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Ed. TIKAL, año 1994. Tamaño Incluye 40 reproducciones en blanco y negro sobre papel ilustración. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 230
Los filósofos han dado numerosas definiciones sobre el hombre aparecen falsas o exactas según se presenten o no como exclusivas. He aquí una más: un ser consciente de sus propios límites, o o de otro modo, puesto desde el nacimiento en una situación moda y, por eso mismo, capaz de angustia. En ese malestar inicial, que es exclusivo del ser humano, se encuentra la raíz de todas las iniciativas de nuestra especie por dominar la creación.
Los cuentos, sean de hadas o no, constituyen elocuente testimonio de esa tendencia. Describen ante todo un universo materialmente liberado de toda contingencia penosa, lo cual implica un dominio de las formas, del espacio y del tiempo que aboga los límites de la condición humana. Y los héroes que conducen el juego tienen por virtud común una inadaptación congénita a las circunstancias de la vida corriente, las cuales son definidas por las sujeciones naturales y sociales. Por eso sus actos revisten fácilmente una significación ejemplar y sus personas un valor de símbolos. En esta comedia de lo improbable, la introducción de un actor de dimensiones normalizadas suscita en general la aparición de una moraleja.
Parece, pues, que estos relatos, originados en las penumbras seculares y en escenarios análogos que atestiguan a la vez la identidad de los estados de consciencia y los innumerables contactos protohistóricos, nos fueron transmitidos por dos grandes corrientes de intenciones.
La primera transporta a narrador y auditorio hacia una vivencia de bienestar que, por común y misterioso acuerdo, es considerada como un estado inicial: es el retorno al Edén, sobre el cual trataremos luego. Entre otras prerrogativas, ese estado comporta la ubicuidad, la levitación, la inmortalidad, la alianza total con el cosmos y la energía que lo configura.
La segunda, que arrastra simultáneamente aguas límpidas y túrbidas, parece más bien reflejar las tensiones y los conflictos entre las dos naturalezas del hombre: la animal -y aun bestial- y la «divina». Se trata en cierto modo de mitos familiares, de una proyección utilitaria del inconsciente cuyas estructuras están muy próximas al sueño y que son susceptibles, por lo tanto, de análisis de tipo freudiano.
Desde esta perspectiva, podría definirse el cuento como un sueño colectivo, un sueño grupal cuyas peripecias se desentienden por completo de la moralidad corriente, de modo que, como destaca adecuadamente el autor, un relato aparentemente inofensivo, por ejemplo Piel de Asno o La Bella durmiente del bosque, contiene de hecho elementos para nada inocentes, los cuales, con distinto tratamiento, tendrían adecuado lugar en las tragedias más sombrías.
La presencia de tales elementos parece indicar que originalmente los cuentos infantiles fueron en realidad historias para adultos. ¿Son reflejo, como pretende cierta escuela, de antiguos rituales de iniciación? Sí, en la medida en que estos rituales se presentan como un intento más o menos eficaz de alcanzar, a través de tres etapas (purificación, conocimiento, poder), un estado superior de consciencia y un bienestar edénico. No, si se prefiere admitir que los cuentos, aunque atestiguan un mismo deseo fundamental, utilizan vías diferentes.
Todo análisis requiere cierto distanciamiento, y mientras se han vivido los cuentos, es decir, mientras millones de niños los han mamado junto a la leche de sus nodrizas y han creído en ellos, los adultos -aún no suficientemente seguros de serlo- se han creído obligados a rechazarlos en bloque, junto con otros recuerdos de la temprana infancia.
Por lo demás, cabe preguntarse si el inventor literario del cuento de hadas, Charles Perrault, llegó él mismo a apreciar el valor de sus relatos. Hay buenas razones para ponerlo en duda: primero, cedió a su hijo la autoría de los relatos, como si juzgara indigno de un miembro de la Academia Francesa ocuparse de tales fruslerías; segundo, la superficialidad de las moralejas aportadas demuestra que no alcanzó a sondear las turbadoras profundidades de esos minidramas (lo cual, por lo demás, no cabría censurarle demasiado, dada la época en que escribía). Perrault habría quedado estupefacto si una gitana vidente le hubiese predicho que no debería su fama inmortal a su obra «Los hombres ilustres que han aparecido en Francia durante el siglo XVII», sino a «La Bella durmiente del bosque».
Desde la publicación de Historias o cuentos de antaño (1697), han corrido muchos ríos de tinta. Por cierto, no fue Perrault el primero en publicar tal género de narraciones; aparte de compilaciones célebres como Las mil y una noches o La historia de los Siete Sabios, le habían precedido por esa vía Boccaccio, Sraparola y otros. Los Cuentos de antaño y los de Marie-Catherine d’Aulnoy (exactamente de la misma fecha) suscitaron una moda a largo plazo. Conocemos a los hermanos Grimm en Alemania, Afanasiev en Rusia, Walter Scott en Gran Bretaña, Asbjörnsen en Escandinavia, Andersen en Dinamarca…las historias de los cuales fueron el encanto de varias generaciones.
Hacia finales del siglo XIX decayó el interés, con el advenimiento de un racionalismo tan estrecho como atiborrado de certidumbres. Era harto evidente que el racionalismo y el joven Príncipe no estaban hechos para convivir. Después, según es regla, al reflujo le siguió una nueva oleada. Otras historias maravillosas vinieron de las Indias, de China, de Islandia, a la vez que los investigadores occidentales iniciaban la exploración del inconsciente. Entonces los cuentos de hadas empezaron a ser vistos bajo su verdadera luz, o más bien bajo su verdadera oscuridad nocturna, una noche poblada de estrellas centelleantes: la famosa «noche de los tiempos»…
Lenguaje con el que se expresaban deseos, esperanzas, sabidurías eternas. Más allá del juego tornasolado de esas venerables historias, se percibía al fin que el relato mismo exigía también, para ser verdaderamente leído, el paso intermedio de una metamorfosis… Así surgieron multitud de interpretaciones. Aparecieron la teoría astral y meteorológica, la antropológica, la alegórica, la mitológica, la lingüistica, la histórica, la oriental, la poética y sobre todo la psicológica, más o menos derivada de las investigaciones freudianas. La única característica común a estas diversas hipótesis era muy a menudo la de excluirse entre sí con animosidad. Es ésta una debilidad
constante de ciertos investigadores que, poniéndose un velo ante los ojos, se niegan obstinadamente a ver las cosas desde un punto de vista que no sea el propio. Cabe intuir en ello una manifestación pintoresca de la instintiva defensa del territorio.
Aunque la posición de René-Lucien Rousseau, al analizar con lupa la Irania de los cuentos, recuerda en general a la de la escuela psicoanalítica, tiene el mérito considerable de admitir a la vez interpretaciones diferentes según el punto de vista que inicialmente se escoja. Eso no es sólo dar prueba de liberalismo intelectual, sino también es indicar que se ha comprendido profundamente el lugar y la función de las estructuras simbólicas que encajan a diferentes niveles de lo real, atestiguando así la maravillosa unidad del cosmos. Este mismo espíritu de síntesis reinaba en el estudio anterior de nuestro autor, Le lanyage des coulairs, obra de fondo excepcionalmente rica en hechos e interpretaciones. En La otra cara de los cuentos recibe uno el infrecuente placer de encontrar un autor en quien el análisis escrupuloso y objetivo no ahoga el sentido poético, ni el investigador al ser humano.
INDICE
Prefacio de Samivel: En la noche de los tiempos
Introducción
1- Sueños colectivos
2- La búsqueda de un secreto
I- El cuento como un sueño
1- Perrault
2- El mito, sueño colectivo
3- El dominio de lo sagrado
4- El tono emotivo
5- Comprender es amar
6- Encantamiento
7- El universo infantil
8- Falsa y verdadera realidad
II- Regreso a la infancia
1- Niños pequeños y niños grandes
2- ¿Nodriza… o hada?
3- Retorno al Edén
4- Sueños y pesadillas
5- Delicias de la ingravidez
6- ¿Retorno a la madre?
7- ¿La madre o el mar?
8- El símbolo, ¿recuerdo histórico?
9- Lógica del símbolo
III- La necesidad vencida
1- Abolición de la muerte
2- Caer es morir
3- El amor y la muerte
4- Goce de la caída
5- Descenso a los infiernos
6- La tierra prometida
7- «Todo es posible»
8- La «varita mágica»
IV- La Bella durmiente del bosque
1- «Tú eres yo»
2- No explicación, sino alusión
3- Luz y tinieblas
4- Un título triangular
5- Las cifras fatídicas
6- El símbolo de la vieja hada
7- La torre de marfil
8- Muerte y sopor
9- Luna y sol
10- El destino
11- El huso, imagen fálica
12- El instrumento de las Parcas
13- Transfiguración
14- Un extraño reino
15- Flor de Espino
16- Las dos vertientes de la vida
17- Sueño y vida latente
18- El castillo encantado
19- La selva-catedral
20- El lobo
21- La religión del árbol
22- Las estructuras arborescentes
23- El repliegue
24- La virginidad agresiva
25- Del erizo a los hippies
26- Los dragones, guardianes de tesoros
27- Maravillosas nubes
28- La violación del bosque
29- Un mito de múltiples facetas
30- Identidad del Príncipe y de la Princesa
31- Símbolos de iniciación
32- Laberinto y caracola
33- Nacimiento y renacimiento
34- De lo biológico a lo espiritual
35- La búsqueda de la Estrella
36- El despertar de la naturaleza
37- Un acto de amor
38- Del mito a la anécdota
39- Una belleza «luminosa»
40- El secreto tutelar
41- Un mito que se depura
42- El secreto divulgado
43- La ogresa
44- Simbolismo del ogro
45- Las botas de siete leguas
46- Símbolo de virilidad
47- Virilidad y rapidez
48- Botas mágicas_botas vivas
49- La terrible Reina Madre
V- Examen de los temas
1- Verdades camifladas
2- Grisélidis o el sadismo masculino
Un príncipe misógino
¿Otelo o Don Juan?
Sadismo y amor
3- Piel de asno o las apariencias engañan
El padre terrible
La noche y el gris
Trajes de luces
Vestidos simbólicos
El mundo subterráneo
El símbolo del asno
El ojo de la cerradura
De la sombra a la luz
Una historia de cosas ocultas
La barca del sol
Las etapas de la piedra filosofal
De la animalidad a la consciencia
4- Pulgarcito o el descubrimiento de sí mismo
El bosque del terror
La angustia erótica
Hermes, divinidad fálica
¿Pulgarcito o Ulises?
La luz de ello
Ogro, guerra y hambre
VI- Tabúes y mitos admonitorios
1- Tabúes a millares
2- El destino justiciero
3- Un drama sangriento
4- ¿Hombre o demonio?
5- La sed de conocimiento
6- El alcance profético de los mitos
7- Dualidad del hombre
8- ¿Progreso o marcha hacia el abismo?
9- Las cámaras secretas
10- ¿Hombre-especie u hombre-animal?
11- Grutas y sepulcros
12- «¡Ábrete, Sésamo!»
13- la hija de María
14- El castigo del orgullo
VII- Prefiguración de las técnicas
1- Los deseos de la humanidad
2- Preciencia de las ondas
3- Confusión de las formas
4- De Cyrano a Julio Verne
5- La confesión de Frank Borman
6- Generaciones de hormigas
7- La lenta evolución de las formas
8- Cielo abierto
9- La patria de las almas
10- La necesidad de evasión
11- El cielo y la muerte
12- Andersen, un obsesionado por el cielo
13- Sueño del ángel azul
14- El hombre negro de Pelvoux
15- Liberación y aniquilación
VIII- Sabiduría de los cuentos
1- Cuento y fábula
2- El ejemplo del gato con botas
3- La filosofía con peluca
4- El dominio reservado
5- Un gato simbólico
6- unidad del mundo vivo
7- Nunca estamos solos
8- Interdependencia de todos los seres
9- Una salida al final del callejón
10- El baño transformador
11- Una inquietante parodia
12- Los deseos ridículos
13- Las hadas, instrumentos de la Némesis
14- El tejido «mágico» de la historia
15- La estatua del Comendador
16- Aguas revueltas
17- Resurgimiento del paganismo
18- La naturaleza, fuente de lo fantástico
19- Lo anhelos del pueblo oprimido
20- Omnipotencia del Amor
21- Alegorías reales
22- Balance del bien y del mal
23- La poesía, suprema verdad
Epílogo-
El secreto
Bibliografía
Samivel
Luis Molné