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Ed. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, año 2017. Tamaño 25 x 20 cm. Incluye numerosas reproducciones a color sobre papel ilustración. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 300
Egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, con especialidad en dibujo y pintura, Fabio Kacero (Buenos Aires, 1961) cursó también estudios de Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires entre los años 1980 y 1987.
Su práctica en el campo de las artes visuales se combina desde siempre con la producción literaria, primero como escritor de culto y de ediciones limitadas y más recientemente, con la publicación de Salisbury (2013) por la editorial Mansalva, su obra adquiere una difusión más amplia.
Expone en forma individual desde 1989. Entre sus últimas muestras se destacan: El viaje en trineo (o La traducción infinita), Centro Cultural de España en Buenos Aires, 2011; Flavio Kacer, Ruth Benzacar Galería de Arte, 2010; La muestra del año, Ruth Benzacar Galería de Arte, 2006; Encuentros/Tensiones Arte latinoamericano contemporáneo, MALBA, 2013; Historico-vagabond, Galería Alberta Pane, París (2013); Formes brèves, autres, Fonds régional d’art contemporain de Lorraine, Metz y Marco, Vigo, 2012
No encuentro nada que decir sobre esta obra de Kacero. Libros en blanco, con un título y un índice. Hace días que pienso en estos libros y no se me ocurre nada, y no porque los libros estén en blanco. Tampoco porque me haya mimetizado con ellos; al contrario: los siento lejanísimos. Para mí, como escritor, son la representación de un bloqueo. Podrían darme miedo. Y sin embargo me encantan, en el sentido fulminante del término de cuento de hadas. Son como la evidencia de una obra infinita, a la que uno podría agregarle cosas indefinidamente, aunque ya se hayan numerado las páginas de lo que todavía no se dijo. Kacero es bastante parecido a su obra: misterioso, callado y brillante. Su obra no es menos divertida que él, pero sí más insolente: mientras que Kacero me da la impresión de ser una persona bondadosa y muy pacífica, su obra, de realización preciosista (ignoro si el término es negativo en el mundo del arte contemporáneo, yo lo uso admirativamente), parece compuesta con la visión de un sentido que se ve y no se da, incluso llevándose ante cada pregunta una mano a la entrepierna y agitándola con descaro. Kacero, por supuesto, no es así, al menos que yo sepa.
Lo vi tres o cuatro veces este año. Una vez, durante un festejo en Aghata, el minitaller que comparten Fernanda Laguna y Vicente Grondona, salí a tomar un poco de aire y me senté en el escaloncito de la puerta, donde ya estaba Kacero. En determinado momento («¿En qué andás?») me mostró un índice compuesto por títulos que a veces parecían de ensayos y a veces de relatos y que sería lo único escrito en un libro en blanco. Todavía era nada más que una idea, pero nada menos que una forma, así que no hubo ninguna necesidad de ver o de tocar el objeto para apreciarlo. Kacero fantaseaba una forma, no un contenido. Planeaba componer un librocon títulos, como quien dice con acrílicos, o con pedazos de vidrio, o con lo que sea, y con un índice; como todos los libros estarían en blanco, el resultado no podía ser otro que el de obras figuradas con títulos figurativos. Algunos eran ingeniosos, otros sobrios y sutiles; algunos, de tan atractivos, actuaban como carnadas, estimulándonos a espiar, a saltear, a adelantarnos, tal como haríamos en un libro escrito. Además, en la medida en que las hojas del libro iban a estar en blanco, supuse, quizá con mala intención, que el libro «completo» funcionaría como un mero envoltorio del índice. Enseguida me di cuenta de que el índice, a su vez, funcionaba como el marco en un cuadro -el marco silencia lo que está afuera de la obra-, pero al revés: Kacero iba a silenciar lo de adentro. ¿Cómo? Fabricando un fantasma material, de cuerpo más o menos breve (alrededor de 200 páginas), con prólogos, epílogos, notas de autor y, curiosamente, por lo que alcancé a ver, con muy pocas ilustraciones. Si en aquel momento hubiera tenido un sombrero, me lo hubiera sacado. Esa fue la segunda vez que nos vimos.
La primera vez, no mucho tiempo atrás, Kacero me había dado a leer los originales de un cuento suyo que era parte de un libro de próxima aparición, Salisbury, así que ahora -en el escaloncito de la puerta de Agatha-, con ese antecedente, pensé que Kacero acababa de encontrar el recurso perfecto, como artista visual tanto como escritor, para liberarse no solo de las frases (además de escribir, no escribir) sino también de «las malicias del plan, las combinaciones de efectos y los cálculos escondidos», que era un deseo de Flaubert. Kacero mismo dijo en alguna oportunidad que su destreza consiste en tirar -en un parque de diversiones- la pelota no a los patitos, sino al espacio entre ellos. Hacer blanco.
Así que ahí estábamos los dos sentados, hablando y respirando, cuando de pronto un auto chocó desde atrás a una pequeña furgoneta blanca que acababa de detenerse, empujándola hacia la calle lateral, por donde venía un colectivo a toda velocidad. El colectivo la impactó de lleno y la aplastó como a un mosquito contra la pared de enfrente. Hubo una explosión de sangre.
Kacero y yo, después de un momento de correr shockeados en todas direcciones, como si no supiéramos adonde ir, nos acercamos a la pobre furgoneta pensando que no había salido nadie ileso (había sangre en la calle, en la vereda, en las paredes, en los árboles), pero nos encontramos con que en realidad no había salido nadie herido. ¿Cómo era posible? La explicación del enigma estaba impresa en la puerta trasera de la furgoneta, que se abrió sola, con un chasquido, como la página de un libro, y en la que podía leerse:
TRANSPORTE DE SANGRE
Mantenga Distancia
Ya más tranquilos, huimos de esas estridencias de la realidad hacia la librería La Internacional Argentina, a una cuadra del lugar del accidente. Una vez ahí, Kacero me propuso una presentación conjunta de Salisbury y de un libro mío, ya que saldrían los dos al mismo tiempo. Fijó una fecha, una hora y un lugar y cursó las invitaciones. Llegado el día, Kacero apareció de pronto con dos docenas de globos de gas, ató a los globos un ejemplar de su libro y otro del mío y, rodeado de amigos, de artistas, de curiosos, fue hasta la esquina y los soltó. En menos de un minuto los libros se habían perdido de vista. Recuerdo que alguien preguntó, paranoico, mirando al cielo: «¿Y qué pasa si el libro le cae a alguien en la cabeza?». No era una buena pregunta, pero nadie dijo nada, como si lo fuera. Pero sí: aquel libro efectivamente escrito pudo haberse perdido para siempre o caer en las manos de cualquiera, si no en su cabeza, como lugar sagrado del lenguaje. Kacero es el artista que invirtió (dio vuelta) con más precisión que nadie lo que está ausente.
SUMARIO
1- Indices: libros impresos, medidas variables, 2008
2- Indices, por Sergio Bizzio
3- Lenf, printuras, 1998 (work in progress)
4- A/Para To/For Dedicatorias arrancadas de libros, medidas variables, 2011
5- Nemebiax, fragmento, 2000 (work in progress)
6- Un cabalista desquiciado: Fabio Kacero escribiendo el Nemebiax, por Beatriz Vignoli
7- Lola G (on Kant), capturas de video, 2007
8- Katherina A (on Hegel), capturas de video, 2007
9- ¿Cómo son posibles los mordillos refrigerantes a priori?, por Lux Lindner
10- Canciones leídas (Read Songs), audioinstalación, 2006
11- Ediciones Fairy Feller (Fairy Feller Editions), cubiertas de libros, 2006
12- Almuerzo con Sasha (Lunch with Sasha), capturas de video, 2009
13- Autismo y orgía, por Luis Diego Fernández
14- Nieve indoor, instalación, 2014
15- La nieve, por César Aira
16- Cajitas (Little boxes), películas gráficas superpuestas, 1998-2009
17- Un cajetilla de ley, por Benito Laren
18- Salisbury, los siguientes tres cuentos (Un oso bipolar/Un recuerdo/La profundidad del río) se reproducen del libro Salisbury , publicado por Editorial Mansalva, 2013
19- Salisbury, por Matías Serra Bradford
20- Totloop, capturas de video, película de celuloide de 16 mm, en colaboración con Unión Gaucha Productions, 2003
21- But a Grainy Film…, capturas de video, 2008
22- Totloop & But a Grainy Film…, por Javier Villa
23- MoMA – Modern Tate, carteles de madera, 2011
24- Kacero en el mundo, por Inés Katzenstein
25- Earlater, capturas de video, 2010
26- Earlater, por Graciela Speranza
27- Fabio Kacero, autor del Jorge Luis Borges, autor de Pierre Menard, autor del Quijote, hojas escritas con birome, 2006
28- Pierre Menard, por Carlos Gamerro
29- La traducción infinita (The infinite translation), 23 traducciones del cuento El viaje en trineo perteneciente al libro Salisbury de Fabio Kacero. Cada traducción está realizada sobre la traducción precedente)
30- Trilobite, acrílico, 2013
31- Trilobite, por Lucía Puenzo
32- CastK, capturas de video, 2000/2013
33- Todo es una cuestión de créditos. Sobre Castk de Fabio Kacero, por Rafael Cippolini
34- Fabio Kacero. Biografía