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Ed. Tiempo Contemporáneo, año 1968. Tamaño 20 x 14 cm. Selección y prólogo de Ricardo Piglia. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 114
Como nos ha enseñando la lingüística el YO es, de todos los signos del lenguaje, el más difícil de manejar: es el último que adquiere el niño y el primero que pierde el afásico. A medio camino entre los dos el escritor ha adquirido la costumbre de hablar de sí mismo como si se tratara de otro.
Pese a todo, en ciertos libros intenta olvidar esa máscara: en ellos una subjetividad concreta muestra la cara, es asumida.
Exorcismo, narcisismo, en una autobiografía el YO es todo el espectáculo. Nada alcanza a interrumpir esa zona sagrada de la subjetividad: alguien se cuenta su propia vida, objeto y sujeto de la narración, único narrador y único protagonista, el YO parece ser también el único testigo.
Sin embargo, por el solo hecho de escribir, el autor prueba que no se habla solamente a sí mismo: si lo hiciera -señala Roland Barthes- le bastaría una especie de nomenclatura espontánea de sus sentimientos, puesto que el lenguaje es inmediatamente su propio nombre. Obligado a traducir su vida en lenguaje, a elegir las palabras, ya no se trata de la experiencia vivida, sino de la comunicación de esa experiencia, y la lógica que estructura los hechos no es la de la sinceridad, sino la del lenguaje.
Aceptada esa ambigüedad es posible intentar la tarea de descifrar un texto autobiográfico: se trata, en definitiva, de recatar las significaciones que una subjetividad ha dejado caer, ha iluminado en el acto de contarse: espejo y máscara ese hombre habla de sí al hablar del mundo y a la vez nos muestra el mundo al hablar de sí mismo. Es preciso acorralar esas presencias tan esquivas en todos los rincones: saber que ciertos escamoteos, ciertos énfasis, ciertas traiciones del lenguaje son tan relevantes como la «confesión» más explícita.
Como ningún otro texto, la autobiografía necesita del lector para completar el círculo de su expresividad: cerrada en sí misma esa subjetividad se ciega, es el lector quien rompe el monólogo, quien le otorga sentidos que no estaban visibles.
Basta revisar algunas de las páginas incluidas en este libro (la forma en que Borges o Macedonio Fernández tematizan el problema; el intento de Mansilla de instaurar un diálogo natural con su lector) para comprender que detrás del tono y el ritmo de una voz, detrás de una referencia circunstancial al dinero o a la literatura, detrás de la narración de un acontecimiento político es posible entrever no sólo el espesor, el clima, las ilusiones de una época sino también el nivel de conciencia (de sí mismo y del mundo) que tiene el que habla: el modo en que la realidad ha sido vivida, interiorizada y recordada por los hombres concretos, en una circunstancia concreta.
Lejos de querer agotar una especie literaria que tiene en Argentina una tradición tan fértil, este volumen intenta plantear la posibilidad de una lectura significativa: de allí que se incluyan textos que si bien no han sido escritos intencionalmente como autobiografía conserven esa apertura, esa respiración cargada de gestos y sobreentendidos, esa complicidad que termina por acortar las distancias, por comprometer la sangre fría de las ideas en la cálida densidad de lo vivido. En ese sentido pueden ser leídos como capítulos de una autobiografía en marcha.
INDICE
Nota
1- Confidencias de Don Juan Manuel de Rosas
Juan Manuel de Rosas
2- El general Paz prisionero
José María Paz
3- Mis prisiones
Domingo Faustino Sarmiento
4- El famoso fusilamiento del caballo
Lucio V. Mansilla
5- Testamento
Leandro N. Alem
6- Evocaciones de un porteño viejo
Roberto J. Payró
7- Anclao en París
Horacio Quiroga
8- Autobiografía
Macedonio Fernández
9- La Revolución del 30
Hipólito Yrigoyen
10- Un estreno accidentado
Manuel Gálvez
11- Yo, Roberto Arlt
Roberto Arlt
12- Carta personal
Ezequiel Martínez Estrada
13- Declaraciones del 5 de octubre de 1955
Juan Domingo Perón
14- Borges y yo
Jorge Luis Borges
15- Malandanzas de un autodidacta
Victoria Ocampo
16- Respuesta a un cuestionario
Julio Cortázar
17- Principio
Ernesto Che Guevara