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Ed. Crítica, año 2011. Tamaño 19,5 x 12,5 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 232
Por Eric Hobsbawm
Londres, junio de 1999
Un día, a principios del decenio de 1950, llama la atención de este autor un hecho curioso, a saber: que en toda Europa y, de hecho, coma resulta cada vez más claro, en todo el mundo, circulaban exactamente las mismas historias y los mismos mitos sobre ciertos tipos de bandidos que eran portadores de justicia y redistribución social. Siguiendo la exhortación del doctor Samuel Johnson de «que la observación con amplia perspectiva examine a la humanidad desde China hasta el Perú», los lectores del presente libro los encontrarán en ambos países y, a decir verdad, en todos los continentes nabitados. Este descubrimiento fue la base de un ensayo sobre «El bandido social», el primer capítulo de un libro de estudios de las formas arcaicas de los movimientos sociales, Rebeldes primitivos (Manchester, 1959). Diez años después, basándome en nuevos estudios, especialmente en América Latina, lo amplié y se convirtió en la primera edición del presente libro (Bandits, Londres, 1969). En efecto, fue el punto de partida del estudio contemporáneo de la historia de los bandidos, que creció rápidamente, y gran parte del cual (sin duda desde la crítica de Anton Blok en 1971) no ha aceptado la tesis del «bandolerismo social», al menos bajo su forma original. En ediciones posteriores (para Penguin Books en 1971, y para una editorial norteamericana, Pantheon Books, en 1981, ya agotadas ambas) revisé y amplié el texto original y tuve en cuenta la gran cantidad de material nuevo y las críticas que me parecieron acertadas. Por tanto, lo que el lector tiene ahora ante sí es la cuarta edición revisada.
Las principales razones para prepararla son tres, aparte del hecho de que varias editoriales siguen pensando que el libro no ha perdido interés. La primera y más obvia es que desde 1981 han aparecido varias obras importantes sobre la historia del bandolerismo, por ejemplo sobre los bandidos chinos, otomanos, turcos y balcánicos, sobre América Latina, el Mediterráneo y diversas regiones más apartadas, sin olvidar la muy esperada biografía de Pancho Villa a cargo de Friedrich Katz. Estas obras no sólo han aportado material nuevo, sino que además han ampliado mucho nuestra percepción del bandolerismo en la sociedad. Al preparar esta edición, he hecho todo lo posible para tener presentes las nuevas aportaciones. (Por otra parte, la crítica del argumento de Bandidos sigue más o menos donde estaba).
En segundo lugar, debido a la rápida desintegración del poder y la administración del estado en muchas partes del mundo y la notable disminución de la capacidad de los estados, incluso los modernos y desarrollados, para mantener el nivel de «orden público» que crearon en los siglos XIX y XX, los lectores vuelven a ser testigos del tipo de circunstancias históricas que permiten la existencia del bandolerismo endémico e incluso epidémico. En vista de lo ocurrido en Chechenia en nuestros días, interpretamos la explosión de bandolerismo en el Mediterráneo a finales del siglo XVI de manera distinta de como la interpretábamos en el decenio de 1960.
La tercera razón es que el propio autor, aunque se enorgullece de haber fundado toda una rama de la historia, no puede evitar tratar de dar respuesta a lo que hace diez años dijo un buen historiador en su reseña de dos libros sobre el bandolerismo: «No es muy grande la parte de la tesis de Hobsbawm que permanece incólume». Si esto fuera realmente cierto, no habría ningún motivo para una nueva edición de Bandidos. La obra estaría sencillamente desfasada y sería imposible salvarla por el simple procedimiento de corregirla y revisarla, aunque quizá valdría la pena leerla como documento de su época.
A mi modo de ver, no es éste el caso de Bandidos. Las principales críticas de que fue objeto la tesis original se examinan en la primera parte del epílogo de la presente edición, que modifica y amplía el de la que se publicó en 1981. No obstante, a los treinta años de la primera edición, es claro que tanto el argumento como la estructura del libro necesitan un replanteamiento considerable además de una puesta al día. He intentado hacerlo aquí, principalmente situando el bandolerismo, incluida su versión social, de forma más sistemática en el marco político -de los señores y los estados, con sus respectivas estructuras y estrategias-
en el cual actúa. Si bien este aspecto está presente en anteriores ediciones del libro, ahora he intentado de forma más clara que antes ver «la…historia política del papel del bandolerismo… (como) central». También he tenido en cuenta la crítica más convincente de que fue objeto mi libro, a saber: la utilización de canciones y relatos sobre bandidos tanto para examinar la naturaleza del mito del bandido social como, de forma bastante tentativa, para ver «hasta qué punto los bandidos hacen honor al papal social que se les ha asignado en el drama de la vida campesina». Ahora es obvio que no pueden utilizarse de manera razonable para el segundo propósito. ,
En todo caso, a menudo los hombres identificables que dieron origen a estos mitos eran en la vida real muy diferentes de su imagen pública, entre ellos muchos de los que se citaban como «bandidos buenos» en las anteriores versiones del presente libro. También resulta clara ahora que no pueden utilizarse para el primer propósito sin haber antes un análisis detallado de este género literario, las transformaciones de su público, sus tradiciones, tomas, modos de producción, reproducción y distribución. En resumen, las baladas, al igual que las cintas de la historia oral, son una puente muy poco de fiar, y, al igual que la tradición oral, se ven contaminadas por las maneras de transmitirlas de una generación a otra. No obstante, todavía pueden y deben emplearse para ciertos propósitos. Espero no haber rebasado (esta vez) los límites del sentido común al usarlas.
Así pues, la presente es una edición muy ampliada y revisada, aunque no ha sido necesario reescribir en gran parte el texto de los
nuevo capítulos originales, y del apéndice sobre «Las mujeres y el bandolerismo» (que ahora es el Apéndice A), si bien se han hecho las modificaciones oportunas. Las principales añadiduras a la última edición británica (1971) son las siguientes: 1) una introducción titulada «Retrato de un bandido» (que originalmente constituía el grueso del prefacio de la edición norteamericana de 1981); 2) un capítulo nuevo sobre «Bandidos, estados y poder»; 3) un Apéndice B sobre «La tradición del bandido»; y un Epílogo (modificado y ampliado a partir de la edición de 1981) que -como hemos mencionado- se ocupa de las críticas que recibió mi obra y también examina la perduración de actividades que dan cuerpo a la clásica tradición del bandido a finales del siglo XX; la sección sobre Bibliografía se ha reescrito. Se han omitido los prefacios de las ediciones anteriores.
A modo de agradecimiento, bastará con que repita lo que dije en la edición original. La mayor parte del presente libro se basa en material publicado, y en información extraída, o más probablemente ofrecida de forma voluntaria y con entusiasmo, por amigos y colegas conocedores de mi interés por el asunto, y seminarios en varios países que criticaron los argumentos del libro y me indicaron nuevas fuentes. Mis deudas con el creciente cuerpo de historiografía sobre los bandidos las reconozco con placer y satisfacción especialmente porque gran parte de lo que se ha escrito desde 1969 se basa en investigaciones primarias estimuladas por la primera edición de Bandidos. Mi propio contacto directo con el tema del libro ha sido limitado. El capítulo 8 se basa en varias semanas de investigación intensiva, en 1960, de la trayectoria de forajidos anarquistas catalanes, lo cual no hubiera sido posible sin la ayuda y las cartas de presentación que me proporcionó M. Antoine Tellez de París. El argumento básico del capítulo 3 me lo confirmó un día que pasé en compañía de don José Avalos de Pampa Grande, de la provincia argentina del Chaco, agricultor y ex sargento de la policía rural.
En 1981, siguiendo una conferencia sabre bandidos y forajidos en Sicilia a principios del decenio de 1980, tuve la oportunidad de conocer a dos antiguos miembros de la banda de Salvatore Giuliano y a otros hombres que poseían conocimiento directo de sus actividades. Sin embargo, debo más a varios amigos y colegas de Colombia, Italia y México con contactos de primera mano mucho más extensos con el mundo de los forajidos armados.