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Ed. Paidós, año 1985. Tamaño 22 x 13,5 cm. Traducción de Inés Pardal. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 444

Por John Bowlby

La experiencia clínica con niños que padecían de perturbaciones, la investigación de su ambiente familiar y la oportunidad de leer bibliografía especializada y analizar problemas de salud mental con colegas de diversos países me llevó a formular el siguiente principio, en un informe redactado a pedido de la Organización Mundial de la Salud: «Consideramos esencial para la salud mental que el bebé y el niño pequeño experimenten una relación cálida, íntima y continuada con la madre (o sustituto materno permanente), en la que ambos hallen satisfacción y goce». Con el fin de corroborar este postulado se presentaron pruebas de que muchas formas de psiconeurosis y trastornos de la personalidad han de atribuirse a la carencia de cuidados maternos o a las interrupciones en la relación del niño con la figura materna.

Aunque por ese entonces el contenido del informe fue objeto de controversias, en la actualidad ha llegado a aceptarse la mayoría de sus conclusiones. No obstante, no existe reseña alguna de los procesos mediante los cuales se producen los muchos y variados efectos perniciosos atribuidos a la carencia materna o a las interrupciones sufridas en el vínculo madre-hijo. Es ésta la brecha que mis colegas y yo procuramos salvar. Con ese fin, hemos adoptado una estrategia de investigación que consideramos muy poco explotada en el terreno de la psicopatología.

En su labor cotidiana, sea con niños, adultos o familias que adolecen de perturbaciones, los especialistas se vieron siempre obligados a enfocar los procesos causales en sentido inverso al normal, partiendo del trastorno actual para rastrear los hechos y condiciones pasadas que lo desencadenaron. Aunque este método ha permitido obtener conocimientos muy valiosos acerca de los posibles incidentes patogénicos y de los tipos de proceso patológico a los que parecen haber dado lugar, como método de investigación presenta graves limitaciones. Con el fin de complementarlo, en otras ramas de la investigación médica se adopta un segundo método con cierta regularidad: una vez identificado el posible agente patogénico, se estudian sus efectos en perspectiva. Si dicho agente ha sido correctamente identificado y los estudios de sus efectos a corto y a largo plazo se llevan a cabo con habilidad, será posible describir los procesos puestos en marcha por el agente patogénico, así como el modo en que éstos desencadenan las diversas afecciónes resultantes. En dichos estudios no sólo debe prestarse atención a los procesos puestos en marcha por el agente patogénico sino también a las muchas condiciones internas y externas al organismo que afectan su curso. Sólo entonces podrá adquirirse cierto conocimiento de los procesos, condiciones y secuencias específicas que llevan, a partir de un incidente potencialmente patogénico, a los tipos específicos de perturbación que en principio interesaban al especialista.

Al adoptar dicha estrategia de investigación mis colaboradores y yo nos sentimos profundamente impresionados por las observaciones de nuestro colega James Robertson, quien había registrado, por escrito y en película, el modo en que los niños pequeños en su segundo y tercer año de vida responden a un alejamiento del hogar, cuando están al cuidado de una serie de personas extrañas en un sitio desconocido, así como sus respuestas al producirse el reencuentro con la madre y tras su retorno al hogar. Durante el período de alejamiento, quizá transcurrido en una guardería con internado o en la sala de un hospital, por lo general el niño pequeño siente aguda zozobra durante cierto tiempo, y resulta difícil consolarlo. Tras su retorno al hogar suele demostrar gran desapego emocional o, por el contrario, da en aferrarse a la madre con suma intensidad; por regla general el período de desapego (breve o prolongado, lo cual depende, sobre todo, de la extensión del período de separación) precede a un lapso durante el cual el pequeño exige con ahínco la presencia de la madre. Si por alguna razón el niño llega a creer entonces que corre el riesgo de afrontar una nueva separación, suele caer en un estado de aguda ansiedad.

Al reflexionar acerca de estas observaciones llegamos a la conclusión de que la “pérdida de la figura materna, por sí misma o en conjunción con otras variables aún no identificadas claramente, puede producir reacciones y procesos que ofrecen el mayor interés para la psicopatología”. Una razón para albergar esta creencia reside en que las respuestas y procesos observados parecían ser idénticos a los que se manifiestan en los individuos de más edad, perturbados por separaciones sufridas en épocas anteriores de su existencia. Se trata, por un lado, de la tendencia a plantear exigencias desmedidas a los demás y a mostrarse ansioso y airado cuando no se las ve satisfechas, condición común en las personas tildadas de neuróticas; y por el otro, del bloqueo de la capacidad de entablar profundas, como ocurre con las personalidades incapaces de afecto y psicopáticas.

Desde un comienzo ha revestido suma importancia, a la vez que dado origen a controversias, el papel que desempeñan
en las respuestas de los niños ante una separación de la madre ciertas variables ajenas a la separación en sí. Entre ellas figuran la enfermedad, el ambiente extraño en que se encuentra el niño, el tipo cuidados sustitutivos que recibe durante su alejamiento del hogar, el tipo de relaciones sostenidas antes y después de ese hecho.

Es evidente que estos factores pueden intensificar en grado sumo (o mitigar, en algunos casos) las respuestas infantiles. No obstante, existen datos de peso en el sentido de que la presencia o ausencia la figura materna es de por sí una condición de suma importancia para determinar el estado emocional del niño. Este problema se analiza en el capítulo 1 del presente volumen, en el que se presta atención a los resultados de un proyecto de cuidados sustitutivos emprendido en años recientes por James y Joyce Robertson, en el cual “buscaban crear una situación de separación en la que se eliminaban muchos de los factores que complican los estudios efectuados en el marco de una institución, y en la cual una madre sustituta totalmente disponible para el niño procuraría satisfacer, en la medida de lo posible, sus necesidades emocionales”. El estudio de los descubrimientos de Robertson ha llevado a efectuar algunas modificaciones de los puntos de vista expresados en publicaciones anteriores, en las cuales no se adjudicaba la importancia debida a la influencia que ejercen los cuidados hábiles brindados por un sustituto materno.

Paralelamente a la realización de los estudios empíricos de mis colegas he emprendido el estudio de las implicaciones teóricas y clínicas de los datos obtenidos. En particular, he procurado elaborar un esquema que permitiera incorporar datos derivados de una serie de fuentes diversas:

a) Observaciones sobre el modo en que los niños pequeños se comportan durante los períodos en que se hallan separados de la madre, y tras su retorno al hogar;

b) Observaciones del modo en que sujetos de mayor edad, tanto niños como adultos, se comportan durante y después de la separación de una figura amada, o después de experimentar una pérdida permanente;

c) Observaciones de las dificultades enfrentadas durante la labor clínica con niños y adultos que, durante la infancia o la adolescencia, han experimentado una separación prolongada o una pérdida, o albergaron temores en ese sentido; entre ellas se incluyen varias formas de ansiedad y depresión aguda o crónica, y dificultades de toda índole para forjar lazos de afecto estrechos y mantenerlos, sea en relación con figuras parentales, con miembros del sexo opuesto o con los propios hijos.

El presente volumen aborda primordialmente los problemas de la ansiedad de separación, y cubre diversos puntos originariamente tratados en otros dos trabajos, titulados “Ansiedad de separación” (1960a) y “Ansiedad de separación: reseña crítica de bibliografía” (1961a). Una vez más, con el fin de comprender cabalmente los problemas planteados (la zozobra producida durante el curso de una separación y la ansiedad a menudo puesta de manifiesto como resultado de ella) resultó conveniente considerar primero una amplia serie de teorías y fenómenos conexos, en particular las distintas formas de conducta que se consideran indicativas de temor y la naturaleza de las situaciones que por lo común producen temor. Dicho análisis ocupa la segunda parte de este volumen y suministra un marco de referencia para el estudio, en la tercera parte, de las grandes diferencias en la susceptibilidad al miedo y la ansiedad que se advierten al comparar a un individuo con otro. Como no disponemos de todos los datos requeridos para completar esta tarea, es necesario recurrir en muchos casos a la extrapolación, y el cuadro obtenido resulta desparejo. En algunas partes se obtiene un panorama detallado; en otras, sólo impresiones difusas. El objetivo perseguido es proporcionar a los clínicos algunos principios que permitan orientar sus acciones, así como problemas dignos de estudio e hipótesis que puedan convalidar a los investigadores interesados en ese campo.

Partimos del marco de referencia del psicoanálisis. Las razones para ello son varias. En primer lugar, mis reflexiones iniciales sobre el tema se inspiraron en el trabajo analítico, tanto en el mío propio como en el de otras personas. En segundo término, a pesar de todas sus limitaciones, el psicoanálisis y sus derivados siguen siendo el método más utilizado en la actualidad para encarar los problemas surgidos en el ámbito de la psicopatología y la psicoterapia. En tercer lugar, y ello es sumamente importante, mientras que muchos de los conceptos centrales de mi esquema —las relaciones objetales (o lazos afectivos, denominación ésta última que considero más adecuada), la ansiedad de separación, el duelo, los traumas, las defensas, los períodos sensibles en los comienzos de la vida— constituyen el tema central del pensamiento psicoanalítico, hasta hace una o dos décadas las demás ciencias de la conducta les prestaban escasa atención.

No obstante, aunque el marco inicial de referencia sea el psicoanalítico, la teoría aquí propuesta difiere en muchos aspectos de las teorías clásicas formuladas por Freud y ulteriormente desarrolladas por sus discípulos. Varias de esas diferencias se enfocan a lo largo del presente volumen, en especial en los capítulos II, V y XVI.

INDICE
Prefacio
PRIMERA PARTE, SEGURIDAD, ANSIEDAD Y SUFRIMIENTO
I- Prototipos de la aflicción humana
Reacciones que se observan en los niños pequeños que han sido separados de sus madres
Condiciones que provocan respuestas intensas
Condiciones que mitigan la intensidad de las respuestas
Presencia o ausencia de una figura materna: variable clave
II- Papel de la separación y la pérdida en psicopatología
Problema y perspectiva
Ansiedad de separación y otras formas de ansiedad
Problemática teórica
III- La conducta en presencia y en ausencia de la madre: seres humanos
Observaciones naturalistas
Estudios experimentales
Ontogenia de las respuestas ante la separación
IV- La conducta en presencia y en ausencia de la madre: primates no humanos
Observaciones naturalistas
Primeros estudios experimentales
Estudios posteriores de Hinde y Spencer-Booth
SEGUNDA PARTE, ENFOQUE ETOLÓGICO DEL TEMOR HUMANO
V- Postulados básicos de las teorías de la ansiedad y el temor
La relación entre la ansiedad y el temor
Modelos de la motivación y sus efectos sobre la teoría
¿Fobia enigmática o temor natural?
VI- Formas de conducta que indican temor
Enfoque empírico
Conducta de retracción y conducta de apego
La sensación de miedo y sus variantes: alarma y ansiedad
VII- Situaciones que provocan temor en los seres humanos
Un campo de estudio dificultoso
Situaciones que provocan temor: el primer año
Situaciones que provocan temor: segundo año y años posteriores
Situaciones complejas
Conducta inspirada por el miedo y desarrollo del apego
VIII- Situaciones que provocan temor en los animales
Indicios naturales de un peligro potencial, 147 Conducta de temor en los primates no humanos, 151 Situaciones complejas, 157 Temor, ataque y exploración, 160

IX. Indicios naturales de peligro y seguridad, 162

Mejor ponerse a salvo que lamentarlo, 162 El peligro potencial de la soledad, 167 Seguridad potencial del ambiente y los compañeros íami res, 170

El mantenimiento de una relación estable con el ambie familiar como forma de homeostasis, 173

X. Indicios naturales, indicios culturales y evaluación del p gro, 175

Tres clases de indicios, 175

El peligro real: dificultades para evaluarlo. 177 Peligros “imaginarios”, 180

Indicios culturales aprendidos de otras personas, 183 Rol permanente de los indicios naturales, 186 La conducta puesta de manifiesto ante un desastre, 190

XI. Racionalización, atribución errónea y proyección, 193

Dificultades en la identificación de las situaciones que f. vocan temor, 193

La atribución errónea y el papel de la proyección, 196 El caso Schreber: revisión, 198

XII. El temor a la separación, 202

Hipótesis referentes a su desarrollo, 202 Necesidad de una doble terminología, 205

Terrero porte
DIFERENCIAS INDIVIDUALES EN LA PROPENSION A EXPERIMENTAR TEMOR: EL APEGO ANSIOSO

XIII. Algunas variables que determinan diferencias individuales,

211

Variables constitucionales, 211

Experiencias y procesos que reducen la propensión a sentir temor, 215

Experiencias y procesos que aumentan la propensión a sentir temor, 220

XIV. Propensión a experimentar temor y disponibilidad de las figuras de apego, 225

La disponibilidad de las figuras de apego, 225 Modelos activos de figuras de apego y del sí mismo, 227 El papel de la experiencia en la determinación de los modelos activos, 231

Nota sobre el empleo de los términos «maduro” e «inmaduro”, 233

XV. El apego ansioso y algunas condiciones que lo determinan, 235

La “sobredependencia” o apego ansioso, 235

El apego ansioso tras un período de separación o de cuida-

na permanente, 239

El apego ansioso tras un período de separación o de cuidados sustitutivos diarios, 244

El apego ansioso como consecuencia de las amenazas de abandono o suicidio, 250

XVI. La “sobredependencia” y la teoría de la malacrianza, 261 Algunas teorías contradictorias, 201

Los estudios acerca de la “sobredependencia’’ y sus antecedentes, 264

XVII. La ira, la ansiedad y el apego, 269

La ira: una respuesta a la separación, 209 La ira: funcional y no funcional, 270 La ira, la ambivalencia y la ansiedad, 277

XVIII. El apego ansioso y las “fobias’* de la infancia, 282

Las fobias, las seudofobias y el estado de ansiedad, 282 La “fobia a la escuela» o rechazo escolar, 285 Dos casos clásicos de fobias infantiles: reevaluación, 308 Fobia a los animales en la infancia, 313

XIX. El apego ansioso y la “agorafobia”, 317

Sintomatología y teorías sobre la «agorafobia». 317

Pautas patogénicas de interacción familiar, 324 La “agorafobia”, el duelo y la depresión, 334 Nota sobre la respuesta al tratamiento, 335

XX. Omisión, supresión y falsificación del contexto familiar, 331

XXI. El apego sereno y el desarrollo de la confianza en sí mismo

347

El desarrollo de la personalidad y la experiencia familiar, 347

Estudios sobre adolescentes y adultos jóvenes, 354

Estudios sobre niños pequeños, 375

Confianza en sí mismo y confianza en los demás, 384

XXII. Caminos para el desarrollo de la personalidad, 387

La naturaleza de la variación individual: modelos alternat vos, 387

Los caminos del desarrollo y la homeorresis, 390 El camino seguido por una persona dada: factores determ n antes, 393

Apéndice I. Ansiedad de separación: reseña de la bibliografía esp cializada, 395

Apéndice II. El psicoanálisis y la teoría de la evolución, 419 Apéndice III. Problemas de terminología, 425 Referencias bibliográficas, 431