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Ed. Taschen, año 2013. Tapa dura con sobrecubierta. Ensayos de Terence Pitts. Un retrato personal de Ansel Adams. Editado por Manfred Heiting. Tamaño 30,5 x 25 cm. Incluye 164 fotografías en blanco y negro sobre papel ilustración. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 224

Edward Weston065“Los pensamientos y los conceptos de Edward se desarrollaban sobre bases místicas sencillas. Su obra personal, directa y honrada, surgía de una profunda intuición y de una fe en fuerzas subyacentes a lo real y lo fáctico. Para él, esas fuerzas eran absolutamente reales, elementos del universo del hombre y de la naturaleza, aunque la mayoría de nosotros sólo experimente directamente una pequeña parte de ellas. Como sucede a cualquier gran artista o científico imaginativo, el planteamiento es evidente, pero la “realización” precisa tiempo, esfuerzos y juicios lúcidos.

A diferencia de tantos fotógrafos de hoy, Edward Weston nunca habó de su propia obra. Para él, como para la mayoría de nosotros, su obra es sencillamente la afirmación del hombre y de su arte. Respecto a su trabajo artístico, Edward estaba completamente seguro de sí mismo; no necesitaba ninguna “explicación”, justificación ni interpretación. Las estupideces que se decían y escribían sobre él le daban risa, aunque toleraba que algunas personas sintieran la necesidad de llegar a la verdad a través de complejas digresiones y escurridizos análisis intelectuales. Frecuentemente comentaba: “Bueno, si eso es lo que significa para él, a mi no me importa”.

Como Edward, también yo prefiero abstenerme de dar definiciones de su obra creativa. ¿Quién puede hablar o escribir sobre las Partitas de Bach? Se pueden tocar o escuchar; solo existen en el mundo de la música. Del mismo modo, las fotografías de Edward solo existen como originales o, en ocasiones, en forma de buenas reproducciones. Observen esas fotos, mírenlas atentamente y obsérvense a ustedes mismos, no crítica ni despectivamente, ni con un sentimiento de inferioridad. Tal vez la obra de Edward Weston les enseñe a descubrir lo bueno que en realidad son…o que pueden llegar a ser. Eso es lo que deseaba Edward”.

Ansel Adams, año 1964

Nacido el 24 de marzo de 1886 en Highland Park, un barrio en las afueras de Chicago (Illinois), Edward Weston fue una figura clave en la madurez del arte de la fotografía. Cuando comenzó a dedicarse a la fotografía, en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los hombres y mujeres que practicaban la fotografía se consideraban a sí mismos como aficionados, y su actividad como un pasatiempo. Sólo unos pocos entre ellos, como el norteamericano Alfred Stieglitz, luchaban para que se reconociera a la fotografía un puesto entre las artes plásticas, junto a la pintura y la escultura. Con su propio ejemplo, Weston ayudó a consolidar el papel y la imagen del fotógrafo que consagra concientemente su vida entera a su arte.

Edward Weston051El padre de Weston era médico; su madre murió cuando él tenía cinco años. Cuando le regalaron su primera cámara en 1902, Weston, que contaba entonces con dieciséis años, comenzó a fotografiar apasionadamente. Las pocas fotografías que nos han llegado de su juventud son paisajes de composición sensible y cuidadosa, en los que pueden verse nieve, árboles y la orilla del vecino lago Michigan.

Aunque abandonó la escuela antes de terminar la high school, más tarde escribiría: “No creo que en la escuela aprendiera nada de valor, se si exceptúa la voluntad de rebelarme”.

En 1906, durante un breve viaje que hizo al sur de California para visitar a Mary, su querida hermana mayor, Weston conoció a Flora Chandler y se enamoró. Decidido a ganarse la vida como fotógrafo, regresó a Illinois para acudir al Illinois College of Photography. Seis meses más tarde, terminado el curso, volvió a California, donde encontró trabajo en un estudio fotográfico y se casó con Flora en 1909. Se establecieron en Tropico, un barrio en las afueras de Los Angeles que hoy forma parte de Glendale. Allí, en 1911, abrió su propio estudio de retratos.

Edward Weston052Weston tuvo mucho éxito como fotógrafo de estudio, al hacer retratos densos e idealizados que imitaban y mejoraban el estilo a la moda de esa época. Poseía un sentido muy desarrollado de la composición y la habilidad de representar a sus modelos en posturas naturales y atrayentes. Pero durante esos años comenzó a desarrollar también las técnicas y preferencias que más tarde constituirían la base de un cambio radical en su fotografía. Weston era conciente de que uno de los aspectos únicos de la fotografía radicaba en la posibilidad de plasmar un momento determinado, por ejemplo, una sonrisa o el juego de la luz del sol sobre una figura. Se dio cuenta también de la fuerza que tiene la luz natural: esta puede transmitir un estado emocional, visualmente expresivo y, al mismo tiempo, armonizar toda la composición de una imagen.

El estilo fotográfico predominante en las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX, el denominado “pictoralismo”, hundía sus raíces estéticas en diversos movimientos como el Simbolismo y Esteticismo (el arte por el arte) y también en el más reciente, el Arts and Crafts.

Para hacer frente a una crítica que afirmaba que la fotografía no era sino una reproducción mecánica de la realidad, los pictoralistas recordaban permanentemente al observador que detrás de la fotografía estaba el cerebro y el ojo de un artista. Por esa razón disimulaban deliberadamente los orígenes tecnológicos, “fotográficos”, de sus obras. Las imágenes se tomaban con un enfoque difuminado y se sometían a muchos retoques y a la manipulación en la cámara oscura.

Edward Weston054En los diez años, aproximadamente, en que Weston hizo fotografías al estilo pictoralista (entre 1912 y 1922), realizó obras maestras que muestran que no sólo dominaba a la perfección el lenguaje del pictoralismo, sino que comenzaba a redefinirlo con sus propios términos. La mayoría de sus fotografías de esta época son retratos o imágenes de género, con sus amigos como actores. Con la ayuda de sencillos elementos como el juego de luces y sombras, la textura y algunos pocos decorados como una flor, un abanico, un espejo o una silla, Weston creó fotografías sugestivas, verosímiles y originales, ni artificiales ni formalistas.

En algunas de sus fotografías de desnudos superó los límites del buen gusto pictoralista, creando imágenes de un erotismo casi palpable. Aunque había comenzado a liberar su fotografía de las limitaciones del pictoralismo dictadas por la tradición, todavía no había encontrado el camino hacia la ruptura completa.

En esos años, Edward y Flora Weston tuvieron cuatro hijos: Chandler (1910-1993), Brett (1911-1995), Neil (1914-1998) y Cole (1919-2003). Weston comenzó a entablar amistad con artistas bohemios de Los Angeles, en aquel Edward Weston067entonces una ciudad provinciana con un ambiente casi represivo. Nueva York, el centro artístico de Estados Unidos, quedaba muy lejos, no solo geográficamente, y Londres, París, Berlín y Moscú, las ciudades europeas en que se estaban desarrollando las vanguardias de arte del siglo XX, eran aún más remotas, inalcanzables. Avidos de nuevas experiencias y de un mayor conocimiento de lo que sucedía en otros lugares en el campo del arte, Weston y sus amigos concurrían a conciertos, representaciones de danza y exposiciones, leían revistas y libros sobre arte y literatura contemporánea y discutían sobre lo que leían. Exploraban la región de Los Angeles en busca de aventuras. Se pasaban el día entero en la playa, a la que llegaban en ferrocarril, o vagabundeaban por el puerto y los bares de marineros donde asistían, fascinados pero también horrorizados, a las peleas entre los borrachos.

Una de las personas más influyentes en la vida de Weston durante esa época fue Margrethe Mather, una fotógrafa que conoció hacia 1912. Hasta 1921, Weston y Mather estuvieron unidos por una relación artística y probablemente también sentimental. En ocasiones compartieron estudio; juntos, enviaron obras a salones de fotografía de todo el mundo. Mather, una librepensadora con un pasado oscuro (en su adolescencia había ejercido la prostitución), introdujo a Weston en los círculos bohemios y de homosexuales de Los Angeles, interesados por la fotogreafía y el diseño. Su gusto personal, que plasmó en su sencilla casa “japonesa”, en el centro de Los Angeles, se reconoce en numerosas composiciones pictoralistas de Weston. Cundo, diez años más tarde, rememoraba esa época fogosa y liberal de comienzos de los años veinte, Weston se describió a sí mismo como un joven inexperto rodeado de personas de “vasta cultura, mucho mundo e ingeniosa conversación”. Su nuevo círculo de amistades podía cantar canciones del movimiento radical obrero y citar las tesis de la anarquista Emma Goldman sobre el amor libre. Le enseñaron a beber, a fumar y a tener aventuras amorosas. Pero sobre todo le confirmaron en su deseo de ser un artista de la fotografía y no un pequeño comerciante que explotaba un estudio de retratos.

Edward Weston058Aunque ya gozaba de reconocimiento internacional como fotógrafo pictoralista y había sido admitido en varias asociaciones fotográficas prestigiosas, cada vez era más conciente de que tenía que cambiar tanto los temas como el estilo de su fotografía, que debía aceptar las propiedades mecánicas de la cámara y del objetivo como la fuerza, y no la debilidad, de la fotografía. Para él la fotografía se había convertido en un proceso en el que se trataba de ver el mundo tal como es, no de crear un mundo imaginario.

Weston anotó en sus daybooks, como llamaba a sus diarios, que el artista ha de responder “a la arquitectura de su tiempo, sea buena o mala, mostrándola de un modo inédito y fascinante”. No sabemos con seguridad cómo llegó a esta conclusión, pero demuestra que cuando Weston cruzó Estados Unidos en 1922 estaba buscando, al igual que muchos otros artistas norteamericanos, la posibilidad de transformar las nuevas formas arquitectónicas (los rascacielos y edificios industriales) en el tema de su arte. Pintores, artistas gráficos, escultores y fotógrafos estaban empezando a convertir la funcionalidad de la máquina en un esteticismo formal que hoy en día se conoce como “precisionismo”. Fiel al lema que tanto le gustaba, “la forma sigue a la función”, Weston reconoció que los objetos modernos precisaban nuevos métodos de representación. Y como la fotografía es una forma Edward Weston057artística que, al igual que la cinematografía, realmente emplea medios mecánicos, había que repensar completamente la tradicional idea de que la fotografía debía ser artísticamente aceptable. Para Weston estros cambios parecían producirse de modo natural e instantáneo. Llegó a la conclusión de que las fotografías de fábricas y cables telefónicos exigían un grado se precisión que no se encontraba en el pictoralismo. En las fotografías de ARMCO, los detalles pueden verse clara y nítidamente; esto implica que la claridad se equipara con la verdad. De la noche a la mañana, Weston se había convertido en un fotógrafo moderno.

En agosto de 1923 se embarcó a México, con su hijo mayor Chandler y su nueva amante, Tina Modotti. Modotti, a la que había conocido hacia 1921, era una inmigrante italiana que había trabajado en varias películas mudas de Hollywood. En 1922, cuando viajó a Ciudad de México para acompañar en sus últimos momentos a su moribundo esposo, se llevó algunas fotografías de Weston y las consiguió exponer en la Academia de Bellas Artes. La respuesta del público sobrepasó todo lo que Weston había presenciado en Estados Unidos.

Mientras que la mayoría de los artistas estadounidenses viajaban a Europa para adquirir experiencia fuera de su país, Weston fue uno de los primeros que se dirigió a México. Para ciertos artistas y escritores como Paul Strand, Marsden hartley, Henrietta Shore, Hart Crane, Wallace Stevens y otros, México fue un lugar de regeneración y estímulo para su arte. El ardor revolucionario había reservado al artista un puesto central en la sociedad mexicana. Durante un breve período de tiempo, entre los años veinte y treinta, el artista tenía la Edward Weston060impresión de que el público sabía apreciar sus obras. Por otra parte, en el México revolucionario el ambiente era liberador y terriblemente peligroso a la vez. Cuando, durante la primera noche que Weston pasó en Ciudad de México, se produjo un tiroteo debajo de la ventana de su habitación, comentó: “No he venido aquí para encontrar la calma y el orden de Glendale”. Weston y Modotti tomaron rápidamente parte activa en el círculo de escritores y artistas revolucionarios como Diego Rivera, Rafael Sala y Jean Charlot. Modotti posó para Rivera y otros artistas; también ella hizo fotografías. Para Weston México fue una revelación desde varios puntos de vista. En sus diarios, describió la vida en las calles de México como un “brusco enfrentamiento de contrastes extremos…vital, intenso, en blanco y negro, nunca gris”. En comparación, Glendale y California le parecían ahora “monótonos, apocados, un gris uniforme…poblados por explotadores que han violado el bello país”.

Para ganarse la vida, Weston hizo lo único que sabía hacer: abrió inmediatamente un estudio de retratos. Pero en México resultó haber más coleccionistas que en California. Muchos de ellos eran extranjeros, la mayoría de Estados Unidos; en más de una ocasión, la venta de una fotografía le sirvió para saldar deudas. Al margen de sus encargos, Weston hizo también retratos de amigos y conocidos, además de desnudos, que comenzaron a ocupar cada vez más espacio en su obra. Calificó una serie de retratos de amigos y artistas como su serie “heroica”. En estos retratos, enfoca el objetivo ligeramente por encima de la cabeza del modelo, que resalta sobre un fragmento de cielo. En otra serie notable, que realizó a finales de 1925, fotografió el rostro, inclinado y muy expresivo, de Edward Weston053Modotti, mientras ella recitaba versos. En un lapso de veinte minutos expuso tres docenas de negativos.
Fascinado por los muchos objetos del arte popular y de la artesanía tradicional que encontraba en los mercados, Weston comenzó a fotografiarlos en su estudio mientras esperaba a sus clientes. Para él esos objetos eran las expresiones más honradas y directas que buscaba encontrar con su fotografía. Los artesanos que los hacían eran, a los ojos de Weston, espontáneos e imprevisibles, características ausentes en artistas como Man Ray o Moholy Nagy; las fotografías de estos autores, muy extendidas y bien consideradas, le parecían escandalosamente amaneradas. Comenzó a pasarse horas o incluso días enteros componiendo y recomponiendo objetos sencillos como juguetes, figurines y jarras de barro…buscando el modo de reproducir en sus fotografías su sencillez y la economía con que estaban hechos.

Weston siguió siempre el lema “la forma sigue a la función”; así comenzó a estudiar las posibilidades que ofrecían objetos funcionales, fabricados en masa, como los retretes de cerámica de la casa que había alquilado. Durante más de una semana anduvo buscando la mejor manera de hacer una fotografía adecuada de este “receptáculo brillantemente esmaltado de extraordinaria belleza”. Su objetivo era plasmar el retrete libre de cualquier connotación (humorística, escatológica, obscena o de otro tipo) para expresar la “respuesta absolutamente estética a la forma”. Cuando, por fin, hizo la foto que deseaba, se la mostró a Diego Rivera, quien, según Weston, exclamó: “¡Nunca en mi vida había visto una fotografía tan bella!”.

Weston comenzó a buscar nuevos objetos que correspondieran a su estilo. Los retratos y desnudos seguirían siendo, hasta el final de su carrera, las principales columnas de su obra, pero no quería restringirse l rostro y al cuerpo humano. Weston se interesaba por las formas naturales, por lo que volvió su vista a frutas y verduras, que llevaba al estudio para fotografiar con una composición tan cuidadosa como la que había empleado en México con los objetos del arte popular. Unos meses después, una amiga, la pintora Henrietta Shore, despertó su interés por Edward Weston064las conchas, que comenzó a componer y fotografiar. Al aislar o aumentar una concha o un pimiento verde, o al cortar verduras y conchas, Weston permitía que las formas de la naturaleza revelaran su constitución y sus maravillosas irregularidades. Con la ayuda de luces y sombras, llegaba a lo que él consideraba la expresión ideal. Entre 1927 y 1930, Weston hizo muchas de las fotografías que actualmente se consideran como sus más importantes: fotografías de nautilos blancos nacarados sobre un fondo oscuro, ambiguo; parejas de conchas entrelazadas y sensuales pimientos.

En la última década de su vida, su obra se hizo más sutil y los motivos más variados. Aunque sólo unas pocas fotografías de esta época causan la misma impresión revolucionaria de los pimientos y las conchas, de las dunas o de los desnudos, en ellas se aprecian una notable madurez y una visión segura. Las composiciones se vuelven más Edward Weston061complejas. Pero, más importante que esto, es que la obra tardía de Weston parece invitar al observador a participar en un mundo personal, casi íntimo: su familia, sus amigos, sus gatos, los viajes en automóvil…

Edward Weston falleció el día de Año Nuevo de 1958. Comenzó a fotografiar en una era de aficionados y contribuyó a elevar la fotografía a un nivel de un arte respetado. Consiguió ascender a uno de los primeros puestos del mundo en la fotografía pictoralista, con su imaginería simbólica y ambiental y con sus fotos muy trabajadas, solo para liberar a la fotografía de todos sus excesos y de su arcaísmo y para crear una nueva fotografía, al tiempo clásica y coloquial. Su especial talento consistió en saber cuál es el mejor modo de que las cosas de este mundo hablen por sí mismas.

Indice
Acerca de Edward Weston, por Ansel Adams
Una pasión sin concesiones. Vida y obra de Edward Weston, por Terence Pitts
Biografía / Bibliografía