sorpresa y, con ella, una segunda decisión de la anciana frente a una herencia inesperada.
Es, pues, el relato de los últimos años de una mujer que, al enviudar, se siente liberada de todo cuanto le fue impuesto (y aceptado por ella) y puede regresar a su juventud, al punto de partida en el que un compromiso matrimonial a los dieciocho años cayó sobre ella, la rodeó, obligó, protegió y llevó en volandas durante toda su vida.
Cuando Lady Slane recuerda su juventud, el eje del recuerdo es la relación entre su vida personal y la vida programada por la familia. Ella deseaba pintar y la pintura aparece no ya como una liberación sino como una autoafirmación; esa muchacha acotada en los límites de su casa que se preguntaba «qué hacían los jóvenes fuera, en el mundo» mientras se dedicaba a hacer tareas en la casa para su madre «deshojando la lavanda en un gran paño, cosiendo bolsitas para colocarlas entre las sábanas, escribiendo etiquetas para los tarros de mermelada, cepillando al perro y trayendo el punto de cruz después de la cena sin que se lo ordenaran», quiere ser pintora hasta que Henry Holland, una tarde, se le declara -una escena magistral- y, en parte sin comprender el sentido del acto, en parte para eludirlo, se encuentra instalada en el engranaje social de una boda tradicional. No habrá pintura sino el destino vicario de la esposa de un prohombre del Imperio Británico.
La segunda parte, el camino de la anciana hacia su juventud, hacia el momento en que se decidió su destino sin contar con ella, es una segunda mirada a sí misma . En esta parte es donde puede verse con mayor claridad el trasfondo comprometido con el feminismo de la autora. Ahora bien, ¡lo que es la inteligencia y la sensibilidad!: la escritura de Vita Sackville se encarga de convertir esa actitud en literatura, y el personaje es admirablemente retratado.
Los personajes están muy bien vistos, ya sea como grupo -los hijos- ya sea individualmente -el señor FitzGeorge, la doncella Genoux, un referente inolvidable-, o los compañeros de tertulia en la casa de Hampstead. Por lo general, están trazados con cuatro pinceladas, pero ahí es donde se observa la calidad de la mano que las traza. La reacción de los hijos -los hijos siempre están reunidos en conciliábulo- ante las noticias que les llegan coloca a su madre (que nunca rehuyó su responsabilidad sobre el destino no elegido, pero que tampoco olvidó el día de la indecisión que la obligó a ello) a la distancia exacta de unos hijos incapaces de comprender nada que no sea como debe ser.
Sackville: «Los Holland no era gente que rehuyera un deber, y cuanto más molesto fuera el deber, menos posibilidades había de que lo rehuyeran. El placer era algo en lo que raramente pensaban».
En otras palabras: toda clase de rebelión contra lo establecido y toda actitud fuera de lugar eran peores que el peor de los males soportables para quienes estaban convencidos de vivir en el único espacio social que merecía la pena ser vivido.
Y, en efecto, lo cierto es que a la muerte del padre, a todos ellos les «resultaba muy extraño que alguien tan insignificante se hubiera convertido de repente en alguien tan importante». El secreto es que, por primera vez, la anciana Lady Slane es importante para sí misma.
En la tercera parte, aparece su bisnieta, que aspira también a convertirse en artista; ahora el tiempo ha pasado y es probable que lo consiga.