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Ed. Minotauro, año 1974. Tamaño 20 x 12 cm. Traducción de Manuel Figueroa. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 270
La presente novela es una ucronía. La ucronía propone una reconstrucción alternativa de la historia, basándose en eventos que, si bien nunca sucedieron, pudieron haber ocurrido si los acontecimientos hubieran tomado otro sentido. Así, la ucronía ajusta su reconstrucción a criterios lógicos, factibles y verosímiles.
Aquí, entonces, la Segunda Guerra Mundial concluyó con la derrota de los Aliados a manos del Eje Alemania-Japón-Italia. Estados Unidos ha sido invadido y dividido entre japoneses y alemanes. En este planeta horripilante donde el delirio nazi ha hecho cuanto le ha dado la gana (por ejemplo han secado el Mar Mediterráneo, han exterminado a todos los africanos y a casi todos los judíos, han reducido otra vez a los negros a la esclavitud), Dick ubica varias historias pero se centra de modo especial en cinco: La de Robert Childan, la de Frank Frink y su ex esposa Juliana, la del señor japonés Nobusuke Tagomi, y la del agente alemán que se escuda tras el falso apellido Baynes.
La novela describe un Planeta Tierra bajo la bota de dos totalitarismos (el japonés y el alemán) de los cuales el alemán es el más cruel y poderoso. En ese mundo sólo existen el arte «políticamente correcto» que permiten los imperios, y las «artesanías norteamericanas de preguerra» que se suponen inofensivas por ser sólo recuerdos de una cultura vencida. El arte moderno y contemporáneo tal como lo conocemos —por definición un arte antitradicional y «políticamente incorrecto» — ha sido borrado del mundo.
Dado que ese Estados Unidos que pinta Dick sufre bajo un régimen totalitario, es apenas obvio que no existan gérmenes de esa disidencia y de ese individualismo sobre el cual está erigido el arte de la Modernidad. En medio del torrente de arte servil y obediente que le gusta al poder y que es la norma descrita en el texto, de repente aparece ese «libro maldito»: La langosta se ha posado. En ese libro se propone un mundo alternativo al «real», un mundo que reta a la totalidad del sistema, un mundo que a ojos de los nazis sólo puede ser calificado como «pecaminoso».
La langosta se ha posado es peligrosa porque ocasiona que sus lectores piensen cosas «que no deben pensar», porque obliga a considerar el universo desde un nuevo punto de vista, porque aquel que pasa por sus páginas contempla el mundo con nuevos ojos. En últimas, La langosta se ha posado1 (¿o deberíamos llamarla El hombre en el castillo?) es peligrosa porque «desrealiza lo real» , porque le quita realidad a la «realidad», porque muestra que por demasiados recovecos el mundo que juzgamos «verdadero» está contaminado de «ficción». Si hay algo claro en El hombre en el castillo es que la obra parte desde una sospecha ontológica. Sin saber bien por qué, Abendsen intuye que el mundo donde él vive no puede ser real; de hecho, que escriba y publique La langosta es un modo de hacer pública su sospecha.
Con su libro, Abendsen plantea que la humanidad entera se halla sumida en un delirio del cual sería oportuno despertarla. Lo curioso del asunto es que esta situación planteada en El hombre en el castillo, halla paralelo en otros planos. ¿Qué es El hombre en el castillo sino una novela donde Dick asevera que el mundo que percibimos a través de los sentidos es menos real de lo que suponemos? ¿Qué es El hombre en el castillo sino el epítome de la vida de Dick? (Alguien que nunca en su vida estuvo completamente seguro de que este mundo que compartía con los demás humanos fuera real). ¿Qué es El hombre en el castillo sino la imagen de tantos y tantos filósofos que a lo largo de la historia humana han sostenido que este universo nuestro sólo es una sombra de algo distinto? ¿Qué es El hombre en el castillo sino la manifestación de ese anhelo tan íntimo de todo ser humano de que este mundo, después de todo, sea menos real de lo que parece? Si hay una aspiración humana a la cual responde la obra de Dick es el deseo de que nuestra vida no sea todo, de que haya un «más allá» que haga palidecer de vergüenza a este «más acá».
Como toda gran obra, El hombre en el castillo aspira a ser una Biblia, es decir, un contramundo en el mundo, una contrarrealidad frente a la «realidad». Como lector es emocionante percibir la valentía (¿o terquedad?) de este Dick que página a página le lleva la contraria a todas las personas que se hallan sometidas al totalitarismo del mundo fenoménico, que se limitan a creerle a sus percepciones y ya.