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Ed. El Colegio de México, año 1980. Tamaño 17,5 x 11,5 cm. Estado: Usado muy bueno (tiene 7 páginas subrayadas en la Introducción de Charles Hale). Cantidad de páginas: 252

Llamadas, Cosío VillegasEl año de 1972 vio la culminación de una de las empresas historiográficas más sobresalientes de nuestro tiempo. Fue sobresaliente, entre otras razones, por la increíble dedicación, la voluntad y la maestría de Daniel Cosío Villegas, su director y autor principal.

La Historia Moderna de México es una obra monumental. Nueve gruesos volúmenes y sus 9017 páginas muestran, con la fidelidad de un documento, un período extenso e importante de la historia de México, comprendido entre los años 1867 y 1910. Como suele ocurrir en tales empresas, el trabajo resultó ser mucho más ambicioso y prolongado de lo que se esperaba. Los que habrían de ser seis volúmenes semestrales durante tres años, se convirtieron en diez tomos que aparecieron a lo largo de 17 años. Por lo general, los autores se ciñeron al plan general de organización que partía de un corte en el año de 1876 y un tratamiento por separado de la historia política, económica y social, antes y después de esa fecha. A los seis volúmenes originales se añadieron dos consagrados a las relaciones exteriores de México, otro más dedicado a la economía del periodo 1876-1910 y un cuarto consagrado a la política de ese mismo período. La Historia Moderna fue producto de un seminario dirigido por Cosío Villegas en el que colaboraron buen número de investigadores y lectores, trece de los cuales, a través de un proceso competitivo, se convirtieron en
autores de volúmenes o secciones de los mismos. El Seminario de Historia Moderna inició sus labores en 1950, cinco años antes de que aparecieran los primeros frutos de su trabajo.

El famoso nuevo seminario funcionó como un aparato de investigación, taller de entrenamiento historiográfico y foro para la revisión crítica de la historia que estaba en elaboración. A pesar de que la Historia Moderna fue un esfuerzo de colaboración, la batuta del Director se hizo evidente desde el principio. A través de sus Llamadas particulares, verdaderas introducciones interpretativas a cada volumen, Daniel Cosío Villegas le dio coherencia a las partes del trabajo que a veces eran de naturaleza enciclopédica. Una lectura de estas llamadas que se reúnen en este volumen, proporciona al lector la interpretación de lo esencial de la Historia Moderna de México.

¿Por qué, cuándo y en qué circunstancias emprendió Daniel Cosío Villegas la redacción de una historia en varios volúmenes de los 43 años que precedieron a la revolución de 1910? La génesis de la Historia Moderna data de la década de 1940, período que presenció no sólo la famosa transición de la política pública desde el agrarismo hasta la industrialización urbana, sino también una «toma de conciencia» intelectual de quienes se interesaban en la historia, la identidad cultural y el destino de México como nación. La emigración española había comenzado a ejercer su influencia en los círculos intelectuales y académicos. Se estableció El Colegio de México, tuvo lugar un rejuvenecimiento de los estudios históricos y filosóficos en la Universidad, Leopoldo Zea publicó sus obras sobre el positivismo, Edmundo O’Gorman se puso a indagar el significado de América y la «crisis de la ciencia histórica». Estos acontecimientos fueron parte de un brillante despertar de la conciencia nacional en el México contemporáneo. Fue en este contexto intelectual donde Daniel Cosío Villegas, en 1947, publicó «La crisis de México», con lo que inició su carrera de ensayista político. Al año siguiente, el 1 de julio según se nos dice, inició las investigaciones acerca de la historia «moderna» de México. En efecto, la obra fue el esfuerzo realizado por una figura pública e intelectual recién llegada al campo de la historia en busca de orientación en el pasado para una nación en
crisis.

Nacido en 1898, Daniel Cosío Villegas tenía 22 años cuando la revolución ingresó en lo que él llama fase segunda o «reformista». Brillante estudioso de filosofía, sociología, derecho y economía, Cosío desempeñó diversos cargos docentes en los primeros años de la década de 1920, y mantuvo estrechas relaciones y colaboró con los principales intelectuales de México, con hombres tan diversos como Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, José Vasconcelos y Alfonso Reyes. Se ha expresado con orgullo de «mi generación», de aquellos intelectuales cuya juventud coincidió con la
«primavera» o los «buenos años» de la revolución mexicana; y nos cuenta que él y sus amigos estaban deseosos de «hacer algo» por el México nuevo. Fue este entusiasmo colectivo por el mejoramiento social lo que tanto atrajo hacia México, en la década de 1920, a extranjeros tan sensibles como Ernest Gruening, Frank Tannenbaum, Robert Redfield y John Dewey.

Al regresar en 1928, después de tres años de estudios en los Estados Unidos, Inglaterra y Francia, y con una maestría en economía de la Universidad de Cornell, Cosío Villegas se lanzó a una multifacética carrera de académico, diplomático, economista y editor. En 1934 fundó la revista titulada El Trimestre Económico y una gran casa editorial, el Fondo de Cultura Económica. Como encargado de negocios de la legación mexicana en Portugal, inició en 1937 el proyecto de invitar a México a un grupo escogido de intelectuales españoles. Al año siguiente fue co-fundador de la Casa de España en México. Cosío Villegas se vio absorbido por el vacío intelectual, académico e institucional creado por la revolución, e hizo una carrera extraordinaria en las décadas de 1920 y 1930, en el corazón mismo de la renovación no política de la vida mexicana.

Al parecer, Cosío Villegas sintió una aguda decepción por los nuevos rumbos que tomó el país después de 1940, a los que llama fase «desarrollista» de la revolución. Esta decepción fue la base de su ensayo de 1947, «Las metas de la revolución se han agotado —escribió— hasta tal punto que el propio término de revolución ha perdido su significado». En pocas palabras, para Cosío Villegas estas metas eran la democracia política, la justicia económica y social y la defensa de los intereses nacionales contra los extranjeros, metas que habían quedado deformadas, confundidas o hechas a un lado en la fiebre del
desarrollo económico. Advirtió que México tenía que volver a estos objetivos, porque si no la regeneración vendría del exterior, desde los Estados Unidos, «y el país perderá gran parte de su identidad nacional». Cosío Villegas introdujo en este ensayo un tema que ha ocupado un lugar medular en su pensamiento desde entonces y es ahora un lugar común para quienes estudian a México, a saber, que después de 1940 el país se ha revertido hacia las prioridades y a muchas de las características del régimen de Porfirio Díaz. Lo que más le dolió (y ha seguido afligiéndolo) del neoporfiriato fue la incapacidad
en el liderato, el marchitamiento de las instituciones democráticas, la difundidísima corrupción y el servilismo en el gobierno. Hizo referencia especial a la «tesis inocente» de Francisco I. Madero, en 1910, la «creencia en que la vida política, la libertad y la democracia tenían un valor más grande aún que el progreso material». Es patente que existió una vinculación íntima entre la preocupación de Cosío Villegas por el presente y su decisión de estudiar la época de Porfirio Díaz. Pero como ni Díaz ni su régimen surgieron de la noche a la mañana, plenamente maduros, en 1876, como parece indicar gran parte de la bibliografía apologética, Cosío amplió su indagación de manera que incluyese toda la era, desde la restauración de la república en 1867, hasta la ruina del régimen de Díaz en 1910.

El objetivo de Cosío no coincide con el de los estudios históricos más estrechamente definidos y analíticos de nuestro tiempo. En los años de su plena madurez decidió lanzarse decididamente al estudio de la historia, a manera de expediente para hacer comprender al público lo que era para él una crisis nacional, al mismo tiempo que trató de descubrir, por primera vez, la documentación de un gran espacio de años. Su empresa nos recuerda la gran tradición de la historiografía del siglo XIX, de los Macaulay, Guizot, Fustel de Coulanges o de su compatriota Lucas Alamán. El compromiso personal y la mira de servicio público que se descubren tras su obra constituyen uno de sus rasgos notables.

Por más compleja que pueda ser la interpretación que nos da Cosío Villegas de la era de 1867 a 1910, el ingrediente fundamental de esta interpretación es un apego al liberalismo constitucional. El constitucionalismo de Cosío Villegas se revela no sólo en los volúmenes I, VIII, IX (La vida política interior), sino también en sus numerosos ensayos políticos e históricos, publicados desde 1947. La Historia y los ensayos se refuerzan mutuamente y deberían examinarse juntos. El meollo del argumento de Cosío es que la república restaurada, la era de los presidentes Benito Juárez (1867-1872), Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), y el interino José María Iglesias (1876), fue,un punto culminante de la historia política mexicana. Considera a esa década como modelo político a causa de la calidad intelectual y moral de sus dirigentes, la independencia de sus instituciones representativas (el congreso y los tribunales) y el vigor
de su prensa libre.

La república restaurada es, para Cosío Villegas, el comienzo de la historia «moderna» de México, pues constituyó el primer intento de gobernar constitucionalmente el país. La constitución de 1857 se convirtió en una suerte de estandarte sagrado para los victoriosos jefes liberales de 1867. En un ensayo suyo consagrado a la constitución, clave para entender su liberalismo, Cosío Villegas se convirtió en el campeón de la carta constitucional y de los hombres que la compusieron, en contra de sus detractores porfirianos, como Justo Sierra y Emilio Rabasa. El congreso constituyente de 1856, escribió, es la única página de nuestra historia en la cual «México da la impresión de un país maduro, plenamente enclavado en la democracia y en el liberalismo de la Europa occidental moderna. La constitución de 1857 le dio a México su primera traza de «modernidad».

No obstante la admiración que siente por Sierra y por Rabasa como intelectuales y como escritores, cree que su influencia ha sido nociva. Son «los dos grandes pilares, en que se sustenta la justificación histórica del porfiriato. Para las intenciones de Cosío, tiene importancia capital el llevar a cabo una revisión de la opinión de Rabasa de que Benito Juárez, como Porfirio Díaz, se vio obligado a convertirse en dictador extralegal a causa de las limitaciones fijadas al ejecutivo en la constitución de 1857. El punto de partida de Cosío Villegas en la Historia Moderna es la distinción entre la república restaurada como democracia política y el porfiriato como tiranía política. Esta distincíón ha ejercido gran influencia en el conjunto de la obra, y ha afectado su orientación fundamental, su organización y su división en periodos. No obstante, hay ambivalencia en su interpretación, pues también ha recalcado
que la república restaurada fue el antecedente del porfiriato. El tema central del volumen I es el de la «relajación constitucional», el proceso por el cual la autoridad del ejecutivo se recuperó de su extrema debilidad bajo la constitución. Juárez y Lerdo, al restablecer el senado y asumir poderes extraordinarios para sofocar las rebeliones regionales e intervenir en los estados, contribuyeron a la relajación constitucional. Esto lleva a Cosío a sacar en conclusión, muy a su pesar, que la república restaurada «empalma perfectamente con el porfiriato: entre la una y el otro no hay solución de continuidad, y menos, muchísimo menos, una «falla histórica». En los volúmenes VIII y IX traza el crecimiento continuo de la autoridad central a través de la débil primera presidencia de Díaz (1877-1880), el régimen más fuerte de Manuel González (1880-1884), y, por último, la segunda presidencia de Díaz, después de la cual se mantuvo la autoridad absoluta desde 1888 hasta 1910.

La interpretación de Cosío Villegas, que revelan las Llamadas particulares, tuvo una enorme influencia en la empresa como en todo. En efecto, podría decirse que la Historia Moderna de México no es una obra, sino dos, y tal vez inclusive tres. Aun cuando todos los volúmenes se basan en una formidable documentación, en su organización, sustancia y estilo de presentación existe una clara diferencia entre los tomos consagrados a la política interna (I, VIII, IX), escritos por el propio Cosío Villegas, y los que compusieron sus colaboradores en materia de historia social y económica (II, III, IV y VII). Los volúmenes políticos son interpretativos y de forma narrativa, aun cuando no se ajusten a una exposición estrictamente cronológica. Por otra parte, los volúmenes sociales y económicos por lo general están desprovistos de toda interpretación patente y su exposición es invariablemente «temática». Por consiguiente, su producto es enciclopédico en sus alcances y en su presentación, y, con algunas excepciones notables, flojo en conceptos, interpretaciones o conclusiones. Señala la diferencia entre los volúmenes políticos y los socioeconómicos el hecho de que las Llamadas particulares de todos los volúmenes están escritas por el director de la obra.

En cierto sentido, los dos gruesos volúmenes (V, VI) consagrados a las relaciones exteriores de México con Guatemala, América Central, Estados Unidos y Europa, escritos por el propio Cosío Villegas, constituyen una tercera obra dentro de la totalidad. Aunque hayan surgido naturalmente dentro de su experiencia diplomática,
aparentemente son producto de una idea posterior, al menos, un tratamiento por separado de las relaciones exteriores no figuró en el plan original. Por supuesto, estos volúmenes enriquecen enormemente el conjunto; forman parte importante de la revisión que la Historia nos ofrece de nuestra comprensión del régimen de Díaz. Lo sustancial de estos volúmenes tiene que ver, en muchos puntos, con cuestiones importantes de los volúmenes políticos y económicos. Sin embargo, a pesar de todo su valor, son esencialmente «algo» que se halla separado del resto, tanto en su organización como en su interpretación.

La consecuencia principal de las suposiciones interpretativas de Cosío en la elaboración de la Historia tiene que ver con la distribución en periodos, es decir, con la separación fundamental que hay en la obra entre la república restaurada y el porfiriato. Hemos visto que, para Cosío Villegas, el problema principal del México contenmporáneo es de naturaleza política. De igual manera, el hilo central de la historia moderna de México es la política; y de su distinción original entre la república restaurada «democrática» y el «tiránico» porfiriato, provienen , la división del trabajo y muchas de las virtudes y las deficiencias de la Historia considerada en su conjunto. Las discusiones en torno a la periodización de Cosío Villegas tienden a concentrar su atención en la justificación ‘, de 1867 o 1910, en contraposición a 1857 o 1908 o 1920. Sin embargo, el problema no se presenta en relación con las fechas terminales de la historia moderna de México sino más bien en relación con la fecha de 1876, punto de inflexión político que fue impuesto rígidamente también al tratamiento de los temas económicos y sociales.

Es importante señalar que la exposición de las relaciones exteriores no toma en cuenta el rompimiento de la continuidad de 1876. De hecho, Cosío Villegas reconoce explícitamente la continuidad de la política exterior mexicana según la formuló Juárez en 1867 y sólo gradualmente la modificaron sus sucesores, antes de que Díaz, en 1888, la abandonase. La historia magistral que nos traza Cosío Villegas de las relaciones exteriores se ve forzada por el hecho de que la era se considera como un conjunto al tiempo que las historias de la sociedad y de la economía tienen la falla de no hacerlo.

Hemos señalado la complejidad de la interpretación que hace Cosío Villegas de la historia moderna de México basada en una ambivalencia respecto de la relación entre la república restaurada y el porfiriato. Esta complejidad queda demostrada con mayor claridad aun en la obra maestra de la Historia Moderna, a saber, la historia política de los años 1876 a 1910, redactada por Cosío Villegas. Aun cuando no haya renunciado al liberalismo constitucional, que lo llevó a una censura inicial del régimen, Cosío Villegas nos ofrece, por vez primera, una comprensión pormenorizada y una valoración juiciosa de la política porfiriana. Su mayor logro es haber roto la barrera ideológica de 1910, haber renunciado a la perspectiva revolucionaria vulgar, que considera al porfiriato únicamente como un «antiguo régimen» opresor. Además, se ha producido un cambio sutil en la actitud de Cosío Villegas con respecto a Díaz y su régimen en las últimas dos décadas, un cambio que dice mucho a su favor como historiador. El espíritu crítico que lo ha llevado a poner en tela de juicio las ortodoxias retóricas e ideológicas de las revoluciones permanentes le ha permitido también abrirse paso a través de estas mismas ortodoxias en su aplicación a la interpretación de la historia anterior a 1910. La opinión corregida que de Díaz se forma Cosío Villegas aparece no sólo en los volúmenes VIII y IX, sino también en el V y el VI. De hecho, si acepta uno la premisa implícita de Cosío Villegas, de que la política tiene importancia primordial en la historia moderna de México, los volúmenes sociales y económicos
contribuyen también a esta revisión del porfiriato, y las debilidades o fallas de estos volúmenes se convierten realmente en virtudes.

Cosío Villegas se lanza en contra de la imagen de cajón, petrificada e intemporal, que muestra siempre al octogenario Porfirio Díaz en las festividades del centenario de 1910, y ha subrayado el cambio que, a lo largo del tiempo, sufriera tanto el hombre como el régimen. Para calificar el régimen de Díaz, Cosío se deshace de su anterior etiqueta de «tiránico», lo mismo que de la de «dictatorial» y prefiere el término más neutral de «autoritario». No obstante, como considera que la ampliación de la autoridad presidencial fue un proceso constante desde 1867 hasta 1888, un tema central del relato es cómo se las arregló Díaz para conservar el poder absoluto desde 1888 hasta 1910. Presenta como desarrollo una era que anteriormente había sido interpretada tan sólo como una totalidad monolítica. Por ejemplo, vemos ahora los años que van desde 1876 hasta 1910 como ocho periodos electorales, cada uno de ellos lleno de luchas de facciones, de debates en torno a la constitución y a los cambios de la misma, de diversos grados de oposición a la perpetuación de Díaz.

De los estudios realizados por Cosío en torno a la política exterior surge también una opinión corregida acerca del régimen de Díaz. Alega convincentemente que Díaz fue un nacionalista auténtico y no un mero lacayo de los intereses extranjeros. El gobierno republicano, después de 1867, se enfrentó a un dilema. Mantenía relaciones con una sola nación importante, los Estados Unidos, antiguo aliado en contra de la intervención europea; y sin embargo, sus dirigentes comenzaron a darse cuenta de que esta situación podría conducir a una indispuesta hegemonía norteamericana en los asuntos mexicanos. Díaz y González actuaron para contrarrestar la influencia norteamericana al renovar las relaciones con Francia (1880) y con Inglaterra (1884) y, finalmente, al alentar las inversiones europeas. Los estudios sobre economía ayudan a completar el cuadro corregido del porfiriato. Cosío Villegas afirma que el régimen de Díaz puso las bases de una moderna economía nacional, generalización corroborada por los diversos capítulos. El volumen VII nos proporciona un punto de partida equilibrado y pormenorizado para la realización de futuras y más sutiles investigaciones. Otro tanto podría decirse del volumen IV, el cual, por la organización de sus temas, su vasta documentación y su
carencia de hincapié en el cambio, pone las bases para el estudio de la sociedad porfiriana en sus propios términos. Como el volumen no trata directamente los orígenes sociales de la Revolución, nos proporciona un correctivo para las interpretaciones deformadas que subrayan únicamente la explotación social.

Es patente que después de veinte años de permanecer inmerso en la documentación del periodo 1876-1910, Daniel Cosío Villegas, como corresponde a un buen historiador, adquirió una sólida apreciación de inclusive una ocasional simpatía por el régimen de Porfirio Díaz. Al mismo tiempo, no ha vacilado en sus convicciones liberales iniciales. Una de las razones que ofrece Cosío Villegas para ampliar la exposición de la política interior hasta 1933 páginas, es la de demostrar, con todo pormenor, que las libertades públicas y la crítica del régimen —en pocas palabras, la «vida política se mantuvo viva a pesar de los extremos del gobierno autoritario».

En la columna semanaria que estaba escribiendo al mismo tiempo que su volumen de la Historia, Cosío Villegas, medio en broma, pidió que se convocase una nueva convención constitucional para el año de 1972, señalando que «el México de hoy recuerda cada vez más los últimos años del porfiriato y los albores del maderismo». Añadió que uno de los consejeros de la convención debería ser un historiador del siglo XIX, que pudiese convencer a los delegados de que «el verdadero problema de un gobierno, de cualquier gobierno, es limitar el poder del gobernante». Al terminar la Historia Moderna de México nos queda el sentimiento de que existe una tensión no resuelta entre Cosío Villegas, el historiador y Cosío Villegas, el abogado y crítico de la causa liberal. Si la Historia Moderna surgió de la preocupación de Cosío Villegas por la crisis del México de los cuarentas y su deseo de empujar una nueva serie de prioridades para su país, ¿habrá satisfecho la obra las esperanzas de su director? La respuesta inmediata sería negativa, porque la obra en su totalidad no será leída por mucha gente. Los argumentos interpretativos de la Historia Moderna, sin embargo, se pueden seguir en las Llamadas particulares, razón por la cual se decidió hacerlos fácilmente accesibles a un público más amplio.

Estas llamadas, así como los múltiples ensayos de Cosío Villegas, nos servirán para recordar la noble misión pública que él se fijó y que puede seguir siendo una fuente de inspiración para aquellos comprometidos con el futuro de México. El otro gran logro de la Historia Moderna es el impacto que ha tenido en el estudio de la historia. Al abrirse paso a través de la aparentemente impenetrable barrera ideológica levantada por la revolución de 1910, al eludir el impulso centenario de la historiografía y al basar sus interpretaciones en una investigación seria, Daniel Cosío Villegas y sus colaboradores han dado nueva vida al estudio profesional del México moderno y contemporáneo, tanto dentro como fuera del país.

Charles A. Hale

Indice
Daniel Cosío Villegas: historiador y liberal, por Charles A. Hale
Primera llamada general
Primera llamada particular
Segunda llamada particular
Tercera llamada particular
Cuarta llamada particular
Quinta llamada particular
Sexta llamada particular
Séptima llamada particular
Octava llamada particular
Novena llamada particular
Segunda llamada general