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Ed. Hiru, año 2005. Tamaño 19 x 12 cm. Traducción de Mikel Arizaleta. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 110
El dramaturgo austríaco presenta en esta obra toda una reflexión sobre la violencia y sobre la hipocresía de la política internacional de los poderosos disfrazada con los ropajes de la paz y de la ayuda humanitaria. Retoma también Handke algunos de sus temas recurrentes, como las trampas del lenguaje, el control de las palabras o la apropiación del discurso “legítimo”. También surge una de las preocupaciones esenciales del escritor austríaco como es el tiempo, en este caso las diferentes y desajustadas formas de vivir el tiempo como causa del desencuentro entre personas y entre pueblos.
En este drama está presente además ese concepto, tan vivo en el último Handke, de la Utopía, de la Gran Paz, del Encuentro universal de los seres humanos y de los pueblos, y que aquí toma la forma de esa sutil y misteriosa metáfora del viaje en la canoa.
Dice uno de los personajes: “Nuestro santuario de aquí es la canoa. Estar en el río: esto es paz. Estar en los ríos: esto será paz. En la frontera entre el sueño y la vela. En la oscuridad profunda. En medio del invierno. En la invernada. En esa frontera existe todavía un nosotros como no existe en ninguna otra parte”.
Handke narra aquí la historia de dos directores de cine, que en el comedor de un hotel perdido en el corazón de los Balcanes tratan de realizar un film sobre la guerra -“la última, por ahora”-, diez años después de las matanzas. Los dos escuchan testimonios de todo tipo y especie –el de un historiador, un cronista, un guía turístico, un hombre que vive en el bosque, un detenido, un griego–, en base a los cuales pretende construir la historia. Cada uno de ellos evoca su guerra. Cuenta el cronista: “Yo maté. Fui yo quien cubrió con cemento a una madre y a su hijo, que todavía estaban vivos”. Dice el guía turístico: “Me acuerdo cuando vivíamos bien aquí, todos amigos, y juntos festejábamos matrimonios sin importar a qué grupo étnico pertenecían”. Dice el historiador: “¿Qué dice?, ese asunto de pluralismo étnico feliz es una estupidez para los turistas que llegan de las capitales de Occidente. Aquí nos odiábamos entre vecinos”.
Con una voz que parece tener alguna reminiscencia con la del propio Handke, el griego se la toma con las “hienas de la ayuda humanitaria” y con los “dictadores de la actualidad”, eufemismo con el que el propio Handke designó alguna vez a los periodistas. Finalmente, los dos directores, confundidos por los testimonios discordantes, por los demasiados modos en que son narrados los mismos hechos, renuncian al proyecto del film sobre la guerra. “Esta historia es todavía demasiado reciente para poder ser contada”, dice sabiamente uno al otro.