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Ed. Lecturas Mexicanas, año 1986. Tamaño 21 x 13 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 302
Ensayo de un crimen es una novela del dramaturgo, narrador y ensayista Rodolfo Usigli (México, 1905-1979). Cuenta la historia de Roberto de la Cruz, hombre soltero entregado al juego que goza de una acomodada posición económica y que vive gobernado por preocupaciones estéticas, las cuales lo espolean para satisfacer el deseo de cometer el asesinato perfecto. La ciudad de México de los años cuarenta le brinda un escenario para fraguar su crimen. Considerada como el germen de la novela negra en el país, Ensayo de un crimen marca el inicio de una visión del México posrevolucionario. El libro se aleja de los temas que hasta entonces prevalecían en la narrativa nacional y muestra la descomposición de algunos sectores de la burguesía de la capital.
El camino que la narrativa mexicana transitó en los años anteriores había preferido una visión del México conmovido por la Revolución de 1910. En 1915, Mariano Azuela había consagrado el tema de la Revolución con la novela Los de abajo. Durante los años siguientes, la narrativa del país cimentó y desarrolló el género de la novela de la Revolución con escritores como Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz, Gregorio López y Fuentes, José Rubén Romero y Nellie Campobello, entre otros autores.
En 1944 Usigli irrumpió en el ámbito narrativo con una novela que fisuró la larga tradición literaria que retrataba el proceso social y político del conflicto armado, así como sus inmediatas repercusiones. Introdujo a la literatura mexicana una novela que por primera vez exponía al país que comenzaba a construirse económica e industrialmente, preocupado por definir un perfil nacional.
Heredera de una larga tradición literaria que se puede situar en el siglo xix con autores como Edgar Allan Poe, Thomas de Quincey, J. K. Huysmans y Bernardo Couto Castillo, Ensayo de un crimen también comparte temas y recursos utilizados en otras narraciones de la época como El halcón maltés (1930), de Dashiell Hammett; El cartero siempre llama dos veces (1934), de James M. Cain; La dama del lago (1943), de Raymond Chandler, y la colección de relatos Sèrie Noire, dirigida por Marcel Duhamel bajo el sello de la editorial Gallimard. De esta serie surge la expresión de relatos negros o novela negra, debido a que las pastas de los libros de la colección eran de ese color.
Novelas y relatos como éstos fueron adaptados al cine e inspiraron el surgimiento de un género fílmico llamado «cine negro norteamericano» o «film noir», que se caracteriza por presentar una sociedad violenta, cínica y corrupta dentro de un ambiente de pesimismo. Ensayo de un crimen se acompasa con estos elementos argumentales y en 1955 fue adaptada y llevada a la pantalla grande por Luis Buñuel. En un inicio, la adaptación de la novela corrió a cargo de Usigli y Buñuel, pero el carácter intransigente de estos dos creadores no permitió que el trabajo prosiguiera en conjunto. Buñuel siguió por su cuenta y estrenó la película sin consentimiento de Usigli. Hubo quejas ante el Sindicato de Autores de Cine y, al final, Buñuel cambió el nombre de la película a La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, inspirada en Ensayo de un crimen. A pesar del descontento de Usigli por esta adaptación, la película es considerada como una de las más originales y atípicas del cine mexicano por su marcado humor negro. Con el tiempo, la amistad de Buñuel y Usigli se restableció y el propio escritor reconoció a Buñuel como un director de gran calidad en una conferencia que dio en Bruselas sobre Imagen y prisma de México en 1972.
En 1944, mientras los horrores de la Segunda Guerra Mundial no cesan y el país arde en un conflicto petrolero, Usigli publica Ensayo de un crimen. La novela narra la historia de un hombre que desea cometer un asesinato sin motivación alguna, en un mundo en donde se mata por amor, razones ideológicas, dinero o envidia, pero rara vez por estética. (Este tema es recurrente en los relatos negros norteamericanos del momento.) Roberto de la Cruz, heredero de personajes de autores como Oscar Wilde y De Quincey en cuanto al crimen como arte y destino, es el protagonista de la novela.
De la Cruz, un afortunado jugador de póker, se obsesiona por darle algún sentido a su vida e intenta cometer el más bello de los asesinatos en tres ocasiones. Las tres veces, sin embargo, falla por culpa de las circunstancias. La primera víctima, Patricia Terrazas, adinerada compañera de juegos, es asesinada unas horas antes de que él decida matarla; la segunda, el conde de Schwartzemberg, un burgués homosexual, muere apuñalado a manos de su amante, Luisito, y no por el golpe en la cabeza que cuidadosamente había planeado Roberto de la Cruz. Por último, en un momento de desconcierto, confunde a su reciente esposa, Carlota Cervantes, con su amiga Lavinia y la degüella por error. Roberto es enviado al psiquiátrico La Castañeda bajo el cargo de crimen pasional y con el estigma de ser un paranoide con manías persecutorias. Reducido a una víctima de las circunstancias, se sugiere que una buena conducta lo pondrá en libertad tiempo después. Así, el protagonista, que rinde tributo a la obra de Thomas De Quincey, Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827), resulta incapaz de cometer el más estético y atractivo de los crímenes, uno sin móvil: “el crimen gratuito”.
Del mismo modo que en la obra de De Quincey, el detonante de las inclinaciones criminales de Roberto de la Cruz es la música. En la novela de Usigli se trata de la melodía “El príncipe Rojo”, de Charles Emil Waldteufel, que emana de una caja musical. De la Cruz había escuchado este vals por primera vez en sus años de infancia, cuando presenció la muerte de un hombre a manos de un militar. Con esto, se desarrolla en el texto una trama que va más allá de las investigaciones detectivescas para ahondar en la psicología del personaje dentro de una sociedad que lo abruma y lo paraliza. Es precisamente esta característica la que permite comparar al protagonista de Usigli con personajes de obras como El retrato de Dorian Grey (1891), de Oscar Wilde, y sobre todo con Jean Floressas des Esseintes, protagonista de Al revés (1884), de J. K. Huysmans, representación máxima del Decadentismo finisecular. La visión de estos autores se vuelve una constante en la narrativa de Usigli, un hombre que vive en un mundo de desarrollo y progreso que lo condena, y por tanto toma una actitud puramente esteticista, en la que se exalta la belleza aun en contra de la moral, del acto cruel de llevar a alguien hacia la muerte, y que hace ver el asesinato como única salvación a la que se puede aspirar.
La novela se organiza en tres partes y revela un crimen en cada una. Para Laura Navarrete Maya, Ensayo de un crimen plantea el azar como el motivo estructurante de la trama y el eje de comunicación entre el lector, el autor y la intriga. Por otro lado, José Luis de la Fuente considera a la novela como un experimento policíaco en donde lo más importante es develar la personalidad del personaje creando lazos de complicidad con el lector. Visto de una forma o de la otra, los recursos formales empleados por Usigli dentro de esta novela, tales como descripciones casi fotográficas, metáforas, metonimias, la ilación de las acciones criminales y el ritmo de la escritura, logran acumular el suspenso.