Ed. Guillermo Kraft, año 1952. Tamaño 22 x 14,5 cm. Usado muy bueno (con el lomo gastado), 518 págs. Precio y stock a confirmar.

Los más grandes poetas ingleses, en siete siglos, han sido declarados tales no por el autor de este libro, sino por la crítica universal y por la sanción del tiempo. A pesar de creerlo así firmemente su autor, no ignora tampoco que siempre caben disidencias y diferentes modos de apreciación hasta frente a las verdades más evidentes.

El libro se inicia con el capítulo sobre Chaucer, a quien nadie puede disputar la gloria real de haber iniciado la poesía inglesa moderna en el siglo XIV. Se llama al siguiente «un siglo en blanco» porque, como allí se explica, no existió en él ningún gran poeta si se da a la expresión el sentido que en este libro se le atribuye. No hubo aun en el siglo XV ni siquiera verdaderos discípulos del gran iniciador y maestro que fue Chaucer, aunque se les pudiera llamar generosamente así.

En el siglo de Elizabeth, que es el siglo de oro de la poesía inglesa, floreció Shakespeare, quien prolongó su carrera de be­lleza, como diría Goethe, durante el reinado de James I. Colocado en el libro como el primer poeta del siglo XVI, no se ha echado tampoco en olvido que traspasó sus límites pero tampoco debe olvidar el lector que hasta hoy ha traspasado los límites de todos los siglos. En ese de Eiizabeth está a su altura y aun para el juicio de su época lo sobrepasó como poeta lírico Spenser, que fuera llamado el poeta de los poetas. Pero Shakes­peare fue el poeta total: lírico, dramático y épico, aun dentro del marco de sus dramas.

Según el plan del libro sólo figura en él quien es considerado el más grande poeta de su siglo. Y ha de permitirse que se diga que aun siendo Spenser tan grande, tan magnífico poeta, ha debido ceder el paso al príncipe soberano. La personalidad de Shakespeare, dada sobre todo su multiplicidad, excede los límites naturales de un capítulo. Por eso no se ha intentado aquí un estudio crítico integral de su obra. En cambio se han presentado aspectos parciales de esa obra, y aun se les hace preceder de algunas páginas sobre un precursor de su poética, a modo de complemento de su personalidad literaria.

En el siglo XVII, ante la figura de Milton nadie puede disputarle evidentemente el alto título. No ocurre precisamente lo mismo en el siguiente, llamado de los poetas de la Restauración, que se inició en verdad con la caída de la república y la exaltación de Carlos II en el mismo siglo XVII que Milton llena. Difícil es establecer una preferencia entre Dryden y Pope; pero milita para resolver la cuestión una razón cronológica: Dryden muere al finalizar el siglo de Milton, y Pope, aun siendo su discípulo, brilla en el siguiente con luz propia porque había adquirido una personalidad definida, inconfundible.

El siglo XIX produjo tres grandes poetas, Byron, Shelley, Keats. Aquí se ha elegido al segundo por considerárselo el más com­pleto de todos. Si su vuelo poético puede considerarse de la misma altura ilimitada del primero, su medida es más estricta y su perfección más acabada; y si el último es de una belleza par a la suya, el pensamiento de Shelley es más profundo y el conjunto de su obra más acabado. Hubiera podido incluirse en ese siglo XIX a Edgar Poe, gran poeta inglés y uno de los más grandes aunque nacido en los Estados Unidos, cuyos límites geográficos nunca salvara materialmente aunque su inspiración fuera universal.

Pero el deseo de mantener el plan del libro, de no hacer el estudio y la crítica de más de un poeta por siglo, sofocó el propósito, aunque el capítulo fue escrito y reservado para mejor oportunidad, La única excepción en estas páginas al plan que en ellas se desarrolla es la inclusión del Conde de Surrey, quien, desde luego, aunque fue excelente poeta, no fue un gran poeta, y no puede ponerse al nivel de los extraordinarios espíritus que dan nombre a los capítulos del libro. El Conde de Surrey fue un precursor de la poética de Shakespeare, y como un antecedente de sus expresiones literarias y esencialmente poéticas figura aquí sólo para ser complemento según ya se dijo, de las páginas que están dedicadas al bardo genial.

Cierra el libro un estudio sobre T. S. Eliot, quien al haber traspasado el siglo la mitad de su carrera, está situado en él como el más grande de los poetas ingleses. Como Poe, no nació en Inglaterra, pero como él y más que él quizá, es un poeta inglés, no sólo por el idioma sino por el medio en que primordialmente se ha formado y ha desarrollado su obra cotidiana de difusión de la belleza de sus poesías, aunque ha bebido en todas las fuentes que han satisfecho su sed, desde las caudalosas de la antigüedad clásica hasta las que en América y en Europa le han brindado su permanente frescura.

Indice:
I. Siglo XIV: Chaucer.
II. Siglo XV: Un siglo en blanco.
III. Siglo XVI: Shakespeare y un precursor de su poética.
IV. Siglo XVII: Milton.
V. Siglo XVIII: Pope.
VI. Siglo XIX: Shelley.
VII. Siglo XX: Eliot.